/ viernes 22 de diciembre de 2017

Un Santa Claus famélico

De compasión ser Santa Claus. Poner bajo el árbol, lo que los críos piden con singular alegría, parece imposible. Todo por las nubes, menos los salarios inamovibles, o sujetos a incrementos de porcentajes que dan risa.

La inflación devora los ingresos familiares, por más que el padre y la madre se conviertan en mil usos. Ni dobleteando las horas de trabajo se alcanza a rebasar la escalada de precios, más notoria en productos de primera necesidad.

Con la liberación de la gasolina y la entrada de las estaciones de servicio competidoras, los automovilistas darán mil vueltas, a la búsqueda del litro más barato –como lo hacen los gringos-. Hacienda dejó de publicar los precios máximos, del para tantos esencial energético y éstos se flexibilizaron; durante el día podrán variar, igual que sucede con el dólar.

Qué decir del gas, que de golpe y porrazo, en un bimestre, subió más de un 30%. Habría que preguntar a las sacrificadas amas de casa, cuánto les dura el tanque –que nunca llega completo-. Peor en invierno, cuando se alarga el baño –si se tiene la suerte de contar con calentador y su suministro- y hasta la leche se bebe como infierno en llamas.

Cualquier centavo que pueda ahorrarse, resulta bueno, en tiempos en los que suben los gastos. El ramo juguetero hace su agosto y, por supuesto, las peticiones que más se reciben en las infantiles cartas, cuestan ¡la intemerata!

¿Que subió el salario mínimo? Con 88.36 devaluados pesitos, de acuerdo a datos del INEGI, no alcanza para la canasta básica. Y para quien piense que pocos mexicanos caen en esa valoración, lo perciben 14 millones 119 mil personas, que sudan la gota gorda para sobrevivir. Un 42% de las familias no ajusta a cubrir el costo de la magra canasta.

A las carencias habría que sumarle penurias, como los sismos. Más de 110 mil inmuebles dañados, que apenas se empiezan a reconstruir.Tomará años – a los que no llegarán un número significativo de damnificados-  el recuperarse del movimiento de la madre tierra, que destrozó todo a su paso.

La desigualdad crece y seis entidades de la República, en el 2016, estuvieron por debajo del Producto Interno Bruto. Tabasco, Campeche y Chiapas fueron las que tuvieron el peor retroceso, seguidas por Oaxaca, Tamaulipas y Zacatecas. Cuatro recibieron el mayor golpe, del primer terremoto (Septiembre 7), lo que implica que, de no recibir la ayuda del Gobierno Federal, poco pueden esperar de sus finanzas estatales.

El costo del Septiembre negro se calcula en 48 mil millones de pesos. De los más afectados, los habitantes del Istmo, con comunidades y municipios hechos trizas, en los que no quedó piedra sobre piedra. La plena desolación.

Sin hospitales ni escuelas, será difícil retomar la vida cotidiana de una población hecha jirones. Algunos grupos de la sociedad civil se organizan y, bajo el lema de “adopta una comunidad”, ayudan de forma directa y aspiran a dotarlos de la casa que perdieron.

Conseguir donativos es complicado, más en épocas de vacas flacas. Apelan a la generosidad de una clase media, a la que le solicitan cantidades mínimas, con la esperanza de lograr  el objetivo que se plantean.

Morelos es otra entidad en la que hubo una enorme destrucción. Poca enjundia se nota en su desgobernador –Graco Ramírez-, ocupado en la eleccionitis y despreocupado de las necesidades de los afectados.

Una Navidad en la que Santa Claus está famélico. Esperemos que encuentre alimento y cobijo en la generosidad de los mexicanos

solidarios.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

De compasión ser Santa Claus. Poner bajo el árbol, lo que los críos piden con singular alegría, parece imposible. Todo por las nubes, menos los salarios inamovibles, o sujetos a incrementos de porcentajes que dan risa.

La inflación devora los ingresos familiares, por más que el padre y la madre se conviertan en mil usos. Ni dobleteando las horas de trabajo se alcanza a rebasar la escalada de precios, más notoria en productos de primera necesidad.

Con la liberación de la gasolina y la entrada de las estaciones de servicio competidoras, los automovilistas darán mil vueltas, a la búsqueda del litro más barato –como lo hacen los gringos-. Hacienda dejó de publicar los precios máximos, del para tantos esencial energético y éstos se flexibilizaron; durante el día podrán variar, igual que sucede con el dólar.

Qué decir del gas, que de golpe y porrazo, en un bimestre, subió más de un 30%. Habría que preguntar a las sacrificadas amas de casa, cuánto les dura el tanque –que nunca llega completo-. Peor en invierno, cuando se alarga el baño –si se tiene la suerte de contar con calentador y su suministro- y hasta la leche se bebe como infierno en llamas.

Cualquier centavo que pueda ahorrarse, resulta bueno, en tiempos en los que suben los gastos. El ramo juguetero hace su agosto y, por supuesto, las peticiones que más se reciben en las infantiles cartas, cuestan ¡la intemerata!

¿Que subió el salario mínimo? Con 88.36 devaluados pesitos, de acuerdo a datos del INEGI, no alcanza para la canasta básica. Y para quien piense que pocos mexicanos caen en esa valoración, lo perciben 14 millones 119 mil personas, que sudan la gota gorda para sobrevivir. Un 42% de las familias no ajusta a cubrir el costo de la magra canasta.

A las carencias habría que sumarle penurias, como los sismos. Más de 110 mil inmuebles dañados, que apenas se empiezan a reconstruir.Tomará años – a los que no llegarán un número significativo de damnificados-  el recuperarse del movimiento de la madre tierra, que destrozó todo a su paso.

La desigualdad crece y seis entidades de la República, en el 2016, estuvieron por debajo del Producto Interno Bruto. Tabasco, Campeche y Chiapas fueron las que tuvieron el peor retroceso, seguidas por Oaxaca, Tamaulipas y Zacatecas. Cuatro recibieron el mayor golpe, del primer terremoto (Septiembre 7), lo que implica que, de no recibir la ayuda del Gobierno Federal, poco pueden esperar de sus finanzas estatales.

El costo del Septiembre negro se calcula en 48 mil millones de pesos. De los más afectados, los habitantes del Istmo, con comunidades y municipios hechos trizas, en los que no quedó piedra sobre piedra. La plena desolación.

Sin hospitales ni escuelas, será difícil retomar la vida cotidiana de una población hecha jirones. Algunos grupos de la sociedad civil se organizan y, bajo el lema de “adopta una comunidad”, ayudan de forma directa y aspiran a dotarlos de la casa que perdieron.

Conseguir donativos es complicado, más en épocas de vacas flacas. Apelan a la generosidad de una clase media, a la que le solicitan cantidades mínimas, con la esperanza de lograr  el objetivo que se plantean.

Morelos es otra entidad en la que hubo una enorme destrucción. Poca enjundia se nota en su desgobernador –Graco Ramírez-, ocupado en la eleccionitis y despreocupado de las necesidades de los afectados.

Una Navidad en la que Santa Claus está famélico. Esperemos que encuentre alimento y cobijo en la generosidad de los mexicanos

solidarios.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq