/ viernes 25 de marzo de 2022

Ucrania: entre disuasión y agravios

La entrega de hace quince días generó reacciones en algunos de mis apreciables 10 lectores. Se podrían resumir de la siguiente forma: “Dices que Ucrania no debe ser parte de la OTAN, pero no dices qué tiene que hacer Ucrania para ser un país libre y soberano teniendo a Rusia como vecino”. Primero, decir que agradezco los comentarios y, acaso más, los cuestionamientos. Desde un inicio, este espacio se pensó para sostener un diálogo dinámico y abierto sobre temas delicados que, además de dinero y tiempo, también cuestan vidas. Bienvenido el debate.

Dicho esto, mi respuesta rápida a estos cuestionamientos fueron las palabras de Winston Churchill en un contexto por demás complejo –palabras que, por cierto, el Embajador Rubén Beltrán ha traído a la discusión en repetidas ocasiones: “Siempre he sostenido la visión de que el mantenimiento de la paz depende de la acumulación de elementos de disuasión contra el agresor, junto con un esfuerzo honesto por enmendar agravios”.

En sentido similar, un escenario en el que Ucrania sea un país libre y soberano dependerá de que genere capacidades suficientes de disuasión y atienda los agravios rusos –reales o imaginarios, pero simbólicos en última instancia. Aunque ambos aspectos tendrán que estar presentes para negociar una paz de largo aliento, en esta entrega quisiera desarrollar el aspecto disuasivo. Concretamente, me enfocaré en tres variables: 1) incremento de capacidades militares defensivas, 2) fortalecimiento de una alianza económica con Europa Occidental, y 3) mantenimiento territorial.

Sobre la primera variable, la no pertenencia a la OTAN y, por ende, la neutralidad de Ucrania no tiene que significar indefensión o pasividad. Un acuerdo de paz le tendría que permitir a Kiev desarrollar capacidad militar defensiva para que un esfuerzo de guerra futuro sea considerado por Moscú como demasiado costoso en tiempo, dinero, vidas y reputación. Probablemente este tema sea el más complicado para negociar la paz, incluso por encima de temas como el estatus legal de Crimea o el Donbás (Luhansk y Donetsk). En cualquier caso, Ucrania tendrá que privilegiar la polivalencia de sus fuerzas armadas, particularmente para casos de guerra/defensa híbrida o en los que tenga que recurrir parcial o totalmente a una modalidad de guerrilla urbana, como ahora.

En segundo lugar, cualquier salida política tendría que dejar la puerta abierta a que Ucrania forme parte de la Unión Europea, en tanto una asociación económica y política, mas no militar. Los costos de la guerra requerirá una reconstrucción rápida de la economía ucraniana y, por lo tanto, el fortalecimiento de los lazos con el resto de Europa.

Tercero, el territorio de Ucrania es un factor de disuasión en sí mismo, motivo por el que Kiev ya no puede perder masa territorial adicional a las regiones arriba señaladas. Una siguiente incursión rusa tendría que preocuparse por mantener el control del tercer país más extenso de Europa. El General David Petraeus, quien algo sabe de esto, hacía mención de este factor desde el principio de la incursión militar rusa.

Hay un cuarto elemento disuasivo aún sin mencionar, y tiene que ver con lo que Hegel llamaba el “espíritu del pueblo”: la resolución con la que ha luchado el pueblo ucraniano. Lo que sangren, lloren y suden en Ucrania hoy, permitirá que generaciones futuras vivan en un país más libre y más soberano. No tendría por qué ser distinto a otros casos en la historia.

La entrega de hace quince días generó reacciones en algunos de mis apreciables 10 lectores. Se podrían resumir de la siguiente forma: “Dices que Ucrania no debe ser parte de la OTAN, pero no dices qué tiene que hacer Ucrania para ser un país libre y soberano teniendo a Rusia como vecino”. Primero, decir que agradezco los comentarios y, acaso más, los cuestionamientos. Desde un inicio, este espacio se pensó para sostener un diálogo dinámico y abierto sobre temas delicados que, además de dinero y tiempo, también cuestan vidas. Bienvenido el debate.

Dicho esto, mi respuesta rápida a estos cuestionamientos fueron las palabras de Winston Churchill en un contexto por demás complejo –palabras que, por cierto, el Embajador Rubén Beltrán ha traído a la discusión en repetidas ocasiones: “Siempre he sostenido la visión de que el mantenimiento de la paz depende de la acumulación de elementos de disuasión contra el agresor, junto con un esfuerzo honesto por enmendar agravios”.

En sentido similar, un escenario en el que Ucrania sea un país libre y soberano dependerá de que genere capacidades suficientes de disuasión y atienda los agravios rusos –reales o imaginarios, pero simbólicos en última instancia. Aunque ambos aspectos tendrán que estar presentes para negociar una paz de largo aliento, en esta entrega quisiera desarrollar el aspecto disuasivo. Concretamente, me enfocaré en tres variables: 1) incremento de capacidades militares defensivas, 2) fortalecimiento de una alianza económica con Europa Occidental, y 3) mantenimiento territorial.

Sobre la primera variable, la no pertenencia a la OTAN y, por ende, la neutralidad de Ucrania no tiene que significar indefensión o pasividad. Un acuerdo de paz le tendría que permitir a Kiev desarrollar capacidad militar defensiva para que un esfuerzo de guerra futuro sea considerado por Moscú como demasiado costoso en tiempo, dinero, vidas y reputación. Probablemente este tema sea el más complicado para negociar la paz, incluso por encima de temas como el estatus legal de Crimea o el Donbás (Luhansk y Donetsk). En cualquier caso, Ucrania tendrá que privilegiar la polivalencia de sus fuerzas armadas, particularmente para casos de guerra/defensa híbrida o en los que tenga que recurrir parcial o totalmente a una modalidad de guerrilla urbana, como ahora.

En segundo lugar, cualquier salida política tendría que dejar la puerta abierta a que Ucrania forme parte de la Unión Europea, en tanto una asociación económica y política, mas no militar. Los costos de la guerra requerirá una reconstrucción rápida de la economía ucraniana y, por lo tanto, el fortalecimiento de los lazos con el resto de Europa.

Tercero, el territorio de Ucrania es un factor de disuasión en sí mismo, motivo por el que Kiev ya no puede perder masa territorial adicional a las regiones arriba señaladas. Una siguiente incursión rusa tendría que preocuparse por mantener el control del tercer país más extenso de Europa. El General David Petraeus, quien algo sabe de esto, hacía mención de este factor desde el principio de la incursión militar rusa.

Hay un cuarto elemento disuasivo aún sin mencionar, y tiene que ver con lo que Hegel llamaba el “espíritu del pueblo”: la resolución con la que ha luchado el pueblo ucraniano. Lo que sangren, lloren y suden en Ucrania hoy, permitirá que generaciones futuras vivan en un país más libre y más soberano. No tendría por qué ser distinto a otros casos en la historia.