/ jueves 28 de febrero de 2019

Trump y los autócratas

Han habido algunas buenas noticias sobre el comercio mundial últimamente: todo parece indicar que una guerra comercial a gran escala entre Estados Unidos y China podría evitarse.

La mala noticia es que si, en efecto, vamos a celebrar un tratado comercial con China, básicamente será porque los chinos le están ofreciendo a Donald Trump un beneficio político personal. Al mismo tiempo, se avecina un conflicto comercial mucho más peligroso con Europa y, los europeos, que todavía tienen esta cosa peculiar llamada Estado de derecho, y no pueden recurrir a los sobornos para lograr la paz comercial.

Los antecedentes: el año pasado, el gobierno de Trump impuso aranceles a una amplia gama de productos chinos, que abarcaron más de la mitad de las exportaciones de China a Estados Unidos. No obstante, eso podría haber sido sólo el principio: Trump había amenazado con imponer aranceles mucho más elevados a 200 mil millones de dólares de exportaciones chinas a partir de este viernes.

¿Qué motivó esos aranceles? El conflicto comercial es básicamente una venganza personal de Trump, a la que puede dedicarse debido a que las leyes internacionales de Estados Unidos en materia de comercio le otorgan al presidente una gran discrecionalidad para imponer aranceles por diversos motivos. Por ende, la predicción de las políticas comerciales tiene que ver con descifrar qué está pasando por la mente de un hombre.

No obstante, ha habido pocas pruebas de que Trump esté interesado en lidiar con el verdadero problema de China. Durante el fin de semana asistí a una conferencia sobre políticas comerciales, ahí se preguntó a los expertos qué quería Trump realmente; la respuesta más popular fue: “logros tuiteables”.

Como era de esperarse, Trump se ha atribuido lo que él llama grandes concesiones chinas, que parecen estar relacionadas en general con que el gobierno chino le ordena a las empresas comprar productos agrícolas estadounidenses. En específico, el aplazamiento de la guerra comercial vino después de la promesa que hizo China de comprar diez millones de toneladas de soya. Esto complacerá a los agricultores, aunque no está nada claro si compensará las pérdidas que han sufrido debido a las acciones previas de Trump.

La cuestión es que lo que China está ofreciendo no se relaciona en absoluto con los intereses nacionales estadounidenses que están realmente en juego. Únicamente le da a Trump motivos para tuitear.

Ah, y por cierto: el banco más grande de China, cuyo propietario mayoritario resulta ser el gobierno chino, ocupa tres pisos completos de la Torre Trump en Manhattan. El banco había pensado reducir su espacio; será interesante ver qué ocurre con ese plan ahora.

Mientras tanto, el Departamento de Comercio de Estados Unidos elaboró un informe sobre las importaciones de automóviles europeos que, según la prensa alemana, concluye que suponen una amenaza para la seguridad nacional.

Si esto suena ridículo, es porque lo es. De hecho, aunque los europeos no son unos angelitos, sí se guían por las reglas mundiales y es difícil acusarlos de cometer pecados comerciales considerables.

Han habido algunas buenas noticias sobre el comercio mundial últimamente: todo parece indicar que una guerra comercial a gran escala entre Estados Unidos y China podría evitarse.

La mala noticia es que si, en efecto, vamos a celebrar un tratado comercial con China, básicamente será porque los chinos le están ofreciendo a Donald Trump un beneficio político personal. Al mismo tiempo, se avecina un conflicto comercial mucho más peligroso con Europa y, los europeos, que todavía tienen esta cosa peculiar llamada Estado de derecho, y no pueden recurrir a los sobornos para lograr la paz comercial.

Los antecedentes: el año pasado, el gobierno de Trump impuso aranceles a una amplia gama de productos chinos, que abarcaron más de la mitad de las exportaciones de China a Estados Unidos. No obstante, eso podría haber sido sólo el principio: Trump había amenazado con imponer aranceles mucho más elevados a 200 mil millones de dólares de exportaciones chinas a partir de este viernes.

¿Qué motivó esos aranceles? El conflicto comercial es básicamente una venganza personal de Trump, a la que puede dedicarse debido a que las leyes internacionales de Estados Unidos en materia de comercio le otorgan al presidente una gran discrecionalidad para imponer aranceles por diversos motivos. Por ende, la predicción de las políticas comerciales tiene que ver con descifrar qué está pasando por la mente de un hombre.

No obstante, ha habido pocas pruebas de que Trump esté interesado en lidiar con el verdadero problema de China. Durante el fin de semana asistí a una conferencia sobre políticas comerciales, ahí se preguntó a los expertos qué quería Trump realmente; la respuesta más popular fue: “logros tuiteables”.

Como era de esperarse, Trump se ha atribuido lo que él llama grandes concesiones chinas, que parecen estar relacionadas en general con que el gobierno chino le ordena a las empresas comprar productos agrícolas estadounidenses. En específico, el aplazamiento de la guerra comercial vino después de la promesa que hizo China de comprar diez millones de toneladas de soya. Esto complacerá a los agricultores, aunque no está nada claro si compensará las pérdidas que han sufrido debido a las acciones previas de Trump.

La cuestión es que lo que China está ofreciendo no se relaciona en absoluto con los intereses nacionales estadounidenses que están realmente en juego. Únicamente le da a Trump motivos para tuitear.

Ah, y por cierto: el banco más grande de China, cuyo propietario mayoritario resulta ser el gobierno chino, ocupa tres pisos completos de la Torre Trump en Manhattan. El banco había pensado reducir su espacio; será interesante ver qué ocurre con ese plan ahora.

Mientras tanto, el Departamento de Comercio de Estados Unidos elaboró un informe sobre las importaciones de automóviles europeos que, según la prensa alemana, concluye que suponen una amenaza para la seguridad nacional.

Si esto suena ridículo, es porque lo es. De hecho, aunque los europeos no son unos angelitos, sí se guían por las reglas mundiales y es difícil acusarlos de cometer pecados comerciales considerables.