/ martes 7 de agosto de 2018

Trump no es populista

Un mensaje para todos aquellos en los medios informativos que no dejan de llamar “populista” a Trump: no creo que esa palabra signifique lo que ustedes creen.

Es verdad que, de vez en cuando, Donald Trump aún se hace pasar por alguien que defiende los intereses de los trabajadores comunes y corrientes de Estados Unidos en contra de las élites. Además, supongo que se puede pensar que su acogida del nacionalismo blanco les da voz a los estadounidenses comunes y corrientes que comparten su racismo, pero que sentían que no habían podido expresar su prejuicio en público.

Sin embargo, lleva en la presidencia un año y medio, el tiempo suficiente para ser juzgado por lo que hace, no por lo que dice, y su gobierno ha sido despiadado a la hora de oponerse a los trabajadores en casi todos los frentes.

Empecemos con la política fiscal, en la que el mayor logro legislativo de Trump es una reducción tributaria que beneficia principalmente a las corporaciones (cuyo pago de impuestos ha caído a un barranco) y no ha hecho nada por elevar los salarios. El plan fiscal hace tan poco por los estadounidenses comunes y corrientes que los republicanos han dejado de promoverlo.

También tenemos la política de salud, en la que Trump, después de haber fracasado en la derogación de Obamacare —lo cual habría sido un enorme golpe para las familias trabajadoras—, más bien ha promovido una campaña de sabotaje que es probable que haya elevado las primas casi un 20% en comparación con lo que habrían costado si no la hubiera llevado a cabo.

Del mismo modo, está la política laboral, en la que el gobierno de Trump se ha movido en múltiples frentes para eliminar las regulaciones que habían protegido a los trabajadores ante la explotación, las lesiones y más.

Sin embargo, las políticas inmediatas no cuentan toda la historia. También se deben considerar los nombramientos de Trump. Cuando se trata de políticas que afectan a los trabajadores, Trump ha creado un equipo de compinches: casi todos los puestos importantes han caído en manos de un cabildero o alguien con fuertes lazos financieros con la industria. Los intereses laborales no han obtenido ninguna representación.

La nominación de Brett Kavanaugh para la Suprema Corte merece una especial atención. Hay mucho que no sabemos sobre Kavanaugh, en parte porque los senadores republicanos están bloqueando las solicitudes demócratas para que haya más información.

No obstante, sí sabemos que está en contra de los derechos laborales: se encuentra muy hacia la derecha de lo convencional y muy hacia la derecha incluso de la mayoría de los republicanos.

En fin, sin importar sus motivaciones, cuando Trump actúa es lo opuesto a un populista. Y, no, su guerra comercial no cambia ese juicio.

La nominación de Brett Kavanaugh para la Suprema Corte merece una especial atención. Hay mucho que no sabemos sobre él.



Un mensaje para todos aquellos en los medios informativos que no dejan de llamar “populista” a Trump: no creo que esa palabra signifique lo que ustedes creen.

Es verdad que, de vez en cuando, Donald Trump aún se hace pasar por alguien que defiende los intereses de los trabajadores comunes y corrientes de Estados Unidos en contra de las élites. Además, supongo que se puede pensar que su acogida del nacionalismo blanco les da voz a los estadounidenses comunes y corrientes que comparten su racismo, pero que sentían que no habían podido expresar su prejuicio en público.

Sin embargo, lleva en la presidencia un año y medio, el tiempo suficiente para ser juzgado por lo que hace, no por lo que dice, y su gobierno ha sido despiadado a la hora de oponerse a los trabajadores en casi todos los frentes.

Empecemos con la política fiscal, en la que el mayor logro legislativo de Trump es una reducción tributaria que beneficia principalmente a las corporaciones (cuyo pago de impuestos ha caído a un barranco) y no ha hecho nada por elevar los salarios. El plan fiscal hace tan poco por los estadounidenses comunes y corrientes que los republicanos han dejado de promoverlo.

También tenemos la política de salud, en la que Trump, después de haber fracasado en la derogación de Obamacare —lo cual habría sido un enorme golpe para las familias trabajadoras—, más bien ha promovido una campaña de sabotaje que es probable que haya elevado las primas casi un 20% en comparación con lo que habrían costado si no la hubiera llevado a cabo.

Del mismo modo, está la política laboral, en la que el gobierno de Trump se ha movido en múltiples frentes para eliminar las regulaciones que habían protegido a los trabajadores ante la explotación, las lesiones y más.

Sin embargo, las políticas inmediatas no cuentan toda la historia. También se deben considerar los nombramientos de Trump. Cuando se trata de políticas que afectan a los trabajadores, Trump ha creado un equipo de compinches: casi todos los puestos importantes han caído en manos de un cabildero o alguien con fuertes lazos financieros con la industria. Los intereses laborales no han obtenido ninguna representación.

La nominación de Brett Kavanaugh para la Suprema Corte merece una especial atención. Hay mucho que no sabemos sobre Kavanaugh, en parte porque los senadores republicanos están bloqueando las solicitudes demócratas para que haya más información.

No obstante, sí sabemos que está en contra de los derechos laborales: se encuentra muy hacia la derecha de lo convencional y muy hacia la derecha incluso de la mayoría de los republicanos.

En fin, sin importar sus motivaciones, cuando Trump actúa es lo opuesto a un populista. Y, no, su guerra comercial no cambia ese juicio.

La nominación de Brett Kavanaugh para la Suprema Corte merece una especial atención. Hay mucho que no sabemos sobre él.