En la historia de los procesos de pacificación mundiales, pasando por Kosovo, Colombia o Guatemala; la participación de diversos actores ha sido fundamental.
Ya sean los casos azules de la ONU, Comisiones Internacionales o Representantes Étnicos e incluso jerarcas Religiosos, el primordial objetivo puede convocar y articular todo tipo de estrategia que culmine con el derramamiento de sangre.
La violencia genera más violencia, el Código de Hamurabi, también conocido como la Ley de Talión fue uno de los primeros textos jurídicos donde el ius puniendi, evidentemente no existía; es decir, el derecho a castigar, a sancionar por parte del Estado. Y no existía, por la simple razón de que eran regulaciones monárquicas no emitidas por un órgano legislativo elegido de forma democrática, ni con representación popular, mucho menos existía el derecho romano como hoy es, la base de muchos sistemas jurídicos mundiales.
El monopolio de la sanción recae en el Estado a través de los órganos administrativos o judiciales, cuando no hay justicia hay impunidad; pero no siempre la justicia para unos lo es la para otros; quien no resulta vencedor en un litigio de cualquier materia, siempre considerará la resolución de un juez como una injusticia y en cierto orden lo es; porque se deja al arbitrio de un representante de la ley, la interpretación de los hechos conforme a la norma y de instancia en instancia la versatilidad de opiniones pueden o no ratificar, rectificar o anular una decisión.
La justicia transicional dentro de la cultura de la paz, reviste una serie de conceptos donde la no repetición, la reparación del daño y la justicia plena, estén garantizadas en un concepto más allá de los órganos judiciales instituidos para ello dentro del poder judicial, han sido procesos que en nuestro país los usos y costumbres han practicado desde tiempos inmemorables; hay justicia pronta, gratuita y expedita.
El “ojo por ojo y diente por diente” además de incivilizado, ilegal, injusto y nada retributivo se debe de sepultar de la consciencia humana.
Región por región, ranchería, comunidad, municipio o entidad federativa tiene en nuestro país enormes diferencias y realidades, lenguas, idiosincrasias y hasta en aspecto físico, son micronaciones en la gran Nación, la inseguridad en algunas de ellas ha sido factor de ingobernabilidad y un vado en contra del desarrollo humano.
La aventura de la sangre, nunca arrancará una sonrisa franca. Las campañas bélicas contra grupos delincuenciales solo han convertido al país en la tierra fértil para semillas de rencor.
El fomento al campo, la creación de nuevas oportunidades de apertura económica a todos los niveles de la sociedad, la educación masiva, la salud universal, acceso pleno a la cultura y el deporte como máxima de hábito vitalicio, pareciera una obvia receta de armonía social; sin embargo, en nuestro país los presupuestos destinados al bienestar fueron los que menos interés tuvieron por parte de los legisladores del periodo neoliberal. La razón principal es que la prioridad siempre fue el tener, nunca el ser y en esta última premisa incluye de manera muy importante el fortalecimiento espiritual y los valores de convivencia que garantizan la vida armónica de los pueblos. El contrato social al que se refería Rosseau y la máxima juarista de otorgar respeto a los derechos de todos les mexicanos para obtener la paz, es y debe ser el trabajo de cada uno de los que integramos este país, todos componemos una célula vital de nuestro amado México.