/ jueves 15 de noviembre de 2018

Un estilo personal de gobernar

El anuncio que hizo el senador Ricardo Monreal sobre la regulación de las comisiones bancarias produjo una ola de incertidumbre y temor en ese sector, al grado de que la Bolsa Mexicana de Valores registró su mayor caída en siete años y que el peso se depreciara; causando alarma en el mundo financiero y en la iniciativa privada.

Horas después el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, descartó cambios en las leyes que regulan las instituciones financieras, afirmando que el marco legal no se modificará en tres años; razón por la que disminuyó notablemente aquélla incertidumbre.

Ahora bien, es innegable que el senador Monreal, de Morena, concuerda obviamente con el presidente electo, siendo inconcebible que con la declaración del senador no estuvieran de acuerdo. Objetivamente hablando ¿de qué se trató, pues? Al margen de los intríngulis y vericuetos de la política real todo indica que, conforme a un estilo de gobernar, las palabras del senador fueron una especie de buscapié político, de termómetro para medir la temperatura que ocasiona un anuncio de esa clase. Es por lo tanto una especie de advertencia de cómo va a ser la “cosa política” en el nuevo gobierno.

La pregunta es a mi juicio en qué proporción corresponde esto a un entorno democrático. Ya se sabe que en tal sentido el presidente electo ha decidido consultar a la opinión pública, al pueblo, al votante potencial o real, antes de tomar una decisión. Ha elegido este camino de evidente complejidad democrática como lo ha demostrado magistralmente Giovanni Sartori. Lo sepan o no el presidente electo o sus consejeros y asesores ese camino presenta una doble vertiente que va de la democracia electoral a la llamada participativa, concentrándose ésta en un punto muy delicado que es el referéndum y donde se someten al voto popular leyes o decisiones políticas con carácter decisorio.

El problema, y ya Sartori lo ha señalado con razón de sobra, estriba en que no es lo mismo, por ejemplo, participar en un contexto de diez participantes con la influencia de una décima parte de la decisión final, que hacerlo en un contexto de diez millones de participantes con una influencia o “formar parte de” que se esfuma en la nada. Aquí la democracia cuantitativa se opone a la democracia cualitativa. Pero, repito, ese es el estilo de gobernar que caracteriza -todo lo indica- al próximo presidente de México.

¿Qué hacer? La renovación política y social que se busca -se anuncia que es la cuarta- se apoya en gran parte, quiero pensarlo así, en el hecho de que la democracia de hoy padece macrocefalia en términos generales. Somos muchos potenciales votantes y opinantes y en consecuencia la opinión o participación individual se puede diluir -y en rigor se diluyeen la nada; lo que hace de la supuesta consulta al electorado una ilusión.

¿Qué hacer? Abrir nuevos conductos de expresión democrática.

¿Cuáles? Algunos optan por las llamadas redes sociales, aunque el obstáculo aquí es que no siempre se las tiene en cuenta; o bien según y conforme. Habría que independizarlas del poder del dinero y de las grandes empresas que las manejan o manipulan directa o indirectamente.

Lo relevante en última instancia es que el pueblo hable sin intermediadores y que su voz se respete y escuche. No obstante y mientras se llega a eso, que es el ideal rescatable y obviamente remoto de una Atenas democrática -cuna y origen de nuestra herencia política- hay que recorrer con muletas el camino de la democracia, esperando con ansia la hora en que se tiren.

@RaulCarranca

www.facebook.com/

despacho.raulcarranca

El anuncio que hizo el senador Ricardo Monreal sobre la regulación de las comisiones bancarias produjo una ola de incertidumbre y temor en ese sector, al grado de que la Bolsa Mexicana de Valores registró su mayor caída en siete años y que el peso se depreciara; causando alarma en el mundo financiero y en la iniciativa privada.

Horas después el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, descartó cambios en las leyes que regulan las instituciones financieras, afirmando que el marco legal no se modificará en tres años; razón por la que disminuyó notablemente aquélla incertidumbre.

Ahora bien, es innegable que el senador Monreal, de Morena, concuerda obviamente con el presidente electo, siendo inconcebible que con la declaración del senador no estuvieran de acuerdo. Objetivamente hablando ¿de qué se trató, pues? Al margen de los intríngulis y vericuetos de la política real todo indica que, conforme a un estilo de gobernar, las palabras del senador fueron una especie de buscapié político, de termómetro para medir la temperatura que ocasiona un anuncio de esa clase. Es por lo tanto una especie de advertencia de cómo va a ser la “cosa política” en el nuevo gobierno.

La pregunta es a mi juicio en qué proporción corresponde esto a un entorno democrático. Ya se sabe que en tal sentido el presidente electo ha decidido consultar a la opinión pública, al pueblo, al votante potencial o real, antes de tomar una decisión. Ha elegido este camino de evidente complejidad democrática como lo ha demostrado magistralmente Giovanni Sartori. Lo sepan o no el presidente electo o sus consejeros y asesores ese camino presenta una doble vertiente que va de la democracia electoral a la llamada participativa, concentrándose ésta en un punto muy delicado que es el referéndum y donde se someten al voto popular leyes o decisiones políticas con carácter decisorio.

El problema, y ya Sartori lo ha señalado con razón de sobra, estriba en que no es lo mismo, por ejemplo, participar en un contexto de diez participantes con la influencia de una décima parte de la decisión final, que hacerlo en un contexto de diez millones de participantes con una influencia o “formar parte de” que se esfuma en la nada. Aquí la democracia cuantitativa se opone a la democracia cualitativa. Pero, repito, ese es el estilo de gobernar que caracteriza -todo lo indica- al próximo presidente de México.

¿Qué hacer? La renovación política y social que se busca -se anuncia que es la cuarta- se apoya en gran parte, quiero pensarlo así, en el hecho de que la democracia de hoy padece macrocefalia en términos generales. Somos muchos potenciales votantes y opinantes y en consecuencia la opinión o participación individual se puede diluir -y en rigor se diluyeen la nada; lo que hace de la supuesta consulta al electorado una ilusión.

¿Qué hacer? Abrir nuevos conductos de expresión democrática.

¿Cuáles? Algunos optan por las llamadas redes sociales, aunque el obstáculo aquí es que no siempre se las tiene en cuenta; o bien según y conforme. Habría que independizarlas del poder del dinero y de las grandes empresas que las manejan o manipulan directa o indirectamente.

Lo relevante en última instancia es que el pueblo hable sin intermediadores y que su voz se respete y escuche. No obstante y mientras se llega a eso, que es el ideal rescatable y obviamente remoto de una Atenas democrática -cuna y origen de nuestra herencia política- hay que recorrer con muletas el camino de la democracia, esperando con ansia la hora en que se tiren.

@RaulCarranca

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despacho.raulcarranca

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