/ jueves 30 de diciembre de 2021

Tres deseos para el sistema de salud mexicano

Cristóbal Thompson. Director ejecutivo de la AMIIF.

En “Los dilemas de la medicina: Necesidades infinitas versus recursos finitos”, William L. Kissick, introdujo lo que conocemos como el “trilema de la salud”. Esto es un problema con tres proposiciones favorables, pero para el que aparentemente solo dos soluciones son posibles al mismo tiempo.

Para Kissick este trilema se debatía entre la sustentabilidad, la universalidad y la calidad de los sistemas de salud. Por ejemplo, si las autoridades apuestan por un sistema “universal” y “sustentable”, posiblemente sacrifiquen la calidad. Y ya sabemos lo que eso implica, pues un estudio publicado en The Lancet señala que la atención de baja calidad en los países de ingresos bajos y medios probablemente está afectando a más personas que el no tener acceso a la atención misma. (Utilizando datos de 2016 estimaron que ese año, en los países de ingresos bajos y medios, ocurrieron 8.6 millones de muertes que pudieron haberse evitado. De estas, The Lancet calculó que 5 millones se debieron a la atención de mala calidad y 3.6 millones debido a que no recibieron ningún tipo de atención).

Si se apuesta por un sistema “sustentable” y de “calidad”, lo que se pone en juego es la universalidad porque el presupuesto siempre es finito. Pero si se apuesta por “universalidad” y “calidad”, posiblemente la sustentabilidad del sistema sea lo que se ponga en jaque.

Si bien esta triple encrucijada suele ser cierta con los métodos actuales de prestación de servicios de salud y financiamiento que tienden a mantener el estatus quo y siguen privilegiando el pago por “pastilla”. No estamos atados ni condenados irremediablemente a esto. Hay maneras de cambiar las reglas por las cuales se brinda o accede a la atención médica y crear oportunidades para mejoras simultáneas en costos, calidad y acceso.

Dos acciones que pueden impulsar estos cambios:

Pago por resultados. Dejemos de pagar por “pastilla” y paguemos por el impacto que las nuevas opciones terapéuticas tienen realmente en la vida de las personas. No se trata solo de “surtir una receta”, sino de que los medicamentos funcionen y mejoren la calidad de los y las pacientes mexicanas.

Permitamos que las nuevas tecnologías cambien la forma en que las personas acceden a la atención médica. La telemedicina es quizá el ejemplo icónico de esto.

No hay soluciones improvisadas para mejorar nuestro sistema de salud. Pero es necesario trascender los debates políticos y abordar el problema mediante una serie de esfuerzos públicos y privados, para mejorar la calidad y reducir los costos del sistema de salud y de la atención, al tiempo que se sigue fomentando la innovación.

Así pues, mis deseos para 2022 para el sistema de salud mexicano es que nos encaminemos hacia un sistema sustentable, universal y de calidad.

Cristóbal Thompson. Director ejecutivo de la AMIIF.

En “Los dilemas de la medicina: Necesidades infinitas versus recursos finitos”, William L. Kissick, introdujo lo que conocemos como el “trilema de la salud”. Esto es un problema con tres proposiciones favorables, pero para el que aparentemente solo dos soluciones son posibles al mismo tiempo.

Para Kissick este trilema se debatía entre la sustentabilidad, la universalidad y la calidad de los sistemas de salud. Por ejemplo, si las autoridades apuestan por un sistema “universal” y “sustentable”, posiblemente sacrifiquen la calidad. Y ya sabemos lo que eso implica, pues un estudio publicado en The Lancet señala que la atención de baja calidad en los países de ingresos bajos y medios probablemente está afectando a más personas que el no tener acceso a la atención misma. (Utilizando datos de 2016 estimaron que ese año, en los países de ingresos bajos y medios, ocurrieron 8.6 millones de muertes que pudieron haberse evitado. De estas, The Lancet calculó que 5 millones se debieron a la atención de mala calidad y 3.6 millones debido a que no recibieron ningún tipo de atención).

Si se apuesta por un sistema “sustentable” y de “calidad”, lo que se pone en juego es la universalidad porque el presupuesto siempre es finito. Pero si se apuesta por “universalidad” y “calidad”, posiblemente la sustentabilidad del sistema sea lo que se ponga en jaque.

Si bien esta triple encrucijada suele ser cierta con los métodos actuales de prestación de servicios de salud y financiamiento que tienden a mantener el estatus quo y siguen privilegiando el pago por “pastilla”. No estamos atados ni condenados irremediablemente a esto. Hay maneras de cambiar las reglas por las cuales se brinda o accede a la atención médica y crear oportunidades para mejoras simultáneas en costos, calidad y acceso.

Dos acciones que pueden impulsar estos cambios:

Pago por resultados. Dejemos de pagar por “pastilla” y paguemos por el impacto que las nuevas opciones terapéuticas tienen realmente en la vida de las personas. No se trata solo de “surtir una receta”, sino de que los medicamentos funcionen y mejoren la calidad de los y las pacientes mexicanas.

Permitamos que las nuevas tecnologías cambien la forma en que las personas acceden a la atención médica. La telemedicina es quizá el ejemplo icónico de esto.

No hay soluciones improvisadas para mejorar nuestro sistema de salud. Pero es necesario trascender los debates políticos y abordar el problema mediante una serie de esfuerzos públicos y privados, para mejorar la calidad y reducir los costos del sistema de salud y de la atención, al tiempo que se sigue fomentando la innovación.

Así pues, mis deseos para 2022 para el sistema de salud mexicano es que nos encaminemos hacia un sistema sustentable, universal y de calidad.