/ domingo 24 de diciembre de 2017

Una canción de ufanía

1.- Acreditamos un año más al haber de nuestros afanes, más que descontarlo del deber de nuestros despropósitos. El solsticio se ha adelantado, las Gemínidas llovieron ya y no aprendemos a capturar los destellos de la aurora que con cada día nos depara una aventura nueva que nos disipa la oscuridad de la duda, el pavor de la incertidumbre. Sosiega sin embargo saber que el compacto arquitrabe de nuestra casa grande soporta remezones que a otras, menos recias habrían derruido, y por ello afrontamos con serenidad el cumulonimbo que se cierne sobre la vida pública hacia el año que despunta: no habrá tempestad, ni borrasca que nos intimide, porque sabemos que la unidad de la familia genera la unidad de la nación, y ésa no tiene fisura.

2.- El tiempo nos aclara que no existe dicotomía entre la borrosa ilusión de lo que creemos que sabemos, la roca maciza que nos esforzamos por construir y que sabemos que florece en el futuro, y con los años entender la magia etérea de que ser feliz solo se conjuga en pasado. En este presente nos toca transmitir hacia los nuestros, depurado, el amor del que nos ha tocado la fortuna de ser efímeros depositarios, pues lo único nuevo bajo el sol será la imaginación, la creatividad y el fino esmero con que damos las gracias; nos reconocemos en la generosidad infinita de los que nos son queridos, y nos aprestamos a reciprocar. Aprendimos otras cosas.

3.- Supimos retomar puntos básicos de partida, para acentuar la importancia de no sobreestimar los defectos propios en demérito de la virtud del próximo, y colocamos una vez más en el sitio que ocupa lo fatuo, lo vano y lo ruin en el archivo del aprendizaje. Valoramos la urgencia de evitar confundir el rechazo a los radicalismos con la timorata preconización de la mediocridad y, en la experiencia renovada, tener presente que la apasionada intensidad que a veces se atribuye a las mentes de menor valía, no equivale a la total falta de convicción de los más preparados.

4.- Ante la cascada de calamidades naturales que nos toparon de frente a la infinita levedad de nuestra impotencia, los mexicanos no nada más nos alzamos contra la adversidad, sino que dimos una cátedra tangible de unidad y respeto entre nosotros, en gestos y actitudes que hicieron brillar nuestro sentido acendrado de solidaridad, como esas raras constelaciones de luceros que estallan el cielo en diciembre; que nos arraigan al suelo y a nuestros semejantes en la mirada de la pertenencia y la ufanía desbordante de tejer siempre más vigoroso el manto de nuestra identidad, acrisolada y magnánima. Nuestros hijos salieron a la calle a sumarse al rescate de nuestra entraña y escribieron, una vez más, una página gloriosa de la Historia que nos funde.

5.- Los que todavía nos asombramos ante la peregrinación de la mariposa Monarca, que hacia el verano cada año se renueva en su travesía en cinco generaciones; que nos maravillamos a cada nueva cámara en Luxor, cada nuevo túnel en Palenque; que no volvemos del pasmo de ver en vivo un trasplante de corazón, también temblamos azorados ante la belleza del alma, la gracia serena del amor y la indómita voluntad de vivir. Nos vindica la esperanza, y nos atempera otras lobregueces, aún aquéllas de las que sólo somos testigos.

6.- Sea la hora de cauterizar las heridas de la inquina y el rencor, para acometer 2018 con bríos de tenacidad, de entereza, de coincidencia, y el ánimo indeficiente de ser mejores nosotros mismos y para con los que vienen, que es la menos variable de nuestras constantes, igual que la expresión de  ternura, compasión y complicidad con que estos días, y los que siguen, nos brindamos un guiño entrañable, una sonora carcajada de ¡muchas felicidades!

camilo@kawage.com

1.- Acreditamos un año más al haber de nuestros afanes, más que descontarlo del deber de nuestros despropósitos. El solsticio se ha adelantado, las Gemínidas llovieron ya y no aprendemos a capturar los destellos de la aurora que con cada día nos depara una aventura nueva que nos disipa la oscuridad de la duda, el pavor de la incertidumbre. Sosiega sin embargo saber que el compacto arquitrabe de nuestra casa grande soporta remezones que a otras, menos recias habrían derruido, y por ello afrontamos con serenidad el cumulonimbo que se cierne sobre la vida pública hacia el año que despunta: no habrá tempestad, ni borrasca que nos intimide, porque sabemos que la unidad de la familia genera la unidad de la nación, y ésa no tiene fisura.

2.- El tiempo nos aclara que no existe dicotomía entre la borrosa ilusión de lo que creemos que sabemos, la roca maciza que nos esforzamos por construir y que sabemos que florece en el futuro, y con los años entender la magia etérea de que ser feliz solo se conjuga en pasado. En este presente nos toca transmitir hacia los nuestros, depurado, el amor del que nos ha tocado la fortuna de ser efímeros depositarios, pues lo único nuevo bajo el sol será la imaginación, la creatividad y el fino esmero con que damos las gracias; nos reconocemos en la generosidad infinita de los que nos son queridos, y nos aprestamos a reciprocar. Aprendimos otras cosas.

3.- Supimos retomar puntos básicos de partida, para acentuar la importancia de no sobreestimar los defectos propios en demérito de la virtud del próximo, y colocamos una vez más en el sitio que ocupa lo fatuo, lo vano y lo ruin en el archivo del aprendizaje. Valoramos la urgencia de evitar confundir el rechazo a los radicalismos con la timorata preconización de la mediocridad y, en la experiencia renovada, tener presente que la apasionada intensidad que a veces se atribuye a las mentes de menor valía, no equivale a la total falta de convicción de los más preparados.

4.- Ante la cascada de calamidades naturales que nos toparon de frente a la infinita levedad de nuestra impotencia, los mexicanos no nada más nos alzamos contra la adversidad, sino que dimos una cátedra tangible de unidad y respeto entre nosotros, en gestos y actitudes que hicieron brillar nuestro sentido acendrado de solidaridad, como esas raras constelaciones de luceros que estallan el cielo en diciembre; que nos arraigan al suelo y a nuestros semejantes en la mirada de la pertenencia y la ufanía desbordante de tejer siempre más vigoroso el manto de nuestra identidad, acrisolada y magnánima. Nuestros hijos salieron a la calle a sumarse al rescate de nuestra entraña y escribieron, una vez más, una página gloriosa de la Historia que nos funde.

5.- Los que todavía nos asombramos ante la peregrinación de la mariposa Monarca, que hacia el verano cada año se renueva en su travesía en cinco generaciones; que nos maravillamos a cada nueva cámara en Luxor, cada nuevo túnel en Palenque; que no volvemos del pasmo de ver en vivo un trasplante de corazón, también temblamos azorados ante la belleza del alma, la gracia serena del amor y la indómita voluntad de vivir. Nos vindica la esperanza, y nos atempera otras lobregueces, aún aquéllas de las que sólo somos testigos.

6.- Sea la hora de cauterizar las heridas de la inquina y el rencor, para acometer 2018 con bríos de tenacidad, de entereza, de coincidencia, y el ánimo indeficiente de ser mejores nosotros mismos y para con los que vienen, que es la menos variable de nuestras constantes, igual que la expresión de  ternura, compasión y complicidad con que estos días, y los que siguen, nos brindamos un guiño entrañable, una sonora carcajada de ¡muchas felicidades!

camilo@kawage.com

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