/ sábado 30 de junio de 2018

Un panorama brumoso

“En los últimos años los movimientos sociales se han dado con tal fuerza que podrían compararse con los movimientos independentistas, principalmente los derivados de los cambios que se dieron a las reformas estructurales. Y eso seguramente influirá en las próximas elecciones”, prevé Manuel Reyna Muñoz, investigador del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana.

“Tengo la información y a través de ella puedo constatar que lo electoral no es predecible. Siempre hay cambios porque, afortunada o desafortunadamente, el ser humano es un ser racional y emotivo y puede cambiar de pensamiento”, destacó.

“Lo mejor es que la gente tenga trabajo y los jóvenes tengan escuelas, y después decidan los que su conciencia les dicte, que voten, pero con la mayor y la mejor información posible”.

Lo que el historiador Reyna Muñoz no destacó es la terrible corrupción que abarca a la sociedad en general, en los ambientes público y privado.

Y es que el tema trillado de cada día es el de la corrupción. Dice el diccionario que es alteración, vicio o abuso en las cosas, y además es la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.

Todos los días los medios de comunicación destapan cenagales y cloacas en los ámbitos público y privado. Y los comicios están a un día de efectuarse.Cada día que pasa nos percatamos más de lo extendida que está la corrupción en nuestros tiempos.Sin embargo creo que no sólo en nuestros tiempos, sino desde que el hombre ha pisado la faz de la tierra.

La corrupción es el mal de la sociedad que descompone todo lo que alcanza.No tiene límites ni medida, no se detiene ante nada.De hecho, no se detendrá gane quien gane. Vemos, cada vez con más frecuencia, ejecuciones, secuestros, detenciones, consignaciones, encarcelamientos. Simplemente han sido ejecutados más de cien aspirantes a cargos de elección popular. ¿Eso no es importante? Obviamente esto no es privativo de nuestro país ni del poder público.Y es una vergüenza, pero no se hace algo, se hace nada. Las autoridades cierran los oídos, reina la impunidad.

En los últimos veinticinco años toda una serie de fenómenos sociales y políticos ha llamado la atención de medios de comunicación, politólogos y sociólogos: la irrupción en la escena pública de las sociedades industrialmente avanzadas de los nuevos movimientos feministas, ecologistas y pacifistas, así como de nuevas organizaciones políticas cuyo espectro abarca los denominados partidos de nueva izquierda y los partidos verdes. Todo ello bajo el común denominador que todos los países utilizan para justificar sus formas de gobierno: la democracia.

La democracia es, para empezar, un principio de legitimidad.Constituye el único y mínimo común denominador de toda doctrina político-democrática.Nadie niega que el poder sólo es legítimo cuando proviene de la autoridad del pueblo y está basado en su consentimiento.

La democracia moderna no se basa en la participación, sino en la representación; no supone el ejercicio directo del poder, sino la delegación del poder.Están ya muy lejanos los días en los que un cargo de elección popular se ganaba con pancartas, un jilguero alquilado, distribución de volantes y tortas.

Hoy se necesitan, primero, la vocación política; segundo, la aceptación implícita de una contienda cruenta y con resultados inciertos; tercero, la entrega total de tiempo y capacidades; cuarto, el poder del convencimiento; y quinto, la realización o concreción de programas.

Los partidos de oposición hoy saben que tienen tantas o más posibilidades de ganar que el mayoritario. La democracia arrolladora de las últimas décadas está pasando de moda.Hemos vivido bajo sistemas democráticos el tiempo suficiente como para haber alcanzado la fase de la desilusión democrática.No es extraño que subestimemos el impacto de los ideales y, especialmente, la ilusión democrática, aunque esta última la veamos envuelta en ropajes apocalípticos en nuestro país, y que antes solo la veíamos en otros países.

Bajo estas premisas, todos los candidatos que corrieron la pista del país, sus entidades o municipios, deben estar conscientes de la representación, de la delegación de funciones, de las limitaciones y de los controles.Con mayor razón la maquinaria que moverá el proceso electoral debe estar alerta, trabajando y llevando a la realización los puntos principales de concreción.

La campaña presidencial es el máximo ejercicio democrático del sexenio. Allí los intervinientes demostraron los caracteres y los temperamentos.Salieron a relucir las capacidades y las fortalezas.

Tenemos que encontrar un horizonte luminoso al que hay que acercarse con certeza y con tenacidad, sabiendo que se está en el camino justo y en la recta final.

Sin embargo, el panorama hoy se ve brumoso. ¿Y la violencia? Lo pienso, pero no lo digo.


