/ domingo 9 de septiembre de 2018

¿Un nuevo 68?

Estremecedora, conmovedora, histórica, la marcha que congregó a decenas de miles de jóvenes el pasado miércoles en el corazón de Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) -en su inmensa mayoría alumnos provenientes de todas las entidades académicas de la UNAM, desde los menores de edad que cursan iniciación universitaria o estudian en el Colegio de Ciencias y Humanidades y la Escuela Nacional Preparatoria, en las diversas facultades a nivel profesional y quienes realizan estudios de posgrado, hasta los que se forman en otras instituciones de educación media superior y superior del país como el propio Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Autónoma de Chapingo, entre otras- teniendo como marco emblemático la torre de Rectoría y la Biblioteca Central de nuestra máxima Casa de Estudios, es una de las más reveladoras y profundas muestras no solo del hartazgo social sino de la impotencia y abandono en los que se sabe instalada y condenada nuestra juventud desde hace décadas y más, en los últimos tiempos.

El ejemplar orden entre los diversos contingentes, unidos todos por una misma causa e integrados por quienes algún día no lejano serán los médicos, biólogos, ingenieros, abogados, filósofos, historiadores, geógrafos, politólogos, economistas, psicólogos, escritores, músicos y demás profesionistas del mañana, fue el marco respetuoso que sirvió de fondo sobre el que se elevaron las voces desgarradoras de quienes denunciaban los actos de violencia que en ese mismo espacio, horas antes, habían tenido lugar a consecuencia del enfrentamiento artero, violento, vil, sangriento, perpetrado en contra de sus hermanos universitarios, algunos de los cuales llegaron a debatirse entre la vida y la muerte.

El recuerdo del movimiento estudiantil del 68 y de la masacre que tuvo lugar entonces está vivo a menos de un mes de que se cumpla el cincuentenario de aquellos fatídicos hechos. Imposible olvidar que nuestros jóvenes de hoy son y se saben los hijos y nietos de aquellos que vivieron el 2 de octubre de Tlatelolco en 1968. La jornada que marcó el destino del México que hoy vivimos. Y es que podrán existir, como existen, muchas, grandes y prestigiadas instituciones de educación media, media superior y superior en el país, pero la UNAM es la cúspide de todas. Es ella el más grande símbolo de la cultura mexicana porque de ella no sólo se ha desprendido lo más valioso que de la educación y la investigación se ha forjado en nuestro país. La UNAM ha dado sentido, conciencia e identidad a nuestro ser social, que no es otro, que nuestra Nación. Por eso cualquier lesión a ella o a los miembros de su comunidad, no solo daña a la institución: es una afrenta a la sociedad mexicana y a la Nación que nos hermana y solidariza como pueblo ,porque si algo no ha sido fácil ha sido el tránsito que ha tenido que sortear nuestra Alma Mater para poder llegar hasta el sitial cultural que ostenta.

El paro estudiantil en el que participaron más de 40 entidades académicas universitarias y al que se sumaron otras más a nivel nacional, continúa hoy en algunas de las sedes académicas. El repudio estudiantil no podía dejar de manifestarse: la criminalidad, la corrupción y la impunidad son intolerables y por naturaleza, todo aquel que está dotado del verdadero y auténtico espíritu universitario luchar por la verdad y la Justicia. Sin embargo, esta lucha nunca ha sido fácil. Recordemos tan sólo cómo la propia historia universitaria se ha caracterizado por tener que enfrentar, de tanto en tanto, al poder y a quienes de él se benefician. Imposible olvidar cuando en el siglo XIX el propio Valentín Gómez Farías condenó a muerte a su antecesora, la Real y Pontificia Universidad de México, y solo fue hasta 1910 cuando, con motivo de los festejos del Centenario de la Independencia, Justo Sierra impulsó la creación de la entonces Universidad Nacional de México. A partir de entonces, periódicamente, los universitarios han tenido que hacer frente común. Así sucedió en 1929 cuando se consiguió su autonomía. Así ocurrió en 1968 cuando la juventud universitaria, impulsada por el ejemplo de sus homólogos europeos, encabezó valerosa la gesta que permitiera a la sociedad alcanzar una mayor democracia. De entonces a la fecha, la UNAM ha tenido que continuar sorteando conflictos, como los de 1986-1987 y 1999-2000, pero ha salido siempre avante. Sí, es demasiado poderosa para sucumbir.

Sin embargo, son muchos los enemigos que debe enfrentar y que están a su acecho porque anhelan y envidian a toda costa su luz y su fortaleza y, lo más grave, es que los encontramos no solo fuera de ella, sino también en su propio seno. Por eso las batallas que libra son tan profundas y dolorosas. Son partos que de tanto en tanto debe sufrir para salir renovada y renacida.

¿Quién está atrás de los hechos violentos? ¿Quién hizo explotar al vandalismo en la UNAM? ¿Por qué usar a los alumnos como carne de cañón? ¿A qué intereses obedece? La violencia no nace sola. México quiere y necesita saber la verdad, y lo exigimos no solo los universitarios, sino la sociedad en pleno. La UNAM no lo merece y menos la Nación.

