/ miércoles 10 de octubre de 2018

Una consulta sesgada

Con los datos y los dados cargados, la consulta a la que convoca el próximo gobierno sobre el aeropuerto de la Ciudad de México aparece, como dicen los técnicos en estadística y sondeos de opinión, sesgada de origen además de altamente politizada. Según encuestas profesionales de días recientes, sólo el 31 por ciento de la población está interesada en responder a la pregunta que estará en las papeletas el 28 de octubre. Un mínimo conocimiento de la sicología colectiva lleva a la conclusión de que esa escasa tercera parte de potenciales votantes está conformada en su mayoría por ciudadanos que sufragaron en favor de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del pasado uno de julio.

Esos votantes tendrán ante sí una pregunta cuya respuesta lleva a una especie de sencillo silogismo: ¿Quién formula la pregunta? Andrés Manuel López Obrador; desde su campaña, el futuro presidente manifestó su reprobación a la obra ya en construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco, ergo, es decir luego entonces, el voto mayoritario en favor de López Obrador debe ser en contra del proyecto que se identifica con el gobierno de Enrique Peña Nieto. En este razonamiento que los escasos votantes se hacen de antemano, aparecen los factores de la derrota del PRI, la aplastante victoria de López Obrador y Morena así como el rechazo a todo lo que represente la actual administración.

La consulta a la que convoca López Obrador no está precedida de la objetividad y la imparcialidad que el propio presidente electo dijo pedir a los miembros de su equipo al referirse a las dos opciones que estarán en la boleta de la consulta, cuya metodología y preguntas concretas, hasta ahora desconocidas, tal vez aparezcan con cierta precisión en una conferencia de prensa anunciada para el día de mañana. En todas las intervenciones públicas, apariciones y entrevistas, el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú y otros miembros del equipo de trabajo del próximo presidente se manifiestan totalmente parciales en favor de la propuesta de dos aeropuertos, el actual de la Ciudad de México y la base aérea de Santa Lucía. El propio López Obrador, en su mensaje a través de las redes sociales el pasado lunes aparenta abrir la puerta a la posibilidad de continuar la obra de Texcoco con la condición de que el proyecto quede íntegramente a cargo de la iniciativa privada; idea imposible de llevar a la práctica si se considera el avance de la obra y el costo que representaría cambiar el esquema y la naturalezade obra pública que está en marcha desde hace más de tres años y responde a una serie de estudios y análisis técnicos, financieros y sociales iniciados desde hace más de diez años. De esta manera, López Obrador parece salir al paso de la posibilidad de que la razón se imponga en el reducido número de votantes que acudirán a las improvisadas urnas y que la opinión del pueblo sabio –si es que esa exigua cantidad de sufragantes lo representarán—se incline por la obra de Texcoco. Que vaya adelante el proyecto, sí, pero por ningún motivo lo continuará el gobierno de López Obrador.

El sesgo de la consulta es evidente: López Obrador, por quien la mayoría votó, no quiere este proyecto. Faltaría organizar otras consultas que saltan a la vista: por qué –debería responderse—dinero público para la obra de Texcoco, no; recursos oficiales para Santa Lucía, sí. No se pregunta al ciudadano sobre el proyecto del tren maya o la refinería en Tabasco que de antemano se llevará a cabo sin licitación ni cuestionamiento alguno a la población.

Srio28@prodigy.net.mx


Con los datos y los dados cargados, la consulta a la que convoca el próximo gobierno sobre el aeropuerto de la Ciudad de México aparece, como dicen los técnicos en estadística y sondeos de opinión, sesgada de origen además de altamente politizada. Según encuestas profesionales de días recientes, sólo el 31 por ciento de la población está interesada en responder a la pregunta que estará en las papeletas el 28 de octubre. Un mínimo conocimiento de la sicología colectiva lleva a la conclusión de que esa escasa tercera parte de potenciales votantes está conformada en su mayoría por ciudadanos que sufragaron en favor de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del pasado uno de julio.

Esos votantes tendrán ante sí una pregunta cuya respuesta lleva a una especie de sencillo silogismo: ¿Quién formula la pregunta? Andrés Manuel López Obrador; desde su campaña, el futuro presidente manifestó su reprobación a la obra ya en construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco, ergo, es decir luego entonces, el voto mayoritario en favor de López Obrador debe ser en contra del proyecto que se identifica con el gobierno de Enrique Peña Nieto. En este razonamiento que los escasos votantes se hacen de antemano, aparecen los factores de la derrota del PRI, la aplastante victoria de López Obrador y Morena así como el rechazo a todo lo que represente la actual administración.

La consulta a la que convoca López Obrador no está precedida de la objetividad y la imparcialidad que el propio presidente electo dijo pedir a los miembros de su equipo al referirse a las dos opciones que estarán en la boleta de la consulta, cuya metodología y preguntas concretas, hasta ahora desconocidas, tal vez aparezcan con cierta precisión en una conferencia de prensa anunciada para el día de mañana. En todas las intervenciones públicas, apariciones y entrevistas, el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú y otros miembros del equipo de trabajo del próximo presidente se manifiestan totalmente parciales en favor de la propuesta de dos aeropuertos, el actual de la Ciudad de México y la base aérea de Santa Lucía. El propio López Obrador, en su mensaje a través de las redes sociales el pasado lunes aparenta abrir la puerta a la posibilidad de continuar la obra de Texcoco con la condición de que el proyecto quede íntegramente a cargo de la iniciativa privada; idea imposible de llevar a la práctica si se considera el avance de la obra y el costo que representaría cambiar el esquema y la naturalezade obra pública que está en marcha desde hace más de tres años y responde a una serie de estudios y análisis técnicos, financieros y sociales iniciados desde hace más de diez años. De esta manera, López Obrador parece salir al paso de la posibilidad de que la razón se imponga en el reducido número de votantes que acudirán a las improvisadas urnas y que la opinión del pueblo sabio –si es que esa exigua cantidad de sufragantes lo representarán—se incline por la obra de Texcoco. Que vaya adelante el proyecto, sí, pero por ningún motivo lo continuará el gobierno de López Obrador.

El sesgo de la consulta es evidente: López Obrador, por quien la mayoría votó, no quiere este proyecto. Faltaría organizar otras consultas que saltan a la vista: por qué –debería responderse—dinero público para la obra de Texcoco, no; recursos oficiales para Santa Lucía, sí. No se pregunta al ciudadano sobre el proyecto del tren maya o la refinería en Tabasco que de antemano se llevará a cabo sin licitación ni cuestionamiento alguno a la población.

Srio28@prodigy.net.mx