/ martes 27 de marzo de 2018

Trastabillando hacia una guerra comercial

“Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Eso fue lo que declaró Donald Trump hace unas semanas, después de anunciar aranceles al acero y el aluminio.

En realidad, las guerras comerciales rara vez son buenas y no es nada fácil ganarlas… en especial, si uno no tiene idea de lo que está haciendo. Y miren que esta gente no sabe lo que está haciendo.

Es raro, en cierto sentido. Después de todo, el comercio es claramente una cuestión que verdaderamente le apasiona a Trump. Trató de acabar con Obamacare, pero sin duda su principal preocupación era opacar el legado de su predecesor. Quería un recorte fiscal, pero más para anotarse una victoria que porque le importara lo que incluyera.

Sin embargo, reducir el déficit comercial ha sido una obsesión ya añeja de Trump, así que uno podría esperar que aprendiera algo sobre cómo funciona el comercio, o por lo menos que se rodeara de gente que entiende el tema.

Sin embargo, no lo ha hecho y lo que él no sabe puede dañarnos, y lo hará.

En el caso del acero, esto fue lo que ocurrió: primero vino el llamativo anuncio de los grandes aranceles, aparentemente en nombre de la seguridad nacional, que enfureció a los aliados estadounidenses, que son la principal fuente de nuestras importaciones de acero. Luego vino algo que parece ser la marcha atrás: el gobierno ha exentado a Canadá, México, la Unión Europea y a otros países de la aplicación de esos aranceles.

¿Esta marcha atrás fue una reacción a las amenazas de represalias o el gobierno no se dio cuenta desde el principio de que los aranceles golpearían principalmente a los aliados de Estados Unidos?

Sin importar qué haya sido, puede que Trump haya obtenido lo peor de los dos mundos: hacer enojar a países que deberían ser nuestros amigos y hacerse de una reputación como aliado y socio comercial que no es de fiar, sin siquiera hacer gran cosa por la industria que supuestamente estaba tratando de ayudar.

Ahora se estrena “Trumpcomercio II, el Síndrome de China”. El martes, el gobierno anunció que impondría aranceles a varios productos chinos, y que los detalles se darían a conocer posteriormente.

¿Cómo funcionará ese proyecto? Seamos claros: tratándose del orden económico mundial, China, de hecho, es un mal ciudadano. En específico, juega como mejor le conviene con la propiedad intelectual, y de hecho roba tecnologías e ideas desarrolladas en otras partes. También subsidia algunas industrias, lo cual contribuye a la sobrecapacidad mundial.

Sin embargo, aunque la camarilla de Trump menciona estos temas, Trump parece obsesionado con el déficit comercial que tiene EU con China; sigue diciendo que es de 500 millones de dólares (en realidad es de 375 mil millones, pero ¿quién lo está contando?).

“Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Eso fue lo que declaró Donald Trump hace unas semanas, después de anunciar aranceles al acero y el aluminio.

En realidad, las guerras comerciales rara vez son buenas y no es nada fácil ganarlas… en especial, si uno no tiene idea de lo que está haciendo. Y miren que esta gente no sabe lo que está haciendo.

Es raro, en cierto sentido. Después de todo, el comercio es claramente una cuestión que verdaderamente le apasiona a Trump. Trató de acabar con Obamacare, pero sin duda su principal preocupación era opacar el legado de su predecesor. Quería un recorte fiscal, pero más para anotarse una victoria que porque le importara lo que incluyera.

Sin embargo, reducir el déficit comercial ha sido una obsesión ya añeja de Trump, así que uno podría esperar que aprendiera algo sobre cómo funciona el comercio, o por lo menos que se rodeara de gente que entiende el tema.

Sin embargo, no lo ha hecho y lo que él no sabe puede dañarnos, y lo hará.

En el caso del acero, esto fue lo que ocurrió: primero vino el llamativo anuncio de los grandes aranceles, aparentemente en nombre de la seguridad nacional, que enfureció a los aliados estadounidenses, que son la principal fuente de nuestras importaciones de acero. Luego vino algo que parece ser la marcha atrás: el gobierno ha exentado a Canadá, México, la Unión Europea y a otros países de la aplicación de esos aranceles.

¿Esta marcha atrás fue una reacción a las amenazas de represalias o el gobierno no se dio cuenta desde el principio de que los aranceles golpearían principalmente a los aliados de Estados Unidos?

Sin importar qué haya sido, puede que Trump haya obtenido lo peor de los dos mundos: hacer enojar a países que deberían ser nuestros amigos y hacerse de una reputación como aliado y socio comercial que no es de fiar, sin siquiera hacer gran cosa por la industria que supuestamente estaba tratando de ayudar.

Ahora se estrena “Trumpcomercio II, el Síndrome de China”. El martes, el gobierno anunció que impondría aranceles a varios productos chinos, y que los detalles se darían a conocer posteriormente.

¿Cómo funcionará ese proyecto? Seamos claros: tratándose del orden económico mundial, China, de hecho, es un mal ciudadano. En específico, juega como mejor le conviene con la propiedad intelectual, y de hecho roba tecnologías e ideas desarrolladas en otras partes. También subsidia algunas industrias, lo cual contribuye a la sobrecapacidad mundial.

Sin embargo, aunque la camarilla de Trump menciona estos temas, Trump parece obsesionado con el déficit comercial que tiene EU con China; sigue diciendo que es de 500 millones de dólares (en realidad es de 375 mil millones, pero ¿quién lo está contando?).