/ viernes 13 de abril de 2018

Trump el angustiado

En momentos de baja popularidad, los presidentes de los Estados Unidos optaban por concentrarse en un enemigo externo, ficticio o real para remontar su liderazgo. Pero en ningún caso lo habían hecho tan cercano como plantear a su vecino como el enemigo.

En los últimos días Donald Trump incrementó su ofensiva en contra de México con un acto inusitado como perverso: movilizar tropas a la frontera de un país aliado y amigo. La medida parece desesperada, lo es.

La desesperación viene de la cadena de fracasos que ha tenido después de su elección, la realidad es que no ha logrado borrar el legado de Obama, tampoco hay un dólar para el muro, únicamente ha conseguido la aprobación de la reforma fiscal.

Esto en un escenario global, en el que China toma la dominancia económica y Rusia parece cada vez más influyente en las elecciones en el mundo, Trump va del ridículo a la confrontación con dirección a crear una guerra comercial, tan innecesaria como dañina.

Sus acciones que parecen descabelladas tienen un cálculo y una estrategia que le permiten consolidar una base de largo plazo entre los blancos conservadores que le permitieron llegar al poder.

Un elemento interesante para entender el fenómeno es el libro de Jim Goad, el Manifiesto Redneck, en el cual plantea cómo los blancos pobres llevan demasiado tiempo siendo ignorados por los políticos estadounidenses.

Trump se convirtió en el campeón del Estados Unidos enojado, de los pobres y blancos molestos, de aquellos que les ofende el progresismo, la diversidad y la globalización, pero también hay que reconocer la existencia de un sentimiento honesto y una causa legítima, de aquellos que son los excluidos del progreso, la riqueza y la prosperidad norteamericana.

Trump no busca la aprobación de la clase política, de los gobiernos exteriores, medios de comunicación o de los ciudadanos progresistas. Busca la densidad y el compromiso de este grupo y sobre esa base, construir un proyecto de largo plazo.

Los tiempos no le favorecen, la elección de medio término será en noviembre y si la pierde, le será muy difícil construir algo en lo que le resta del periodo, por eso la desesperación de lograr una victoria real, ficticia o simbólica que le permita promoverse para su reelección.

Trump se juega el resto en esta jugada, él sabe que perderá credibilidad política y eficacia, pero podrá perder su liderazgo. Aun pagando ese costo, podrá ser competitivo para la reelección.

Es un hombre que ha mostrado determinación y no da señales de amedrentarse ante la adversidad, suele salirse con la suya, normalmente por las malas. Frente a esto, la respuesta en la clase política mexicana ha sido sensata y digna, pero también hace falta un cálculo político de mediano plazo para, eventualmente, descender el conflicto y lograr un nuevo status quo en la relación, que sea la plataforma para una estrategia económica y de prosperidad regional que en este momento no existe.

@LuisHFernandez

Senador por el PT- Morena

En momentos de baja popularidad, los presidentes de los Estados Unidos optaban por concentrarse en un enemigo externo, ficticio o real para remontar su liderazgo. Pero en ningún caso lo habían hecho tan cercano como plantear a su vecino como el enemigo.

En los últimos días Donald Trump incrementó su ofensiva en contra de México con un acto inusitado como perverso: movilizar tropas a la frontera de un país aliado y amigo. La medida parece desesperada, lo es.

La desesperación viene de la cadena de fracasos que ha tenido después de su elección, la realidad es que no ha logrado borrar el legado de Obama, tampoco hay un dólar para el muro, únicamente ha conseguido la aprobación de la reforma fiscal.

Esto en un escenario global, en el que China toma la dominancia económica y Rusia parece cada vez más influyente en las elecciones en el mundo, Trump va del ridículo a la confrontación con dirección a crear una guerra comercial, tan innecesaria como dañina.

Sus acciones que parecen descabelladas tienen un cálculo y una estrategia que le permiten consolidar una base de largo plazo entre los blancos conservadores que le permitieron llegar al poder.

Un elemento interesante para entender el fenómeno es el libro de Jim Goad, el Manifiesto Redneck, en el cual plantea cómo los blancos pobres llevan demasiado tiempo siendo ignorados por los políticos estadounidenses.

Trump se convirtió en el campeón del Estados Unidos enojado, de los pobres y blancos molestos, de aquellos que les ofende el progresismo, la diversidad y la globalización, pero también hay que reconocer la existencia de un sentimiento honesto y una causa legítima, de aquellos que son los excluidos del progreso, la riqueza y la prosperidad norteamericana.

Trump no busca la aprobación de la clase política, de los gobiernos exteriores, medios de comunicación o de los ciudadanos progresistas. Busca la densidad y el compromiso de este grupo y sobre esa base, construir un proyecto de largo plazo.

Los tiempos no le favorecen, la elección de medio término será en noviembre y si la pierde, le será muy difícil construir algo en lo que le resta del periodo, por eso la desesperación de lograr una victoria real, ficticia o simbólica que le permita promoverse para su reelección.

Trump se juega el resto en esta jugada, él sabe que perderá credibilidad política y eficacia, pero podrá perder su liderazgo. Aun pagando ese costo, podrá ser competitivo para la reelección.

Es un hombre que ha mostrado determinación y no da señales de amedrentarse ante la adversidad, suele salirse con la suya, normalmente por las malas. Frente a esto, la respuesta en la clase política mexicana ha sido sensata y digna, pero también hace falta un cálculo político de mediano plazo para, eventualmente, descender el conflicto y lograr un nuevo status quo en la relación, que sea la plataforma para una estrategia económica y de prosperidad regional que en este momento no existe.

@LuisHFernandez

Senador por el PT- Morena