/ miércoles 22 de agosto de 2018

Transición: la forma no siempre es fondo

En el encuentro entre los gabinetes saliente y entrante celebrado en Palacio Nacional privaron las expresiones de respeto mutuo y urbanidad política entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Más allá de la tan celebrada tersura de la transición hacia un nuevo gobierno, afloraron verdades reveladoras del cambio sexenal que se avecina. La sentencia aristotélica según la cual el fondo está contenido en la forma no pareció confirmarse en esta ocasión.

Andrés Manuel López Obrador fue claro y contundente al referirse a las maneras en que aplicará los principales cambios producto de su aversión a lo hecho y lo tocado por la actual administración. Enrique Peña Nieto, por su parte, manifestó su respeto a las decisiones que su sucesor llevará a la práctica, pero confirmó que sus políticas y sus medidas en materia de educación, obras para el nuevo aeropuerto y otras de gran trascendencia continuarán hasta el término de su gobierno en acatamiento a los mandatos constitucionales.

López Obrador fue categórico al ratificar que su administración cancelará la Reforma Educativa para sustituirla con otra cuyas características el gobierno de Peña Nieto no conoce, según lo afirmó el propio presidente. Inclusive, López Obrador rectificó expresiones del que será su secretario de Educación, Esteban Moctezuma, quien había limitado a ciertas modificaciones el cambio en la Reforma Educativa. La cancelación de la Reforma implicará, según se entiende, la participación de la maestra Elba Esther Gordillo, cuyos derechos dentro del magisterio serán respetados al tiempo que se procurará lo que López Obrador calificó como democratización del Sindicato de Trabajadores de la Educación.

En cuanto a la localización de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México y para el país, López Obrador no dejó dudas sobre la decisión final entre los proyectos de Texcoco y Santa Lucía, que se tomará como resultado de una consulta ciudadana o una encuesta de opinión, ambas organizadas por el equipo del próximo gobierno con costos y recursos materiales a su cargo. Los análisis técnicos que se pedirán a expertos en ingeniería y finanzas serán, así, un mero trámite supeditado a lo que López Obrador califica como la sabiduría del pueblo.

Los modos de caballerosidad y educación cívica que caracterizaron la reunión entre los gabinetes de Peña Nieto y López Obrador no borran las aristas de la fractura entre las dos administraciones. La aversión a lo realizado o emprendido por el antecesor es histórica, aunque no siempre justificable en su agudeza. El cambio por el odio al pasado ha resultado en varias ocasiones perjudicial para los intereses y la marcha del país. Al cancelar proyectos, reformas y políticas públicas cuyos resultados y beneficios están a la vista, López Obrador intenta llevar hasta últimas consecuencias, con graves pérdidas de recursos, esfuerzos y voluntades, ocurrencias a las que insiste en llamar una cuarta transformación del país.

El próximo presidente de la República apoya sus proyectos de cambio en la abrumadora mayoría obtenida en la votación de las pasadas elecciones y en la que mantendrá en las cámaras legislativas. Su gobierno llega con una amplia aceptación por parte de una ciudadanía en cuyo respaldo confía. La historia muestra que esa sabiduría del pueblo también puede reflexionar y juzgar a una administración una vez que sus políticas, sus aciertos y sus errores incidan y se reflejen en el conjunto de la sociedad.

Srio28@prodigy.net.mx


En el encuentro entre los gabinetes saliente y entrante celebrado en Palacio Nacional privaron las expresiones de respeto mutuo y urbanidad política entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Más allá de la tan celebrada tersura de la transición hacia un nuevo gobierno, afloraron verdades reveladoras del cambio sexenal que se avecina. La sentencia aristotélica según la cual el fondo está contenido en la forma no pareció confirmarse en esta ocasión.

Andrés Manuel López Obrador fue claro y contundente al referirse a las maneras en que aplicará los principales cambios producto de su aversión a lo hecho y lo tocado por la actual administración. Enrique Peña Nieto, por su parte, manifestó su respeto a las decisiones que su sucesor llevará a la práctica, pero confirmó que sus políticas y sus medidas en materia de educación, obras para el nuevo aeropuerto y otras de gran trascendencia continuarán hasta el término de su gobierno en acatamiento a los mandatos constitucionales.

López Obrador fue categórico al ratificar que su administración cancelará la Reforma Educativa para sustituirla con otra cuyas características el gobierno de Peña Nieto no conoce, según lo afirmó el propio presidente. Inclusive, López Obrador rectificó expresiones del que será su secretario de Educación, Esteban Moctezuma, quien había limitado a ciertas modificaciones el cambio en la Reforma Educativa. La cancelación de la Reforma implicará, según se entiende, la participación de la maestra Elba Esther Gordillo, cuyos derechos dentro del magisterio serán respetados al tiempo que se procurará lo que López Obrador calificó como democratización del Sindicato de Trabajadores de la Educación.

En cuanto a la localización de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México y para el país, López Obrador no dejó dudas sobre la decisión final entre los proyectos de Texcoco y Santa Lucía, que se tomará como resultado de una consulta ciudadana o una encuesta de opinión, ambas organizadas por el equipo del próximo gobierno con costos y recursos materiales a su cargo. Los análisis técnicos que se pedirán a expertos en ingeniería y finanzas serán, así, un mero trámite supeditado a lo que López Obrador califica como la sabiduría del pueblo.

Los modos de caballerosidad y educación cívica que caracterizaron la reunión entre los gabinetes de Peña Nieto y López Obrador no borran las aristas de la fractura entre las dos administraciones. La aversión a lo realizado o emprendido por el antecesor es histórica, aunque no siempre justificable en su agudeza. El cambio por el odio al pasado ha resultado en varias ocasiones perjudicial para los intereses y la marcha del país. Al cancelar proyectos, reformas y políticas públicas cuyos resultados y beneficios están a la vista, López Obrador intenta llevar hasta últimas consecuencias, con graves pérdidas de recursos, esfuerzos y voluntades, ocurrencias a las que insiste en llamar una cuarta transformación del país.

El próximo presidente de la República apoya sus proyectos de cambio en la abrumadora mayoría obtenida en la votación de las pasadas elecciones y en la que mantendrá en las cámaras legislativas. Su gobierno llega con una amplia aceptación por parte de una ciudadanía en cuyo respaldo confía. La historia muestra que esa sabiduría del pueblo también puede reflexionar y juzgar a una administración una vez que sus políticas, sus aciertos y sus errores incidan y se reflejen en el conjunto de la sociedad.

Srio28@prodigy.net.mx