/ martes 12 de febrero de 2019

Trump vs. el socialismo

Donald Trump, en su discurso del Estado de la Unión, dejó de lado brevemente sus habituales advertencias sobre la escalofriante gente de piel morena para hacer advertencias sobre la amenaza del socialismo.¿A qué se refiere la gente de Trump, o los conservadores en general, cuando hablan de “socialismo”? La respuesta es… depende.

A veces es cualquier tipo de liberalismo económico. Por eso, después del discurso, Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, alabó la economía de Trump y declaró: “No vamos a regresar al socialismo”, como si apenas en 2016, Estados Unidos hubiera sido un cuchitril socialista. ¿Quién lo hubiera dicho?

Sin embargo, en otras ocasiones se refieren a la planeación central al estilo soviético, o la nacionalización de la industria al estilo de Venezuela, sin tener en cuenta la realidad de que básicamente no hay un solo político estadounidense que abogue por tales cosas.

Algunos políticos progresistas estadounidenses ahora se autodefinen como socialistas, y un número importante de electores, incluida una mayoría de electores menores de 30 años, dice estar a favor del socialismo. Pero ni los políticos ni los electores claman que el gobierno nacionalice los medios de producción. Más bien se han servido de la retórica conservadora que tilda de socialismo cualquier cosa que modere los excesos de una economía de mercados y, de hecho, dijeron: “Bueno, siendo así, soy socialista”.

Lo que los estadounidenses que apoyan el “socialismo” en realidad quieren es lo que el resto del mundo llama socialdemocracia: una economía de mercados, pero en la que las penurias extremas se limiten gracias a una red de seguridad social fuerte y la desigualdad extrema se limite con impuestos progresistas. Quieren que Estados Unidos se convierta en Dinamarca o Noruega, no en Venezuela.

Los países nórdicos no son, para nada, cuchitriles; tienen un producto interno bruto per cápita más bajo que Estados Unidos, pero eso se debe en gran medida a que tienen más vacaciones. En comparación con EU, tienen una mayor expectativa de vida, mucha menos pobreza y, en general, están considerablemente más satisfechos con la vida que llevan.

Es evidente que los economistas de Trump se las vieron negras para hacer que la realidad de las sociedades nórdicas embonara en su manifiesto antisocialista. En algunas partes dicen que los nórdicos en realidad no son socialistas; en otras, tratan desesperadamente de demostrar que, a pesar de las apariencias, los daneses y los suecos sufren.

¿Qué hay del paso inevitable del liberalismo al totalitarismo? No existe prueba alguna de que exista. Medicare no acabó con la libertad. Ni la Rusia estalinista ni la China maoísta surgieron de socialdemocracias. Si hay un camino a la servidumbre, no se me ocurre ninguna nación que lo haya tomado.

De tal modo que asustar a los demás con el socialismo es absurdo y deshonesto, pero ¿será eficiente en lo político?

Tal vez no. Después de todo, los electores apoyan de manera abrumadora la mayoría de las políticas propuestas por los “socialistas” estadounidenses, incluyendo los impuestos más elevados a los ricos y que Medicare esté disponible para todos.

Donald Trump, en su discurso del Estado de la Unión, dejó de lado brevemente sus habituales advertencias sobre la escalofriante gente de piel morena para hacer advertencias sobre la amenaza del socialismo.¿A qué se refiere la gente de Trump, o los conservadores en general, cuando hablan de “socialismo”? La respuesta es… depende.

A veces es cualquier tipo de liberalismo económico. Por eso, después del discurso, Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, alabó la economía de Trump y declaró: “No vamos a regresar al socialismo”, como si apenas en 2016, Estados Unidos hubiera sido un cuchitril socialista. ¿Quién lo hubiera dicho?

Sin embargo, en otras ocasiones se refieren a la planeación central al estilo soviético, o la nacionalización de la industria al estilo de Venezuela, sin tener en cuenta la realidad de que básicamente no hay un solo político estadounidense que abogue por tales cosas.

Algunos políticos progresistas estadounidenses ahora se autodefinen como socialistas, y un número importante de electores, incluida una mayoría de electores menores de 30 años, dice estar a favor del socialismo. Pero ni los políticos ni los electores claman que el gobierno nacionalice los medios de producción. Más bien se han servido de la retórica conservadora que tilda de socialismo cualquier cosa que modere los excesos de una economía de mercados y, de hecho, dijeron: “Bueno, siendo así, soy socialista”.

Lo que los estadounidenses que apoyan el “socialismo” en realidad quieren es lo que el resto del mundo llama socialdemocracia: una economía de mercados, pero en la que las penurias extremas se limiten gracias a una red de seguridad social fuerte y la desigualdad extrema se limite con impuestos progresistas. Quieren que Estados Unidos se convierta en Dinamarca o Noruega, no en Venezuela.

Los países nórdicos no son, para nada, cuchitriles; tienen un producto interno bruto per cápita más bajo que Estados Unidos, pero eso se debe en gran medida a que tienen más vacaciones. En comparación con EU, tienen una mayor expectativa de vida, mucha menos pobreza y, en general, están considerablemente más satisfechos con la vida que llevan.

Es evidente que los economistas de Trump se las vieron negras para hacer que la realidad de las sociedades nórdicas embonara en su manifiesto antisocialista. En algunas partes dicen que los nórdicos en realidad no son socialistas; en otras, tratan desesperadamente de demostrar que, a pesar de las apariencias, los daneses y los suecos sufren.

¿Qué hay del paso inevitable del liberalismo al totalitarismo? No existe prueba alguna de que exista. Medicare no acabó con la libertad. Ni la Rusia estalinista ni la China maoísta surgieron de socialdemocracias. Si hay un camino a la servidumbre, no se me ocurre ninguna nación que lo haya tomado.

De tal modo que asustar a los demás con el socialismo es absurdo y deshonesto, pero ¿será eficiente en lo político?

Tal vez no. Después de todo, los electores apoyan de manera abrumadora la mayoría de las políticas propuestas por los “socialistas” estadounidenses, incluyendo los impuestos más elevados a los ricos y que Medicare esté disponible para todos.