/ domingo 31 de julio de 2022

Un enfoque Continental al tráfico de drogas

Los datos y las estadísticas oficiales, en México o en cualquiera de las sociedades afectadas por el consumo de drogas, en este caso cocaína, no dan lugar a dudas respecto de una severa problemática adicciones-violencia (de todo tipo) que padecemos. Más temprano que tarde, la coordinación y articulación de políticas/programas compartidos, será una indispensable realidad y exigencia.

El pasado miércoles 27, los medios de comunicación nacionales internacionales, dieron cuenta de una incautación histórica de cocaína en la Ciudad de México, llegando a un total de una tonelada y seiscientos kilos. Los detalles de la exitosa operación y la ruta de distribución, han sido dadas a conocer de forma gradual por las autoridades, para evitar rumores y especulaciones que se generan de forma natural en este tipo de situaciones. No obstante, se debe hacer un análisis detallado a propósito del entorno, así como de las dinámicas que autoridades y sociedad enfrentan.

El primer indicador, respecto de un enfoque amplio dirigido de la geo región latinoamericana y en particular de los países andinos (Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia) relacionados con la producción y exportación de cocaína base, denota que el mercado y por lo tanto, el consumo de dicho alcaloide, sigue en aumento. Esto a su vez, nos conduce a un segundo indicador: que los principales mercados, Estados Unidos y Europa, al generar la creciente demanda, incentiva a la producción. Es un sencillo proceso que invierte la lógica elemental del capitalismo de oferta-demanda, para convertirlo en demanda-oferta.

Un tercer indicador, es que el paso de la cocaína al principal mercado de consumo de nivel mundial, por razones geográficas, tiene y debe pasar por nuestro país. El desafío es enorme. Los recursos implicados en la contención del trasiego del alcaloide a los endémicos y crecientes adictos en los Estados Unidos, es evidente, y no ha sido una responsabilidad ni acción compartida en partes iguales. Desde hace muchos años, distintos funcionarios y responsables mexicanos, han señalado la ausencia de compromisos de fondo y duraderos de parte de las contrapartes estadounidenses para frenar el consumo de las drogas en general y de la cocaína en particular.

El cuarto y último indicador a considerar en esta relevante coyuntura ante un decomiso de referencia, que se suma a los realizados por las Secretarías de la Defensa Nacional y de Marina Armada de México, a lo largo del sexenio, es que el tráfico de cocaína, solivianta la violencia homicida, en la disputa a muerte (literal) por el consumo al menudeo de la cocaína y por supuesto de otra drogas en la Ciudad de México. Y esta variable sí que debe y merece un análisis a fondo.

Si bien el programa de erradicación de plantíos del gobierno del Presidente Iván Duque, ha sido exitoso, también ha sido la utilización de nuevas técnicas y procedimiento agrícolas por parte de las organizaciones productoras de cocaína base. Es decir, aunque la superficie de cultivo ha disminuido, la producción por hectárea ha aumentado, y como es lógico, la demanda y los consumidores, también.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso

Los datos y las estadísticas oficiales, en México o en cualquiera de las sociedades afectadas por el consumo de drogas, en este caso cocaína, no dan lugar a dudas respecto de una severa problemática adicciones-violencia (de todo tipo) que padecemos. Más temprano que tarde, la coordinación y articulación de políticas/programas compartidos, será una indispensable realidad y exigencia.

El pasado miércoles 27, los medios de comunicación nacionales internacionales, dieron cuenta de una incautación histórica de cocaína en la Ciudad de México, llegando a un total de una tonelada y seiscientos kilos. Los detalles de la exitosa operación y la ruta de distribución, han sido dadas a conocer de forma gradual por las autoridades, para evitar rumores y especulaciones que se generan de forma natural en este tipo de situaciones. No obstante, se debe hacer un análisis detallado a propósito del entorno, así como de las dinámicas que autoridades y sociedad enfrentan.

El primer indicador, respecto de un enfoque amplio dirigido de la geo región latinoamericana y en particular de los países andinos (Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia) relacionados con la producción y exportación de cocaína base, denota que el mercado y por lo tanto, el consumo de dicho alcaloide, sigue en aumento. Esto a su vez, nos conduce a un segundo indicador: que los principales mercados, Estados Unidos y Europa, al generar la creciente demanda, incentiva a la producción. Es un sencillo proceso que invierte la lógica elemental del capitalismo de oferta-demanda, para convertirlo en demanda-oferta.

Un tercer indicador, es que el paso de la cocaína al principal mercado de consumo de nivel mundial, por razones geográficas, tiene y debe pasar por nuestro país. El desafío es enorme. Los recursos implicados en la contención del trasiego del alcaloide a los endémicos y crecientes adictos en los Estados Unidos, es evidente, y no ha sido una responsabilidad ni acción compartida en partes iguales. Desde hace muchos años, distintos funcionarios y responsables mexicanos, han señalado la ausencia de compromisos de fondo y duraderos de parte de las contrapartes estadounidenses para frenar el consumo de las drogas en general y de la cocaína en particular.

El cuarto y último indicador a considerar en esta relevante coyuntura ante un decomiso de referencia, que se suma a los realizados por las Secretarías de la Defensa Nacional y de Marina Armada de México, a lo largo del sexenio, es que el tráfico de cocaína, solivianta la violencia homicida, en la disputa a muerte (literal) por el consumo al menudeo de la cocaína y por supuesto de otra drogas en la Ciudad de México. Y esta variable sí que debe y merece un análisis a fondo.

Si bien el programa de erradicación de plantíos del gobierno del Presidente Iván Duque, ha sido exitoso, también ha sido la utilización de nuevas técnicas y procedimiento agrícolas por parte de las organizaciones productoras de cocaína base. Es decir, aunque la superficie de cultivo ha disminuido, la producción por hectárea ha aumentado, y como es lógico, la demanda y los consumidores, también.

javierolivaposada@gmail.com

@JOPso