Sin transparencia y verdad, un nuevo 68 podría estar en puerta.


bettyzanolli@hotmail.com @BettyZanolli


Estremecedora, conmovedora, histórica, la marcha que congregó a decenas de miles de jóvenes el pasado miércoles en el corazón de Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) -en su inmensa mayoría alumnos provenientes de todas las entidades académicas de la UNAM, desde los menores de edad que cursan iniciación universitaria o estudian en el Colegio de Ciencias y Humanidades y la Escuela Nacional Preparatoria, en las diversas facultades a nivel profesional y quienes realizan estudios de posgrado, hasta los que se forman en otras instituciones de educación media superior y superior del país como el propio Instituto Politécnico Nacional, la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Autónoma de Chapingo, entre otras- teniendo como marco emblemático la torre de Rectoría y la Biblioteca Central de nuestra máxima Casa de Estudios, es una de las más reveladoras y profundas muestras no solo del hartazgo social sino de la impotencia y abandono en los que se sabe instalada y condenada nuestra juventud desde hace décadas y más, en los últimos tiempos.

El ejemplar orden entre los diversos contingentes, unidos todos por una misma causa e integrados por quienes algún día no lejano serán los médicos, biólogos, ingenieros, abogados, filósofos, historiadores, geógrafos, politólogos, economistas, psicólogos, escritores, músicos y demás profesionistas del mañana, fue el marco respetuoso que sirvió de fondo sobre el que se elevaron las voces desgarradoras de quienes denunciaban los actos de violencia que en ese mismo espacio, horas antes, habían tenido lugar a consecuencia del enfrentamiento artero, violento, vil, sangriento, perpetrado en contra de sus hermanos universitarios, algunos de los cuales llegaron a debatirse entre la vida y la muerte.

El recuerdo del movimiento estudiantil del 68 y de la masacre que tuvo lugar entonces está vivo a menos de un mes de que se cumpla el cincuentenario de aquellos fatídicos hechos. Imposible olvidar que nuestros jóvenes de hoy son y se saben los hijos y nietos de aquellos que vivieron el 2 de octubre de Tlatelolco en 1968. La jornada que marcó el destino del México que hoy vivimos. Y es que podrán existir, como existen, muchas, grandes y prestigiadas instituciones de educación media, media superior y superior en el país, pero la UNAM es la cúspide de todas. Es ella el más grande símbolo de la cultura mexicana porque de ella no sólo se ha desprendido lo más valioso que de la educación y la investigación se ha forjado en nuestro país. La UNAM ha dado sentido, conciencia e identidad a nuestro ser social, que no es otro, que nuestra Nación. Por eso cualquier lesión a ella o a los miembros de su comunidad, no solo daña a la institución: es una afrenta a la sociedad mexicana y a la Nación que nos hermana y solidariza como pueblo ,porque si algo no ha sido fácil ha sido el tránsito que ha tenido que sortear nuestra Alma Mater para poder llegar hasta el sitial cultural que ostenta.

El paro estudiantil en el que participaron más de 40 entidades académicas universitarias y al que se sumaron otras más a nivel nacional, continúa hoy en algunas de las sedes académicas. El repudio estudiantil no podía dejar de manifestarse: la criminalidad, la corrupción y la impunidad son intolerables y por naturaleza, todo aquel que está dotado del verdadero y auténtico espíritu universitario luchar por la verdad y la Justicia. Sin embargo, esta lucha nunca ha sido fácil. Recordemos tan sólo cómo la propia historia universitaria se ha caracterizado por tener que enfrentar, de tanto en tanto, al poder y a quienes de él se benefician. Imposible olvidar cuando en el siglo XIX el propio Valentín Gómez Farías condenó a muerte a su antecesora, la Real y Pontificia Universidad de México, y solo fue hasta 1910 cuando, con motivo de los festejos del Centenario de la Independencia, Justo Sierra impulsó la creación de la entonces Universidad Nacional de México. A partir de entonces, periódicamente, los universitarios han tenido que hacer frente común. Así sucedió en 1929 cuando se consiguió su autonomía. Así ocurrió en 1968 cuando la juventud universitaria, impulsada por el ejemplo de sus homólogos europeos, encabezó valerosa la gesta que permitiera a la sociedad alcanzar una mayor democracia. De entonces a la fecha, la UNAM ha tenido que continuar sorteando conflictos, como los de 1986-1987 y 1999-2000, pero ha salido siempre avante. Sí, es demasiado poderosa para sucumbir.

Sin embargo, son muchos los enemigos que debe enfrentar y que están a su acecho porque anhelan y envidian a toda costa su luz y su fortaleza y, lo más grave, es que los encontramos no solo fuera de ella, sino también en su propio seno. Por eso las batallas que libra son tan profundas y dolorosas. Son partos que de tanto en tanto debe sufrir para salir renovada y renacida.

¿Quién está atrás de los hechos violentos? ¿Quién hizo explotar al vandalismo en la UNAM? ¿Por qué usar a los alumnos como carne de cañón? ¿A qué intereses obedece? La violencia no nace sola. México quiere y necesita saber la verdad, y lo exigimos no solo los universitarios, sino la sociedad en pleno. La UNAM no lo merece y menos la Nación.

Sin transparencia y verdad, un nuevo 68 podría estar en puerta.


bettyzanolli@hotmail.com @BettyZanolli