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx




“En los últimos años los movimientos sociales se han dado con tal fuerza que podrían compararse con los movimientos independentistas, principalmente los derivados de los cambios que se dieron a las reformas estructurales. Y eso seguramente influirá en las próximas elecciones”, prevé Manuel Reyna Muñoz, investigador del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana.

“Tengo la información y a través de ella puedo constatar que lo electoral no es predecible. Siempre hay cambios porque, afortunada o desafortunadamente, el ser humano es un ser racional y emotivo y puede cambiar de pensamiento”, destacó.

“Lo mejor es que la gente tenga trabajo y los jóvenes tengan escuelas, y después decidan los que su conciencia les dicte, que voten, pero con la mayor y la mejor información posible”.

Lo que el historiador Reyna Muñoz no destacó es la terrible corrupción que abarca a la sociedad en general, en los ambientes público y privado.

Y es que el tema trillado de cada día es el de la corrupción. Dice el diccionario que es alteración, vicio o abuso en las cosas, y además es la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.

Todos los días los medios de comunicación destapan cenagales y cloacas en los ámbitos público y privado. Y los comicios están a un día de efectuarse.Cada día que pasa nos percatamos más de lo extendida que está la corrupción en nuestros tiempos.Sin embargo creo que no sólo en nuestros tiempos, sino desde que el hombre ha pisado la faz de la tierra.

La corrupción es el mal de la sociedad que descompone todo lo que alcanza.No tiene límites ni medida, no se detiene ante nada.De hecho, no se detendrá gane quien gane. Vemos, cada vez con más frecuencia, ejecuciones, secuestros, detenciones, consignaciones, encarcelamientos. Simplemente han sido ejecutados más de cien aspirantes a cargos de elección popular. ¿Eso no es importante? Obviamente esto no es privativo de nuestro país ni del poder público.Y es una vergüenza, pero no se hace algo, se hace nada. Las autoridades cierran los oídos, reina la impunidad.

En los últimos veinticinco años toda una serie de fenómenos sociales y políticos ha llamado la atención de medios de comunicación, politólogos y sociólogos: la irrupción en la escena pública de las sociedades industrialmente avanzadas de los nuevos movimientos feministas, ecologistas y pacifistas, así como de nuevas organizaciones políticas cuyo espectro abarca los denominados partidos de nueva izquierda y los partidos verdes. Todo ello bajo el común denominador que todos los países utilizan para justificar sus formas de gobierno: la democracia.

La democracia es, para empezar, un principio de legitimidad.Constituye el único y mínimo común denominador de toda doctrina político-democrática.Nadie niega que el poder sólo es legítimo cuando proviene de la autoridad del pueblo y está basado en su consentimiento.

La democracia moderna no se basa en la participación, sino en la representación; no supone el ejercicio directo del poder, sino la delegación del poder.Están ya muy lejanos los días en los que un cargo de elección popular se ganaba con pancartas, un jilguero alquilado, distribución de volantes y tortas.

Hoy se necesitan, primero, la vocación política; segundo, la aceptación implícita de una contienda cruenta y con resultados inciertos; tercero, la entrega total de tiempo y capacidades; cuarto, el poder del convencimiento; y quinto, la realización o concreción de programas.

Los partidos de oposición hoy saben que tienen tantas o más posibilidades de ganar que el mayoritario. La democracia arrolladora de las últimas décadas está pasando de moda.Hemos vivido bajo sistemas democráticos el tiempo suficiente como para haber alcanzado la fase de la desilusión democrática.No es extraño que subestimemos el impacto de los ideales y, especialmente, la ilusión democrática, aunque esta última la veamos envuelta en ropajes apocalípticos en nuestro país, y que antes solo la veíamos en otros países.

Bajo estas premisas, todos los candidatos que corrieron la pista del país, sus entidades o municipios, deben estar conscientes de la representación, de la delegación de funciones, de las limitaciones y de los controles.Con mayor razón la maquinaria que moverá el proceso electoral debe estar alerta, trabajando y llevando a la realización los puntos principales de concreción.

La campaña presidencial es el máximo ejercicio democrático del sexenio. Allí los intervinientes demostraron los caracteres y los temperamentos.Salieron a relucir las capacidades y las fortalezas.

Tenemos que encontrar un horizonte luminoso al que hay que acercarse con certeza y con tenacidad, sabiendo que se está en el camino justo y en la recta final.

Sin embargo, el panorama hoy se ve brumoso. ¿Y la violencia? Lo pienso, pero no lo digo.


Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx