/ martes 11 de febrero de 2020

Una isla y un error administrativo

Cualquier gobierno en el ejercicio de su mandato siempre corre el peligro de cometer traspiés en su gestión, por ejemplo: un documento que se traspapela, una mala apreciación de la ley, un mal cálculo económico, la instrumentación de una política pública equivocada -o- un largo etcétera de necedades. Los gobiernos se ejercen por personas y, por ello, el grado de falibilidad de un gobierno es exponencial. El punto es tratar de aprender de los errores del pasado. Un ejemplo de esto fue la política instrumentada sobre la Isla de la Pasión a principios del siglo XX.


Nuestra República fue dueña de una pequeña isla que está como a 900 km. de Acapulco navegando mar adentro. Ese pequeño pedazo de tierra se conoce como la Isla de la Pasión, que hoy es propiedad del gobierno de Francia. Querido lector, en mi comprensión esa isla tiene poco valor geopolítico, de recursos naturales o especies. Sin embargo, los gobiernos de Estados Unidos de América, Francia y México se la han disputado. Supongo que debe tener alguna valía que no es clara en una primera mirada. Aquí el punto, son los errores del gobierno mexicano sobre el control de ésta.


El libro “La Isla de la Pasión” de Laura Restrepo nos narra de manera maravillosa y documentada lo que sucedió en dicho atolón de 1908 a 1917. El gobierno de Porfirio Díaz decidió enviar un destacamento para proteger esa isla de una posible invasión. Así, decenas de mexicanos quedaron a su suerte en ese pedazo de tierra. El barco que los abastecería de alimentos siempre llegaba tarde, la planeación de la misión siempre fue minúscula y, sobre todo, no existía un propósito claro con poner en ese lugar un destacamento militar. Lo grave de este pasaje es que el error de llevar a cabo diversas tareas sin un fin claro, es un común denominador de todas las administraciones públicas que estarían por venir.


El movimiento revolucionario afectó a todos y a todas las mexicanas, pero el desorden irradió en los habitantes de la isla de manera especial. En el derecho administrativo hay una cosa que se llama acta entrega-recepción, lo que se traduce en que la vieja administración le transfiere los papeles que dan cuenta del estado del gobierno a la nueva gestión. Este evento es muy trascendente pues le permite saber al nuevo gobierno el estado en que recibe al país.


La obra de Laura Restrepo nos permite inferir que hubo un mínimo de coordinación en la entrega del gobierno de Porfirio Díaz a Madero, por ello, las personas que “resguardaban” la isla tuvieron conocimiento de este hecho ,y la suerte de seguir recibiendo alimentos (con mayor retraso pero recibiendo víveres). El asesinato de Madero arrojó lo que ya todos sabemos, y la continuidad en las políticas públicas se vino abajo. Aquí de nueva cuenta nos vamos a encontrar con un problema que nos aqueja hasta nuestros días. No existe continuidad en las políticas públicas.


El olvido de los mexicanos destacados en la Isla de la Pasión construyó una tragedia que dio como resultado varios libros. Los últimos mexicanos dejaron el atolón en 1917. Nuestro país perdería dicha isla en un arbitraje internacional en los años treintas. Dicho en otras palabras, Porfirio Díaz instrumentó una política sobre un pequeño pedazo de tierra, que sería muy costosa en vidas humanas sin resultado alguno. Espero que aprendamos algo de las políticas fallidas, y de errores administrativos que cometemos administración tras administración.

Cualquier gobierno en el ejercicio de su mandato siempre corre el peligro de cometer traspiés en su gestión, por ejemplo: un documento que se traspapela, una mala apreciación de la ley, un mal cálculo económico, la instrumentación de una política pública equivocada -o- un largo etcétera de necedades. Los gobiernos se ejercen por personas y, por ello, el grado de falibilidad de un gobierno es exponencial. El punto es tratar de aprender de los errores del pasado. Un ejemplo de esto fue la política instrumentada sobre la Isla de la Pasión a principios del siglo XX.


Nuestra República fue dueña de una pequeña isla que está como a 900 km. de Acapulco navegando mar adentro. Ese pequeño pedazo de tierra se conoce como la Isla de la Pasión, que hoy es propiedad del gobierno de Francia. Querido lector, en mi comprensión esa isla tiene poco valor geopolítico, de recursos naturales o especies. Sin embargo, los gobiernos de Estados Unidos de América, Francia y México se la han disputado. Supongo que debe tener alguna valía que no es clara en una primera mirada. Aquí el punto, son los errores del gobierno mexicano sobre el control de ésta.


El libro “La Isla de la Pasión” de Laura Restrepo nos narra de manera maravillosa y documentada lo que sucedió en dicho atolón de 1908 a 1917. El gobierno de Porfirio Díaz decidió enviar un destacamento para proteger esa isla de una posible invasión. Así, decenas de mexicanos quedaron a su suerte en ese pedazo de tierra. El barco que los abastecería de alimentos siempre llegaba tarde, la planeación de la misión siempre fue minúscula y, sobre todo, no existía un propósito claro con poner en ese lugar un destacamento militar. Lo grave de este pasaje es que el error de llevar a cabo diversas tareas sin un fin claro, es un común denominador de todas las administraciones públicas que estarían por venir.


El movimiento revolucionario afectó a todos y a todas las mexicanas, pero el desorden irradió en los habitantes de la isla de manera especial. En el derecho administrativo hay una cosa que se llama acta entrega-recepción, lo que se traduce en que la vieja administración le transfiere los papeles que dan cuenta del estado del gobierno a la nueva gestión. Este evento es muy trascendente pues le permite saber al nuevo gobierno el estado en que recibe al país.


La obra de Laura Restrepo nos permite inferir que hubo un mínimo de coordinación en la entrega del gobierno de Porfirio Díaz a Madero, por ello, las personas que “resguardaban” la isla tuvieron conocimiento de este hecho ,y la suerte de seguir recibiendo alimentos (con mayor retraso pero recibiendo víveres). El asesinato de Madero arrojó lo que ya todos sabemos, y la continuidad en las políticas públicas se vino abajo. Aquí de nueva cuenta nos vamos a encontrar con un problema que nos aqueja hasta nuestros días. No existe continuidad en las políticas públicas.


El olvido de los mexicanos destacados en la Isla de la Pasión construyó una tragedia que dio como resultado varios libros. Los últimos mexicanos dejaron el atolón en 1917. Nuestro país perdería dicha isla en un arbitraje internacional en los años treintas. Dicho en otras palabras, Porfirio Díaz instrumentó una política sobre un pequeño pedazo de tierra, que sería muy costosa en vidas humanas sin resultado alguno. Espero que aprendamos algo de las políticas fallidas, y de errores administrativos que cometemos administración tras administración.

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