/ jueves 9 de enero de 2020

Trump el intimidador falla de nuevo

A menudo, las crisis internacionales conducen, al menos inicialmente, a un creciente apoyo al liderazgo de un país. Y eso es justo lo que está sucediendo ahora. Apenas hace unas semanas, el mandatario de la nación enfrentó un descontento público tan intenso que su control del poder pareció tambalearse. Ahora, el asesinato del general Qasem Soleimani ha transformado la situación, generando una ola de patriotismo que ha reafirmado en gran medida a la clase gobernante.

Por desgracia, estas movilizaciones patriotas en torno a la bandera no están ocurriendo en Estados Unidos, donde muchos (con buena razón) sospechan profundamente de los motivos de Donald Trump, sino en Irán.

En otras palabras, el intento más reciente de Trump de acosar a otro país ha resultado contraproducente, casi como todos sus intentos anteriores.

Desde sus primeros días en el cargo, Trump ha actuado con la evidente creencia de que puede intimidar fácilmente a los gobiernos extranjeros, que de inmediato se rendirán y se dejarán humillar.

Es decir, se imaginó que enfrentaba a un mundo de Lindsey Grahams, dispuestos a abandonar toda dignidad al primer indicio de un desafío.

Sin embargo, su estrategia sigue fallando; los regímenes a los que amenaza se fortalecen en lugar de debilitarse y Trump es el único que acaba haciendo concesiones humillantes.

¿Recuerdan, por ejemplo, cuando Trump prometió “fuego y furia” si Corea del Norte no ponía un alto a su programa de armas nucleares? Afirmó que había ganado después de una cumbre de 2018 en la que se reunió con Kim Jong-un, el mandatario de Corea del Norte. No obstante, Kim no hizo ninguna concesión real.

O consideren la guerra comercial con China, que se suponía que pondría de rodillas a los chinos. Supuestamente, se logró un acuerdo, aunque todavía no se conocen muchos detalles. Lo que está claro es que se queda corto en relación con los objetivos estadounidenses y que los funcionarios chinos están contentos por el éxito que han tenido al enfrentar a Trump.

¿Por qué la estrategia internacional de Trump, que podría describirse como la de ganar a través de la intimidación, sigue fallando? ¿Y por qué sigue usándola de todos modos?

Sospecho que una respuesta es que, al igual que demasiados estadounidenses, a Trump le cuesta trabajo entender que los demás países son reales, es decir, que Estados Unidos no es el único país cuyos ciudadanos preferirían pagar caro, ya sea con dinero o incluso con su sangre, que acceder a las que consideran concesiones humillantes.

Sin embargo, Trump le ha dado la espalda a todo lo que solía hacer grandioso a Estados Unidos. Con su liderazgo, sólo nos hemos vuelto un gran acosador egoísta, un acosador con delirios de grandeza, que ni siquiera es tan rudo como piensa.

Los funcionarios de Trump parecen desconcertados ante las consecuencias negativas generalizadas del asesinato de Soleimani: el régimen iraní está empoderado, Irak se ha vuelto hostil y nadie nos ha demostrado su apoyo. Pero eso es lo que ocurre cuando traicionas a todos tus amigos y malgastas toda tu credibilidad.

A menudo, las crisis internacionales conducen, al menos inicialmente, a un creciente apoyo al liderazgo de un país. Y eso es justo lo que está sucediendo ahora. Apenas hace unas semanas, el mandatario de la nación enfrentó un descontento público tan intenso que su control del poder pareció tambalearse. Ahora, el asesinato del general Qasem Soleimani ha transformado la situación, generando una ola de patriotismo que ha reafirmado en gran medida a la clase gobernante.

Por desgracia, estas movilizaciones patriotas en torno a la bandera no están ocurriendo en Estados Unidos, donde muchos (con buena razón) sospechan profundamente de los motivos de Donald Trump, sino en Irán.

En otras palabras, el intento más reciente de Trump de acosar a otro país ha resultado contraproducente, casi como todos sus intentos anteriores.

Desde sus primeros días en el cargo, Trump ha actuado con la evidente creencia de que puede intimidar fácilmente a los gobiernos extranjeros, que de inmediato se rendirán y se dejarán humillar.

Es decir, se imaginó que enfrentaba a un mundo de Lindsey Grahams, dispuestos a abandonar toda dignidad al primer indicio de un desafío.

Sin embargo, su estrategia sigue fallando; los regímenes a los que amenaza se fortalecen en lugar de debilitarse y Trump es el único que acaba haciendo concesiones humillantes.

¿Recuerdan, por ejemplo, cuando Trump prometió “fuego y furia” si Corea del Norte no ponía un alto a su programa de armas nucleares? Afirmó que había ganado después de una cumbre de 2018 en la que se reunió con Kim Jong-un, el mandatario de Corea del Norte. No obstante, Kim no hizo ninguna concesión real.

O consideren la guerra comercial con China, que se suponía que pondría de rodillas a los chinos. Supuestamente, se logró un acuerdo, aunque todavía no se conocen muchos detalles. Lo que está claro es que se queda corto en relación con los objetivos estadounidenses y que los funcionarios chinos están contentos por el éxito que han tenido al enfrentar a Trump.

¿Por qué la estrategia internacional de Trump, que podría describirse como la de ganar a través de la intimidación, sigue fallando? ¿Y por qué sigue usándola de todos modos?

Sospecho que una respuesta es que, al igual que demasiados estadounidenses, a Trump le cuesta trabajo entender que los demás países son reales, es decir, que Estados Unidos no es el único país cuyos ciudadanos preferirían pagar caro, ya sea con dinero o incluso con su sangre, que acceder a las que consideran concesiones humillantes.

Sin embargo, Trump le ha dado la espalda a todo lo que solía hacer grandioso a Estados Unidos. Con su liderazgo, sólo nos hemos vuelto un gran acosador egoísta, un acosador con delirios de grandeza, que ni siquiera es tan rudo como piensa.

Los funcionarios de Trump parecen desconcertados ante las consecuencias negativas generalizadas del asesinato de Soleimani: el régimen iraní está empoderado, Irak se ha vuelto hostil y nadie nos ha demostrado su apoyo. Pero eso es lo que ocurre cuando traicionas a todos tus amigos y malgastas toda tu credibilidad.