/ jueves 13 de febrero de 2020

Trump y el Partido Republicano

Algo que mucha gente olvida sobre las elecciones de 2016 es que, cuando era candidato, Donald Trump prometió ser un tipo distinto de republicano.

Según declaró, a diferencia de la corriente dominante de su partido, él iba a elevar los impuestos a los ricos y no iba a recortar programas de los que dependen los estadounidenses de a pie, como el Seguro Social, Medicare y Medicaid.

Al mismo tiempo, iba a invertir enormes sumas de dinero en la reconstrucción de la infraestructura de Estados Unidos. Estaba mintiendo.

El único logro legislativo importante de Trump, la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos de 2017, fue, en toda la extensión de la palabra, republicanismo moderno estándar: inmensos recortes fiscales a las corporaciones, además de exenciones tributarias que beneficiaron a los ricos de una forma abrumadora.

El único aspecto poco convencional de la legislación fue la variedad de nuevos timos fiscales que posibilitó, como los beneficios para los inversionistas en “zonas de oportunidad”, los cuales en teoría estaban diseñados para ayudar a las comunidades pobres, pero en realidad han enriquecido a los desarrolladores multimillonarios de bienes raíces.

Donald Trump también estuvo muy cerca de aprobar una “reforma” al sistema de salud que habría impuesto recortes salvajes a Medicaid, eliminado protecciones para las personas con enfermedades preexistentes y despojado a más de 30 millones de estadounidenses de su seguro médico.

Además, claro está, no ha habido ningún proyecto de ley relacionado con la infraestructura; de hecho, las proclamaciones repetidas del gobierno de Trump de alguna “Semana de la infraestructura” se han vuelto un chiste recurrente.

Los especialistas en política siguen analizando de cerca el presupuesto más reciente de Trump, que se dio a conocer el lunes, pero no se ocultó el mismo “robinhoodismo” a la inversa de presupuestos anteriores: quitarles a los pobres y a la clase media para darles a los ricos.

En otras palabras, el Trump de la práctica, contrario al Trump de la simulación, ha resultado tan comprometido con la teoría económica del goteo o derrame como lo han sido durante décadas los republicanos en el Congreso.

La gente a menudo dice que Trump ha secuestrado al Partido Republicano, una verdad en temas como el Estado de derecho y el apoyo a la democracia.

Sin embargo, también es verdad que el Partido Republicano ha secuestrado a Trump en lo que respecta a las políticas internas.

En este momento, la pregunta es si Trump pagará el precio por incumplir todas sus promesas. En 2018, los demócratas tomaron la Cámara de Representantes básicamente por la reacción negativa al intento de Trump por destruir Obamacare.

Sin embargo, hay un peligro verdadero de que los demócratas arruinen su oportunidad en las elecciones por convertirlas en un referendo sobre ideas ambiciosas que no tienen muchas posibilidades de volverse realidad, como el llamado Medicare para Todos, en vez de sobre los esfuerzos en curso de Trump para destruir programas que los estadounidenses aman.

Algo que mucha gente olvida sobre las elecciones de 2016 es que, cuando era candidato, Donald Trump prometió ser un tipo distinto de republicano.

Según declaró, a diferencia de la corriente dominante de su partido, él iba a elevar los impuestos a los ricos y no iba a recortar programas de los que dependen los estadounidenses de a pie, como el Seguro Social, Medicare y Medicaid.

Al mismo tiempo, iba a invertir enormes sumas de dinero en la reconstrucción de la infraestructura de Estados Unidos. Estaba mintiendo.

El único logro legislativo importante de Trump, la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos de 2017, fue, en toda la extensión de la palabra, republicanismo moderno estándar: inmensos recortes fiscales a las corporaciones, además de exenciones tributarias que beneficiaron a los ricos de una forma abrumadora.

El único aspecto poco convencional de la legislación fue la variedad de nuevos timos fiscales que posibilitó, como los beneficios para los inversionistas en “zonas de oportunidad”, los cuales en teoría estaban diseñados para ayudar a las comunidades pobres, pero en realidad han enriquecido a los desarrolladores multimillonarios de bienes raíces.

Donald Trump también estuvo muy cerca de aprobar una “reforma” al sistema de salud que habría impuesto recortes salvajes a Medicaid, eliminado protecciones para las personas con enfermedades preexistentes y despojado a más de 30 millones de estadounidenses de su seguro médico.

Además, claro está, no ha habido ningún proyecto de ley relacionado con la infraestructura; de hecho, las proclamaciones repetidas del gobierno de Trump de alguna “Semana de la infraestructura” se han vuelto un chiste recurrente.

Los especialistas en política siguen analizando de cerca el presupuesto más reciente de Trump, que se dio a conocer el lunes, pero no se ocultó el mismo “robinhoodismo” a la inversa de presupuestos anteriores: quitarles a los pobres y a la clase media para darles a los ricos.

En otras palabras, el Trump de la práctica, contrario al Trump de la simulación, ha resultado tan comprometido con la teoría económica del goteo o derrame como lo han sido durante décadas los republicanos en el Congreso.

La gente a menudo dice que Trump ha secuestrado al Partido Republicano, una verdad en temas como el Estado de derecho y el apoyo a la democracia.

Sin embargo, también es verdad que el Partido Republicano ha secuestrado a Trump en lo que respecta a las políticas internas.

En este momento, la pregunta es si Trump pagará el precio por incumplir todas sus promesas. En 2018, los demócratas tomaron la Cámara de Representantes básicamente por la reacción negativa al intento de Trump por destruir Obamacare.

Sin embargo, hay un peligro verdadero de que los demócratas arruinen su oportunidad en las elecciones por convertirlas en un referendo sobre ideas ambiciosas que no tienen muchas posibilidades de volverse realidad, como el llamado Medicare para Todos, en vez de sobre los esfuerzos en curso de Trump para destruir programas que los estadounidenses aman.