/ miércoles 3 de febrero de 2021

Un palacio a su medida

Como si fuera propiedad personal y se lo hubiera mandado hacer “a la medida”, el tlatoani reaparece recorriendo los espectaculares espacios de la construcción, que fue de todos los mexicanos. ¡Y habla de la corrupción y lujos del pasado!

Fue de todos, porque, a partir de que decidió habitar entre los ancestrales muros, nos arrebató el derecho de visitar con absoluta libertad, al símbolo y corazón de la República. A una Plaza de la Constitución, ahora copada por funcionaretes de la 4T, vigilancia extrema, manifestaciones cotidianas e incordios para turistas.

Decía que Los Pinos –la vieja casona presidencial- era ostentosa, mientras pulula pisoteando regias maderas, “iluminado” por deslumbrantes arañas, rodeado de un mobiliario exquisito: “No debe haber un gobierno rico con un pueblo pobre”, gorgotea, de dientes para afuera.

Salió a apaciguar especulaciones, a falta de una comunicación precisa, sobre su estado de salud. Aprovechó para engolosinar su crecido ego, refiriéndose a las condiciones de su persona, como si fuera el único habitante de este territorio, aquejado por el coronavirus.

Único es, en efecto, en gozar de los cuidados médicos a los que tendrían derecho sus desgobernados. Como corresponde a cualquier Jefe de Estado, recibió la máxima atención y no sufrió para conseguir medicamentos e insumos esenciales para atacar a la enfermedad.

De aquí que, todavía más hueco y narcisista sonó su discurso plagado de frases cursis y dizque espirituales. Pudo aprovechar los empalagosos minutos, para compadecer a quienes ni siquiera pueden acceder al fármaco para paliar el dolor de cabeza, a un facultativo que los recete, a un hospital, a un tanque de oxígeno que les facilite la respiración.

Seis milloncetes mensuales, salen de nuestros impuestos, para mantener el tren de vida del austero “hogar” del mandatario, que ejerce un austericidio que ha dejado en el desempleo a miles y miles de burócratas y que rechaza apoyar a la pequeña y mediana empresa, a pesar de la dramática crisis. ¡Si esto es austeridad, yo soy filipina!

Es la sublimación de la hipocresía pura, máxime cuando nos enteramos de que, a uno de los hospitales de más renombre del sur de la CDMX, lo llaman el “hospital de la 4T”, en vista de que allí se atienden los integrantes de esta casta divina.

El personal cuenta que nunca habían sufrido prepotencia igual. Cuando el pequeño heredero se rompió un hueso y lo trasladaron a esas instalaciones, ordenaron se cerraran dos pisos completos. Comparaban con la estancia de Felipe Calderón, por su accidente en bicicleta, quien acudió siendo Presidente y jamás se montó un operativo semejante. ¡Pero insisten en que son, reitero, austeros!

Así llegamos al fiasco de la vacunación, que de “misión cumplida” poco tiene. Lo único que crece son los contagios y las muertes, en tanto las vacunas desaparecen.

Un ejército de simuladores, llama a los domicilios a preguntar si te quieres vacunar: como para qué, si no cuentan ni con las dosis para aplicar la segunda entrega, al personal sanitario que recibió una primera.

Se aventuran a comprar la cuestionada “SputnikV” y dicen que la Cofepris la va a certificar, como si pudiéramos confiar en el organismo bajo la batuta del horror de López Gatell. Varios médicos comentan que, mientras no tenga aval internacional, ¡ni de broma se la ponen!

¿Estará consciente el emperador de lo que sucede en sus feudos? El ego, ciega.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Como si fuera propiedad personal y se lo hubiera mandado hacer “a la medida”, el tlatoani reaparece recorriendo los espectaculares espacios de la construcción, que fue de todos los mexicanos. ¡Y habla de la corrupción y lujos del pasado!

Fue de todos, porque, a partir de que decidió habitar entre los ancestrales muros, nos arrebató el derecho de visitar con absoluta libertad, al símbolo y corazón de la República. A una Plaza de la Constitución, ahora copada por funcionaretes de la 4T, vigilancia extrema, manifestaciones cotidianas e incordios para turistas.

Decía que Los Pinos –la vieja casona presidencial- era ostentosa, mientras pulula pisoteando regias maderas, “iluminado” por deslumbrantes arañas, rodeado de un mobiliario exquisito: “No debe haber un gobierno rico con un pueblo pobre”, gorgotea, de dientes para afuera.

Salió a apaciguar especulaciones, a falta de una comunicación precisa, sobre su estado de salud. Aprovechó para engolosinar su crecido ego, refiriéndose a las condiciones de su persona, como si fuera el único habitante de este territorio, aquejado por el coronavirus.

Único es, en efecto, en gozar de los cuidados médicos a los que tendrían derecho sus desgobernados. Como corresponde a cualquier Jefe de Estado, recibió la máxima atención y no sufrió para conseguir medicamentos e insumos esenciales para atacar a la enfermedad.

De aquí que, todavía más hueco y narcisista sonó su discurso plagado de frases cursis y dizque espirituales. Pudo aprovechar los empalagosos minutos, para compadecer a quienes ni siquiera pueden acceder al fármaco para paliar el dolor de cabeza, a un facultativo que los recete, a un hospital, a un tanque de oxígeno que les facilite la respiración.

Seis milloncetes mensuales, salen de nuestros impuestos, para mantener el tren de vida del austero “hogar” del mandatario, que ejerce un austericidio que ha dejado en el desempleo a miles y miles de burócratas y que rechaza apoyar a la pequeña y mediana empresa, a pesar de la dramática crisis. ¡Si esto es austeridad, yo soy filipina!

Es la sublimación de la hipocresía pura, máxime cuando nos enteramos de que, a uno de los hospitales de más renombre del sur de la CDMX, lo llaman el “hospital de la 4T”, en vista de que allí se atienden los integrantes de esta casta divina.

El personal cuenta que nunca habían sufrido prepotencia igual. Cuando el pequeño heredero se rompió un hueso y lo trasladaron a esas instalaciones, ordenaron se cerraran dos pisos completos. Comparaban con la estancia de Felipe Calderón, por su accidente en bicicleta, quien acudió siendo Presidente y jamás se montó un operativo semejante. ¡Pero insisten en que son, reitero, austeros!

Así llegamos al fiasco de la vacunación, que de “misión cumplida” poco tiene. Lo único que crece son los contagios y las muertes, en tanto las vacunas desaparecen.

Un ejército de simuladores, llama a los domicilios a preguntar si te quieres vacunar: como para qué, si no cuentan ni con las dosis para aplicar la segunda entrega, al personal sanitario que recibió una primera.

Se aventuran a comprar la cuestionada “SputnikV” y dicen que la Cofepris la va a certificar, como si pudiéramos confiar en el organismo bajo la batuta del horror de López Gatell. Varios médicos comentan que, mientras no tenga aval internacional, ¡ni de broma se la ponen!

¿Estará consciente el emperador de lo que sucede en sus feudos? El ego, ciega.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq