/ miércoles 4 de noviembre de 2020

¿Un paso más hacia el matrimonio igualitario?

Históricamente la homofobia ha estado ligada con los dogmas religiosos impuestos de generación en generación, los cuales poco a poco se han ido desvaneciendo en la medida en que el movimiento LGBTTTIQ+ ha tomado más fuerza. Basta leer los comentarios de cualquier nota que haga referencia a la comunidad gay para darnos cuenta de ello. Mientras que algunos nos llaman “antinatura”, o que rompemos con la idea de una “familia tradicional” (concepto que también ha sido sociológicamente impuesto pues no estamos cumpliendo con la finalidad del matrimonio, la cual es procrear), otros tantos y cada vez más personas, miembros de la comunidad y/o aliados, celebran los resultados de la lucha que se materializan día con día.

En este sentido, el pasado 21 de octubre la Iglesia Católica, por conducto del Sumo Pontífice, el Papa Francisco, estuvo bajo las luces de periódicos y redes sociales por su pronunciamiento respecto de la legalización de las uniones civiles de las personas del mismo sexo, al expresarse a favor de éstas mediante la creación de una ley.

Naturalmente causó polémica dentro de la comunidad católica; algunos tradicionalistas lo tomaron como una postura hipócrita, ya que la Iglesia a lo largo del tiempo ha estigmatizado a los homosexuales. No es coincidencia que no haya sacerdotes o monjas que abiertamente sean parte de nuestra comunidad, o bien que haya pronunciamentos sobre que los gays no puedan ser admitidos en el Seminario.

Independientemente de la inclusión o no de la comunidad LGBTTTIQ+ dentro de la Iglesia Católica y precisando sobre la declaración en cuestión, es menester hacer dos preguntas: ¿cuál será el impacto de esta “nueva” postura a nivel internacional? Y ¿cómo incidirá ésta en nuestro país? Tomemos en cuenta la idiosincracia que prevalece aún en una gran parte de la población mexicana, incluido nuestro Presidente de la República, que en reiteradas ocasiones ha sido catalogado como “conservador”, “retrógrada” e “hijo del sistema heteropatriarcal”. ¿Será que el pronunciamiento papal contribuirá a que la agenda LGBTTTIQ+ pase a ser parte relevante en el escenario Nacional?, ¿podrá convertirse en un paso más, por minúsculo que sea, para lograr la tan luchada legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, en todas las Entidades Federativas de nuestro país?

Basta recordar que en una parte importante de estas Entidades la carga religiosa católica tiene un peso por demás relevante en la cosmología de su población. Ejemplo de ello es el Estado de Guanajuato, cuya posición ha traido consigo un grave costo social en perjuicio de las personas de la comunidad. La nueva postura de la iglesia católica podría dejarse sentir, deseablemente en el desvanecimiento de esta perspectiva tan vertical y excluyente en beneficio de la comunidad LGBTTTIQ+. ¿Será que la tan arraigada inclinación hacia la religión permita ya una apertura hacia una regulación homogénea del matrimonio igualitario?

Históricamente la homofobia ha estado ligada con los dogmas religiosos impuestos de generación en generación, los cuales poco a poco se han ido desvaneciendo en la medida en que el movimiento LGBTTTIQ+ ha tomado más fuerza. Basta leer los comentarios de cualquier nota que haga referencia a la comunidad gay para darnos cuenta de ello. Mientras que algunos nos llaman “antinatura”, o que rompemos con la idea de una “familia tradicional” (concepto que también ha sido sociológicamente impuesto pues no estamos cumpliendo con la finalidad del matrimonio, la cual es procrear), otros tantos y cada vez más personas, miembros de la comunidad y/o aliados, celebran los resultados de la lucha que se materializan día con día.

En este sentido, el pasado 21 de octubre la Iglesia Católica, por conducto del Sumo Pontífice, el Papa Francisco, estuvo bajo las luces de periódicos y redes sociales por su pronunciamiento respecto de la legalización de las uniones civiles de las personas del mismo sexo, al expresarse a favor de éstas mediante la creación de una ley.

Naturalmente causó polémica dentro de la comunidad católica; algunos tradicionalistas lo tomaron como una postura hipócrita, ya que la Iglesia a lo largo del tiempo ha estigmatizado a los homosexuales. No es coincidencia que no haya sacerdotes o monjas que abiertamente sean parte de nuestra comunidad, o bien que haya pronunciamentos sobre que los gays no puedan ser admitidos en el Seminario.

Independientemente de la inclusión o no de la comunidad LGBTTTIQ+ dentro de la Iglesia Católica y precisando sobre la declaración en cuestión, es menester hacer dos preguntas: ¿cuál será el impacto de esta “nueva” postura a nivel internacional? Y ¿cómo incidirá ésta en nuestro país? Tomemos en cuenta la idiosincracia que prevalece aún en una gran parte de la población mexicana, incluido nuestro Presidente de la República, que en reiteradas ocasiones ha sido catalogado como “conservador”, “retrógrada” e “hijo del sistema heteropatriarcal”. ¿Será que el pronunciamiento papal contribuirá a que la agenda LGBTTTIQ+ pase a ser parte relevante en el escenario Nacional?, ¿podrá convertirse en un paso más, por minúsculo que sea, para lograr la tan luchada legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, en todas las Entidades Federativas de nuestro país?

Basta recordar que en una parte importante de estas Entidades la carga religiosa católica tiene un peso por demás relevante en la cosmología de su población. Ejemplo de ello es el Estado de Guanajuato, cuya posición ha traido consigo un grave costo social en perjuicio de las personas de la comunidad. La nueva postura de la iglesia católica podría dejarse sentir, deseablemente en el desvanecimiento de esta perspectiva tan vertical y excluyente en beneficio de la comunidad LGBTTTIQ+. ¿Será que la tan arraigada inclinación hacia la religión permita ya una apertura hacia una regulación homogénea del matrimonio igualitario?