/ lunes 28 de diciembre de 2020

Un Estado con vocación social

Acabamos de concluir el quinto periodo ordinario de sesiones, estamos en la recta final de una legislatura que ha sido punta de lanza de la Cuarta Transformación.

Somos la primera legislatura en donde hay total paridad de género, con 241 diputadas y 259 diputados. La esencia de la composición transformadora de la Cámara de Diputados se fue develando en el transcurso de las sesiones, y con mucho orgullo puedo decir que somos una legislatura que está haciendo el cambio radical y pacífico que tanto necesitábamos en el país. Un cambio al que nos comprometimos durante años de lucha y que estamos forjando al implementar constitucionalmente un Estado con vocación social, un Estado de derecho y de derechos, que retoma su función pura y que es, en esencia, la protección a los menos favorecidos. Al instituir un gobierno honesto, ético y austero, que aporta los elementos para el desarrollo presente y futuro, estamos logrando el sueño del genuino imperio de la ley en México.

Vivimos un cambio de 180 grados: ya no más un gobierno corrupto y corruptor, con leyes hechas a modo para fomentar la impunidad; ya no más una burocracia dorada que no aporta; ya no más leyes que opriman y vulneran los derechos mínimos de los trabajadores; ya no más un gobierno que veía la educación y la salud como negocios de unos cuantos; se acabó el uso de los programas sociales como moneda de cambio en los procesos electorales; terminó la guerra de exterminio entre mexicanos, no más masacres y fosas clandestinas en donde quedaron enterrados cientos de miles de compatriotas.

El viraje que estamos logrando los legisladores de MORENA, obedece a un proyecto que se plasma en las modificaciones del marco jurídico existente. Costó más trabajo del que esperábamos: sufrimos momentos en donde se impuso un poco más de la cuenta la tiranía de la minoría opositora; desafiamos prácticas obstruccionistas que retrasaron la aprobación de las leyes por varios días o meses, pues los diputados de la oposición demostraron que siguen representando los más perversos intereses del viejo régimen. Además de estas dificultades, nuestro proyecto de transformación no ha dejado de enfrentar a los poderes fácticos que se resisten a los cambios propuestos por los legisladores de la transformación.

Hasta que se analizan a detalle las leyes que hemos modificado, su interpretación y sobre todo su ejecución, se puede dimensionar el terrible daño que se hizo al país en el pasado, en todos los ámbitos: salud, educación, soberanía energética, recaudación fiscal, gasto público, contratos y corrupción. Se utilizaron nobles fines para ocultar perversas intensiones; incluso la generación de energías limpias fue utilizada para hacer espurios negocios, donde las ganancias fueron para los socios empresarios y ningún beneficio para el pueblo de México.

El primer choque de realidad donde el asombro se convirtió en indignación, fue en la glosa del Sexto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. ¿Dónde estaba el México próspero que secretario tras secretario reseñaban? El cinismo y la actitud retadora de Rosario Robles al señalarle la estafa maestra, la destrucción del sector energético y la deuda estratosférica de Pemex, son algunos de los ejemplos que fueron gritados como logros del gobierno y que en realidad fueron grandes fracasos de los gobiernos del pasado. Los mismos que nos dejaron un país convertido en cementerio, con ríos de sangre disfrazados de grandes logros contra la inseguridad. Quienes prometieron salvar a México, en realidad lo entregaron casi como a un moribundo.

No encabezamos un simple cambio de administración. Nos tocó rescatar al país de una devastación, de un modelo económico que profundizaba las desigualdades, que negaba derechos y rompía ilusiones, que nunca le interesó la educación, que sólo buscó reprimir y silenciar la verdad.

Una tarea muy importante sigue siendo el reto de cambiar la mentalidad de miles de servidores públicos, que veían con normalidad el abusar del puesto para su beneficio personal o con afanes de corrupción. Gente más bien preocupada por lo que ellos consideraban su coto de poder, y quienes olvidaron el privilegio de servir a los otros.

Los diputados tuvimos la guía de nuestro compañero de batallas, líder y presidente de la República, quien con su diario trabajo y voluntad, así como con su afán de comunicar, nos ha recordado siempre que sólo trabajando y sin dejar de estar presentes en el territorio de nuestros distritos, lograríamos transformar a México.

Hemos corregido el rumbo del país, ya no vamos directo a su destrucción y desmantelamiento. Le hemos dado un rostro humano y seguiremos en la reconstrucción, pero debemos recordarles que no es posible remediar el daño causado durante más de 80 años de PRIAN en sólo un par de años.

Y sin embargo el elefante se mueve. Seguimos trabajando.

Acabamos de concluir el quinto periodo ordinario de sesiones, estamos en la recta final de una legislatura que ha sido punta de lanza de la Cuarta Transformación.

Somos la primera legislatura en donde hay total paridad de género, con 241 diputadas y 259 diputados. La esencia de la composición transformadora de la Cámara de Diputados se fue develando en el transcurso de las sesiones, y con mucho orgullo puedo decir que somos una legislatura que está haciendo el cambio radical y pacífico que tanto necesitábamos en el país. Un cambio al que nos comprometimos durante años de lucha y que estamos forjando al implementar constitucionalmente un Estado con vocación social, un Estado de derecho y de derechos, que retoma su función pura y que es, en esencia, la protección a los menos favorecidos. Al instituir un gobierno honesto, ético y austero, que aporta los elementos para el desarrollo presente y futuro, estamos logrando el sueño del genuino imperio de la ley en México.

Vivimos un cambio de 180 grados: ya no más un gobierno corrupto y corruptor, con leyes hechas a modo para fomentar la impunidad; ya no más una burocracia dorada que no aporta; ya no más leyes que opriman y vulneran los derechos mínimos de los trabajadores; ya no más un gobierno que veía la educación y la salud como negocios de unos cuantos; se acabó el uso de los programas sociales como moneda de cambio en los procesos electorales; terminó la guerra de exterminio entre mexicanos, no más masacres y fosas clandestinas en donde quedaron enterrados cientos de miles de compatriotas.

El viraje que estamos logrando los legisladores de MORENA, obedece a un proyecto que se plasma en las modificaciones del marco jurídico existente. Costó más trabajo del que esperábamos: sufrimos momentos en donde se impuso un poco más de la cuenta la tiranía de la minoría opositora; desafiamos prácticas obstruccionistas que retrasaron la aprobación de las leyes por varios días o meses, pues los diputados de la oposición demostraron que siguen representando los más perversos intereses del viejo régimen. Además de estas dificultades, nuestro proyecto de transformación no ha dejado de enfrentar a los poderes fácticos que se resisten a los cambios propuestos por los legisladores de la transformación.

Hasta que se analizan a detalle las leyes que hemos modificado, su interpretación y sobre todo su ejecución, se puede dimensionar el terrible daño que se hizo al país en el pasado, en todos los ámbitos: salud, educación, soberanía energética, recaudación fiscal, gasto público, contratos y corrupción. Se utilizaron nobles fines para ocultar perversas intensiones; incluso la generación de energías limpias fue utilizada para hacer espurios negocios, donde las ganancias fueron para los socios empresarios y ningún beneficio para el pueblo de México.

El primer choque de realidad donde el asombro se convirtió en indignación, fue en la glosa del Sexto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto. ¿Dónde estaba el México próspero que secretario tras secretario reseñaban? El cinismo y la actitud retadora de Rosario Robles al señalarle la estafa maestra, la destrucción del sector energético y la deuda estratosférica de Pemex, son algunos de los ejemplos que fueron gritados como logros del gobierno y que en realidad fueron grandes fracasos de los gobiernos del pasado. Los mismos que nos dejaron un país convertido en cementerio, con ríos de sangre disfrazados de grandes logros contra la inseguridad. Quienes prometieron salvar a México, en realidad lo entregaron casi como a un moribundo.

No encabezamos un simple cambio de administración. Nos tocó rescatar al país de una devastación, de un modelo económico que profundizaba las desigualdades, que negaba derechos y rompía ilusiones, que nunca le interesó la educación, que sólo buscó reprimir y silenciar la verdad.

Una tarea muy importante sigue siendo el reto de cambiar la mentalidad de miles de servidores públicos, que veían con normalidad el abusar del puesto para su beneficio personal o con afanes de corrupción. Gente más bien preocupada por lo que ellos consideraban su coto de poder, y quienes olvidaron el privilegio de servir a los otros.

Los diputados tuvimos la guía de nuestro compañero de batallas, líder y presidente de la República, quien con su diario trabajo y voluntad, así como con su afán de comunicar, nos ha recordado siempre que sólo trabajando y sin dejar de estar presentes en el territorio de nuestros distritos, lograríamos transformar a México.

Hemos corregido el rumbo del país, ya no vamos directo a su destrucción y desmantelamiento. Le hemos dado un rostro humano y seguiremos en la reconstrucción, pero debemos recordarles que no es posible remediar el daño causado durante más de 80 años de PRIAN en sólo un par de años.

Y sin embargo el elefante se mueve. Seguimos trabajando.

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