/ viernes 27 de enero de 2023

Trabajos tóxicos 

por María Fernanda Aponte


Estamos viviendo una epidemia de burnout, agotamiento laboral, que está provocando ‘la gran renuncia’, un éxodo profesional. A pesar del contexto de incertidumbre económica mundial, en México 4 de cada 10 trabajadores consideran dejar su empleo pronto (OCC, 2022). El nuevo decreto de vacaciones aparece como un paliativo para el verdadero problema: la cultura de trabajo tóxica.

México es de los países que más trabaja, pero es menos productivo. Aquí permea la “cultura del presentismo” en la que nadie se va antes que el jefe. Se respeta la hora de entrada, pero no la de salida, perpetuando la idea errónea de que más tiempo es mejor. Mientras que otros países y muchas compañías han acortado los días o horas laborales, reconociendo que la productividad y motivación se ve afectada negativamente por jornadas maratónicas y que mejores resultados son obtenidos priorizando la salud mental y física, aumentando la energía, concentración y satisfacción.

El 85% de las empresas en México son tóxicas (Salud Ocupacional, 2019), con liderazgo negativo, violencia laboral, mala ergonomía, falta de una remuneración y compensación adecuada y sin inclusión ni diversidad. La violencia laboral es aún peor contra las mujeres. Ha crecido 44% desde 2016, con 7.9 millones mujeres identificando algún tipo de agresión, incluida la sexual (ENDIREH, 2021).

Muchos trabajos físicos (fabricas, ventas), pero también despachos, consultorías y bancos, mantienen una convicción por soportar explotación y largas jornadas como un ‘rito de paso’, necesario para acceder a un mejor puesto. Se protege la cultura abusiva argumentando la falacia del estatus quo. Esta fórmula laboral anticuada promueve vivir para trabajar en vez de trabajar para vivir. Es casi tabú hablar de las condiciones laborales y se estigmatiza a las personas que lo hacen como poco confiables, flojas y sin respeto a la autoridad ni a las instituciones, cuando deberían ser debates constantes para construir un ambiente donde tanto el negocio como las personas puedan florecer. Además, es importante considerar los impactos y las enseñanzas de la pandemia en el trabajo, las personas ya no están dispuestas a perder la flexibilidad laboral que tenían.

El 50% de la Generación Z que está ingresando al mercado laboral prefiere estar desempleada a tener un trabajo que no les gusta (Randstad, 2022), y aunque supone un grado de privilegio, muestra una tendencia hacia priorizar la felicidad, flexibilidad o un propósito, sobre un alto salario. Suena utópico, pero es una realidad alcanzable con conversaciones y cambios legislativos que lleven a una transformación cultural. Aunque la nueva generación ha sido criticada por no querer trabajar, en realidad el no querer aguantar la cultura tóxica de trabajo que vivieron y replican nuestros mayores debería ser aplaudido y apoyado para generar el cambio necesario. Al final del día, el clima laboral es importante para la productividad de una empresa y para el bienestar de sus empleados, pero también para la sociedad en general, porque las dinámicas violentas en el trabajo impactan la vida en casa, y crean un ciclo de infelicidad, de abuso y explotación en nuestras comunidades.

por María Fernanda Aponte


Estamos viviendo una epidemia de burnout, agotamiento laboral, que está provocando ‘la gran renuncia’, un éxodo profesional. A pesar del contexto de incertidumbre económica mundial, en México 4 de cada 10 trabajadores consideran dejar su empleo pronto (OCC, 2022). El nuevo decreto de vacaciones aparece como un paliativo para el verdadero problema: la cultura de trabajo tóxica.

México es de los países que más trabaja, pero es menos productivo. Aquí permea la “cultura del presentismo” en la que nadie se va antes que el jefe. Se respeta la hora de entrada, pero no la de salida, perpetuando la idea errónea de que más tiempo es mejor. Mientras que otros países y muchas compañías han acortado los días o horas laborales, reconociendo que la productividad y motivación se ve afectada negativamente por jornadas maratónicas y que mejores resultados son obtenidos priorizando la salud mental y física, aumentando la energía, concentración y satisfacción.

El 85% de las empresas en México son tóxicas (Salud Ocupacional, 2019), con liderazgo negativo, violencia laboral, mala ergonomía, falta de una remuneración y compensación adecuada y sin inclusión ni diversidad. La violencia laboral es aún peor contra las mujeres. Ha crecido 44% desde 2016, con 7.9 millones mujeres identificando algún tipo de agresión, incluida la sexual (ENDIREH, 2021).

Muchos trabajos físicos (fabricas, ventas), pero también despachos, consultorías y bancos, mantienen una convicción por soportar explotación y largas jornadas como un ‘rito de paso’, necesario para acceder a un mejor puesto. Se protege la cultura abusiva argumentando la falacia del estatus quo. Esta fórmula laboral anticuada promueve vivir para trabajar en vez de trabajar para vivir. Es casi tabú hablar de las condiciones laborales y se estigmatiza a las personas que lo hacen como poco confiables, flojas y sin respeto a la autoridad ni a las instituciones, cuando deberían ser debates constantes para construir un ambiente donde tanto el negocio como las personas puedan florecer. Además, es importante considerar los impactos y las enseñanzas de la pandemia en el trabajo, las personas ya no están dispuestas a perder la flexibilidad laboral que tenían.

El 50% de la Generación Z que está ingresando al mercado laboral prefiere estar desempleada a tener un trabajo que no les gusta (Randstad, 2022), y aunque supone un grado de privilegio, muestra una tendencia hacia priorizar la felicidad, flexibilidad o un propósito, sobre un alto salario. Suena utópico, pero es una realidad alcanzable con conversaciones y cambios legislativos que lleven a una transformación cultural. Aunque la nueva generación ha sido criticada por no querer trabajar, en realidad el no querer aguantar la cultura tóxica de trabajo que vivieron y replican nuestros mayores debería ser aplaudido y apoyado para generar el cambio necesario. Al final del día, el clima laboral es importante para la productividad de una empresa y para el bienestar de sus empleados, pero también para la sociedad en general, porque las dinámicas violentas en el trabajo impactan la vida en casa, y crean un ciclo de infelicidad, de abuso y explotación en nuestras comunidades.