/ jueves 12 de diciembre de 2019

Trump es malo para los judíos

El sábado, Donald Trump pronunció un discurso ante el Consejo Estadounidense Israelí en el que afirmó que muchos en el público “no son gente agradable en absoluto”, pero “ustedes tienen que votar por mí” porque los demócratas les aumentarán los impuestos.

¿Acaso estaba usando el estereotipo antisemita de retratar a los judíos como avaros a los que sólo les importa su riqueza? Por supuesto que sí. Tal vez se podrían disculpar sus comentarios si se tratara de un caso aislado, pero, de hecho, Trump ha hecho esto varias veces, por ejemplo, cuando afirmó en 2015 que los judíos no lo apoyaban porque él no quiso aceptar su dinero y “ustedes quieren controlar a sus políticos”.

Bueno, a nadie sorprende que la intolerancia de Trump no se limite a los negros ni a los inmigrantes. Sin embargo, lo interesante es que en este cliché antisemita en particular —que los judíos son avaros y su comportamiento político está especialmente motivado por sus intereses financieros— es totalmente erróneo en la práctica. De hecho, los judíos estadounidenses son mucho más liberales de lo que uno podría esperar dada su situación económica.

En otras palabras, los judíos estadounidenses no son los personajes excepcionalmente avaros y egoístas que se imaginan los antisemitas.

No obstante, sería tonto cometer el error opuesto e imaginar que los judíos se distinguen por su espíritu público. Sólo son personas con las mismas virtudes y vicios que todos los demás.

El gobierno de Trump, más allá de cualquier duda razonable, es un régimen antidemocrático y nacionalista blanco.

Y aunque (todavía) no es explícitamente antisemita, muchos de sus aliados lo son: “Los judíos no nos remplazarán”, coreaban “las muy buenas personas” que llevaban antorchas en Charlottesville, Virginia.

Hay que ser deliberadamente ignorante del pasado para no saber a dónde lleva todo esto. De hecho, ya está sucediendo: los incidentes antisemitas se han disparado (y los correos electrónicos de odio que recibo se han vuelto… interesantes).

Los judíos no son los únicos que se han dado cuenta de esto. Muchos electores asiático-estadounidenses solían apoyar a los republicanos, pero ese grupo se ha vuelto abrumadoramente demócrata.

Los indo-estadounidenses, en específico, son como los judíos estadounidenses: un grupo con altos ingresos y educación superior que vota por los demócratas en amplios márgenes, se podría suponer que muchos de sus miembros también se dan cuenta de las consecuencias del nacionalismo blanco.

En todo esto, los republicanos —no sólo Trump, sino todo su partido— están cosechando lo que sembraron. Su estrategia desde hace décadas ha sido ganar votos de la clase trabajadora blanca, a pesar de que su plataforma va en contra de ese sector de la población, apelando al resentimiento racial.

Sin embargo, hay que tener, digamos, ‘chutzpah’ (audacia, en yidis) y un verdadero nivel de desprecio por tu audiencia, para promover una política de identidad mezclada con odio, y luego ir con los miembros de grupos minoritarios y decirles, en la práctica: “¡Ignoren la intolerancia y miren los impuestos que se van a ahorrar!”.

El sábado, Donald Trump pronunció un discurso ante el Consejo Estadounidense Israelí en el que afirmó que muchos en el público “no son gente agradable en absoluto”, pero “ustedes tienen que votar por mí” porque los demócratas les aumentarán los impuestos.

¿Acaso estaba usando el estereotipo antisemita de retratar a los judíos como avaros a los que sólo les importa su riqueza? Por supuesto que sí. Tal vez se podrían disculpar sus comentarios si se tratara de un caso aislado, pero, de hecho, Trump ha hecho esto varias veces, por ejemplo, cuando afirmó en 2015 que los judíos no lo apoyaban porque él no quiso aceptar su dinero y “ustedes quieren controlar a sus políticos”.

Bueno, a nadie sorprende que la intolerancia de Trump no se limite a los negros ni a los inmigrantes. Sin embargo, lo interesante es que en este cliché antisemita en particular —que los judíos son avaros y su comportamiento político está especialmente motivado por sus intereses financieros— es totalmente erróneo en la práctica. De hecho, los judíos estadounidenses son mucho más liberales de lo que uno podría esperar dada su situación económica.

En otras palabras, los judíos estadounidenses no son los personajes excepcionalmente avaros y egoístas que se imaginan los antisemitas.

No obstante, sería tonto cometer el error opuesto e imaginar que los judíos se distinguen por su espíritu público. Sólo son personas con las mismas virtudes y vicios que todos los demás.

El gobierno de Trump, más allá de cualquier duda razonable, es un régimen antidemocrático y nacionalista blanco.

Y aunque (todavía) no es explícitamente antisemita, muchos de sus aliados lo son: “Los judíos no nos remplazarán”, coreaban “las muy buenas personas” que llevaban antorchas en Charlottesville, Virginia.

Hay que ser deliberadamente ignorante del pasado para no saber a dónde lleva todo esto. De hecho, ya está sucediendo: los incidentes antisemitas se han disparado (y los correos electrónicos de odio que recibo se han vuelto… interesantes).

Los judíos no son los únicos que se han dado cuenta de esto. Muchos electores asiático-estadounidenses solían apoyar a los republicanos, pero ese grupo se ha vuelto abrumadoramente demócrata.

Los indo-estadounidenses, en específico, son como los judíos estadounidenses: un grupo con altos ingresos y educación superior que vota por los demócratas en amplios márgenes, se podría suponer que muchos de sus miembros también se dan cuenta de las consecuencias del nacionalismo blanco.

En todo esto, los republicanos —no sólo Trump, sino todo su partido— están cosechando lo que sembraron. Su estrategia desde hace décadas ha sido ganar votos de la clase trabajadora blanca, a pesar de que su plataforma va en contra de ese sector de la población, apelando al resentimiento racial.

Sin embargo, hay que tener, digamos, ‘chutzpah’ (audacia, en yidis) y un verdadero nivel de desprecio por tu audiencia, para promover una política de identidad mezclada con odio, y luego ir con los miembros de grupos minoritarios y decirles, en la práctica: “¡Ignoren la intolerancia y miren los impuestos que se van a ahorrar!”.