/ martes 19 de noviembre de 2019

Trump, a favor de la contaminación

Parece insensible señalar esta cifra, pero el costo económico de la contaminación creciente es elevado. Un estudio calcula que asciende a 89 mil millones de dólares por año. Es un número muy alto, incluso para una economía tan grande como la estadounidense, y significa que, si se mide debidamente el crecimiento económico durante la presidencia de Trump, en realidad ha sido mucho menor de lo que hacen creer las cifras estándar.

Por si fuera poco, se espera que la situación empeore todavía más. El gobierno de Trump se ha dedicado a redactar nuevas normas que, de hecho, impedirán que la Agencia de Protección Ambiental utilice gran parte de las pruebas científicas disponibles sobre los efectos negativos de la contaminación en la salud. Un cambio así debilitaría los reglamentos ambientales y podría causar un deterioro marcado en la calidad del aire y el agua con el paso del tiempo.

¿Por qué está sucediendo esto? Como han señalado muchos observadores, no hacer nada para combatir el cambio climático, con todo y que es un delito inexcusable contra la humanidad, también puede ser comprensible de cierta forma. Las emisiones de gases de efecto invernadero son invisibles, y el daño que causan es global y a muy largo plazo, por lo que es relativamente sencillo optar por la negación.

Por el contrario, las partículas son visibles y causan daños relativamente localizados y de manifestación rápida. Así que sería de esperar que las acciones para evitar que empeore la calidad del aire tuvieran un amplio apoyo bipartidista.

De hecho, la política moderna de protección ambiental comenzó nada menos que durante la presidencia de Richard Nixon, y varios funcionarios jubilados de la Agencia de Protección Ambiental con quienes he conversado describen la época de Nixon como una era de oro.

Además, los republicanos no dejaron de mostrar por lo menos cierta preocupación por el medioambiente, incluso después de que el partido comenzó a alinearse más hacia la derecha.

El presidente Ronald Reagan firmó un tratado para proteger la capa de ozono.

La amenaza de la lluvia ácida se contuvo gracias a un programa puesto en marcha por el presidente George H.W. Bush.

Por desgracia, fue hace mucho tiempo.

En la actualidad, el Partido Republicano no sólo es un partido que cree con firmeza en teorías conspirativas absurdas sobre el calentamiento global (y cualquier otro tema, si los hechos le parecen inconvenientes). También se ha convertido en el partido de la contaminación.

¿Por qué? Sólo hay que seguir el dinero. Existe gran variación de una industria a otra si se considera cuánto daño ambiental causan por dólar de producción. Resulta que las industrias supercontaminantes les han apostado todo a los republicanos.

En 2016, por ejemplo, la minería del carbón entregó 97 por ciento de sus aportaciones políticas a causas y candidatos republicanos. Los contaminadores ahora reciben lo que pagaron.

Parece insensible señalar esta cifra, pero el costo económico de la contaminación creciente es elevado. Un estudio calcula que asciende a 89 mil millones de dólares por año. Es un número muy alto, incluso para una economía tan grande como la estadounidense, y significa que, si se mide debidamente el crecimiento económico durante la presidencia de Trump, en realidad ha sido mucho menor de lo que hacen creer las cifras estándar.

Por si fuera poco, se espera que la situación empeore todavía más. El gobierno de Trump se ha dedicado a redactar nuevas normas que, de hecho, impedirán que la Agencia de Protección Ambiental utilice gran parte de las pruebas científicas disponibles sobre los efectos negativos de la contaminación en la salud. Un cambio así debilitaría los reglamentos ambientales y podría causar un deterioro marcado en la calidad del aire y el agua con el paso del tiempo.

¿Por qué está sucediendo esto? Como han señalado muchos observadores, no hacer nada para combatir el cambio climático, con todo y que es un delito inexcusable contra la humanidad, también puede ser comprensible de cierta forma. Las emisiones de gases de efecto invernadero son invisibles, y el daño que causan es global y a muy largo plazo, por lo que es relativamente sencillo optar por la negación.

Por el contrario, las partículas son visibles y causan daños relativamente localizados y de manifestación rápida. Así que sería de esperar que las acciones para evitar que empeore la calidad del aire tuvieran un amplio apoyo bipartidista.

De hecho, la política moderna de protección ambiental comenzó nada menos que durante la presidencia de Richard Nixon, y varios funcionarios jubilados de la Agencia de Protección Ambiental con quienes he conversado describen la época de Nixon como una era de oro.

Además, los republicanos no dejaron de mostrar por lo menos cierta preocupación por el medioambiente, incluso después de que el partido comenzó a alinearse más hacia la derecha.

El presidente Ronald Reagan firmó un tratado para proteger la capa de ozono.

La amenaza de la lluvia ácida se contuvo gracias a un programa puesto en marcha por el presidente George H.W. Bush.

Por desgracia, fue hace mucho tiempo.

En la actualidad, el Partido Republicano no sólo es un partido que cree con firmeza en teorías conspirativas absurdas sobre el calentamiento global (y cualquier otro tema, si los hechos le parecen inconvenientes). También se ha convertido en el partido de la contaminación.

¿Por qué? Sólo hay que seguir el dinero. Existe gran variación de una industria a otra si se considera cuánto daño ambiental causan por dólar de producción. Resulta que las industrias supercontaminantes les han apostado todo a los republicanos.

En 2016, por ejemplo, la minería del carbón entregó 97 por ciento de sus aportaciones políticas a causas y candidatos republicanos. Los contaminadores ahora reciben lo que pagaron.