/ martes 14 de noviembre de 2017

Un desesperado Maduro, a renegociar deuda

Hace ya tres años, aventurándome en el muy riesgoso oficio de profeta, presagié en este espacio de manera evidentemente errónea, el inminente derrumbe de la economía chavista, ya con Maduro en el poder presidencial. Para incurrir en tal desvarío profético quise apoyarme en las predicciones que a su vez formuló el reputado economista y estudioso de la realidad financiera venezolana Ricardo Hausmann, quien exponía con detalle las graves dificultades que enfrentaba el gobierno de su país para pagar el muy gravoso servicio de la deuda pública externa.

Tales dificultades se han venido prolongando hasta ahora. Pero el gobierno de Maduro ha decidido otorgarle máxima prioridad al escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones financieras en el extranjero. Tan es así que ha optado por sacrificar las ingentes y urgentes necesidades de alimentos, medicinas y bienes básicos de su pueblo con tal de poder pagar intereses y amortizaciones de su desmesurada deuda externa.

La motivación para asumir tan ruda decisión estriba en que el régimen chavista ha venido desmantelando el aparato productivo venezolano y se había llegado a la pasmosa situación de que casi el 80% del consumo global venezolano dependía de las importaciones. Cuando, en vida del presidente Hugo Chávez, los precios del petróleo rondaban los cien dólares por barril, los abundantes ingresos petroleros permitieron financiar esa desmesura, pero desde mediados de 2014, por el derrumbamiento de los precios del crudo, el gobierno ha tenido que enfrentar crecientes dificultades de financiamiento.

La muy gravosa prioridad concedida al pago de la deuda externa deriva de que se trata de un aspecto verdaderamente vital para la economía venezolana, ya que en caso de incumplimiento con sus principales acreedores, radicados en el mercado estadounidense, las sanciones podrían llevar a una hecatombe económica del país sudamericano. Ha estado de por medio la perspectiva de que los acreedores se paguen con un apoderamiento o embargo tanto de Citgo, la compañía petrolera que el gobierno venezolano posee en EU, como del crudo que exporte la paraestatal PDVSA.

En tal caso, los escasos ingresos de divisas que hoy todavía le quedan al régimen de Maduro se extinguirían casi por completo y su supervivencia al mando del gobierno quedaría reducida a un mínimo de posibilidades. Eso explica en gran parte los extremosos sacrificios que han tenido que soportarse a cambio de poder pagar el aplastante servicio de la deuda.. Recientemente Nicolás Maduro ha decidido asumir un gran riesgo: anunció su propósito de reestructurar la deuda externa.

Pero eso no depende tanto de su voluntad sino de la de sus acreedores. Ciertamente los bonos emitidos por PDVSA pagan unos intereses excesivos: más del 14% anual, lo que equivale a el triple de lo que reditúan la mayoría de los bonos. Pero es también proporcional al elevado riesgo que están corriendo sus tenedores. Ahora Maduro, desesperado ante la progresiva imposibilidad de continuar con tan elevada carga financiera intentará una renegociación, para lo cual ha elegido una opción muy cuestionable: designó como principal negociador al rudo vicepresidente Tareck El Aissami, a quien el Departamento del Tesoro ha ubicado como narcotraficante, por lo que prohibió a los estadounidenses realizar cualquier tipo de tratos con tan negativo personaje. Así, la suerte financiera del régimen chavista está en el aire.

amartinezv@derecho.unam.mx

@AlejoMVendrell

Hace ya tres años, aventurándome en el muy riesgoso oficio de profeta, presagié en este espacio de manera evidentemente errónea, el inminente derrumbe de la economía chavista, ya con Maduro en el poder presidencial. Para incurrir en tal desvarío profético quise apoyarme en las predicciones que a su vez formuló el reputado economista y estudioso de la realidad financiera venezolana Ricardo Hausmann, quien exponía con detalle las graves dificultades que enfrentaba el gobierno de su país para pagar el muy gravoso servicio de la deuda pública externa.

Tales dificultades se han venido prolongando hasta ahora. Pero el gobierno de Maduro ha decidido otorgarle máxima prioridad al escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones financieras en el extranjero. Tan es así que ha optado por sacrificar las ingentes y urgentes necesidades de alimentos, medicinas y bienes básicos de su pueblo con tal de poder pagar intereses y amortizaciones de su desmesurada deuda externa.

La motivación para asumir tan ruda decisión estriba en que el régimen chavista ha venido desmantelando el aparato productivo venezolano y se había llegado a la pasmosa situación de que casi el 80% del consumo global venezolano dependía de las importaciones. Cuando, en vida del presidente Hugo Chávez, los precios del petróleo rondaban los cien dólares por barril, los abundantes ingresos petroleros permitieron financiar esa desmesura, pero desde mediados de 2014, por el derrumbamiento de los precios del crudo, el gobierno ha tenido que enfrentar crecientes dificultades de financiamiento.

La muy gravosa prioridad concedida al pago de la deuda externa deriva de que se trata de un aspecto verdaderamente vital para la economía venezolana, ya que en caso de incumplimiento con sus principales acreedores, radicados en el mercado estadounidense, las sanciones podrían llevar a una hecatombe económica del país sudamericano. Ha estado de por medio la perspectiva de que los acreedores se paguen con un apoderamiento o embargo tanto de Citgo, la compañía petrolera que el gobierno venezolano posee en EU, como del crudo que exporte la paraestatal PDVSA.

En tal caso, los escasos ingresos de divisas que hoy todavía le quedan al régimen de Maduro se extinguirían casi por completo y su supervivencia al mando del gobierno quedaría reducida a un mínimo de posibilidades. Eso explica en gran parte los extremosos sacrificios que han tenido que soportarse a cambio de poder pagar el aplastante servicio de la deuda.. Recientemente Nicolás Maduro ha decidido asumir un gran riesgo: anunció su propósito de reestructurar la deuda externa.

Pero eso no depende tanto de su voluntad sino de la de sus acreedores. Ciertamente los bonos emitidos por PDVSA pagan unos intereses excesivos: más del 14% anual, lo que equivale a el triple de lo que reditúan la mayoría de los bonos. Pero es también proporcional al elevado riesgo que están corriendo sus tenedores. Ahora Maduro, desesperado ante la progresiva imposibilidad de continuar con tan elevada carga financiera intentará una renegociación, para lo cual ha elegido una opción muy cuestionable: designó como principal negociador al rudo vicepresidente Tareck El Aissami, a quien el Departamento del Tesoro ha ubicado como narcotraficante, por lo que prohibió a los estadounidenses realizar cualquier tipo de tratos con tan negativo personaje. Así, la suerte financiera del régimen chavista está en el aire.

amartinezv@derecho.unam.mx

@AlejoMVendrell