/ lunes 4 de noviembre de 2019

Una necia realidad

La economía mexicana no se encuentra estancada, pensar así es un error que sólo puede contribuir a prolongar y profundizar la contracción del PIB.

La única forma de enfrentar la desaceleración es reconocer su magnitud y que la ausencia de un programa económico de reactivación le ha permitido convertirse en una recesión. La información que se conocerá en los albores de 2020 permitirá confirmar lo que ya se vive en hogares, empresas y el mercado laboral.

Pero esperar hasta ese momento implicará una pérdida de tiempo. Ya no se llamará caída en la inversión o el PIB, la debilidad aterrizará en el mercado laboral con malas noticias y esto podría tener un profundo impacto social para el que las finanzas públicas no tendrán unarespuesta.

El gobierno anunció que deberá tomar 150 mil millones de pesos del fondo de estabilización para subsanar la merma en ingresos en 2019, debido a que su escenario macroeconómico considera dos por ciento de crecimiento económico, una prospectiva negada por la realidad.

La necia realidad económica implica menor recaudación de IVA, ISR e impuestos a la importación porque la sociedad ya vive la consecuencia de la caída en la actividad económica.

De acuerdo con el IGAE, la tasa de crecimiento promedio entre marzo y agosto fue de (-) 0.2 por ciento. Lo que se ha vivido durante el último semestre no es estancamiento, especialmente cuando se recuerda que el PIB del tercer trimestre retrocedió (-) 0.4% y que la tendencia del ciclo económico sigue a la baja.

En 2019, el gobierno consumirá 60 por ciento de un fondo que a este ritmo se terminará en 2020, particularmente porque su expectativa de recaudación tributaria fue realizada, nuevamente, con un pronóstico de crecimiento de dos por ciento, que será complejo de alcanzar si no hay cambios en la estrategia de política económica.

Ante este contexto, el problema es que los hogares mexicanos no tienen un fondo millonario para reponer una carencia de ingresos si pierden su empleo, un escenario que no se puede descartar ante una recesión.

Por ello era necesario evitar la desaceleración que se observó desde 2018 y que hoy se sigue profundizando. No es conveniente separar el crecimiento del desarrollo económico, ambos son necesarios para un mayor bienestar social. La estabilidad depende de generar oportunidades para los mexicanos que nacen todos los días y para aquellos que buscan un trabajo por primera vez.

Sólo el crecimiento es capaz de crear oportunidades para los nuevos ingenieros, médicos, arquitectos, periodistas y técnicos, que se gradúan cada año.

Los programas de perfil asistencial no pueden resolver las necesidades de un millón de jóvenes que se incorporan al mercado laboral buscando una oportunidad que les permita acceder a un futuro de bienestar y progreso.

El freno de la economía que se registra en 2019 sólo aumenta la enorme deuda social heredada por los gobiernos previos a la Cuarta Transformación.

El crecimiento de cero por ciento en los primeros nueve meses del año confirmó lo anticipado ante la caída en la inversión y recaudación fiscal. No es sorpresa, era una consecuencia esperada. ¿Qué sigue?

Sin un programa económico de reactivación lo que se verá es la continuidad de una precarización que ya muestra su fuerza.

La economía mexicana no se encuentra estancada, pensar así es un error que sólo puede contribuir a prolongar y profundizar la contracción del PIB.

La única forma de enfrentar la desaceleración es reconocer su magnitud y que la ausencia de un programa económico de reactivación le ha permitido convertirse en una recesión. La información que se conocerá en los albores de 2020 permitirá confirmar lo que ya se vive en hogares, empresas y el mercado laboral.

Pero esperar hasta ese momento implicará una pérdida de tiempo. Ya no se llamará caída en la inversión o el PIB, la debilidad aterrizará en el mercado laboral con malas noticias y esto podría tener un profundo impacto social para el que las finanzas públicas no tendrán unarespuesta.

El gobierno anunció que deberá tomar 150 mil millones de pesos del fondo de estabilización para subsanar la merma en ingresos en 2019, debido a que su escenario macroeconómico considera dos por ciento de crecimiento económico, una prospectiva negada por la realidad.

La necia realidad económica implica menor recaudación de IVA, ISR e impuestos a la importación porque la sociedad ya vive la consecuencia de la caída en la actividad económica.

De acuerdo con el IGAE, la tasa de crecimiento promedio entre marzo y agosto fue de (-) 0.2 por ciento. Lo que se ha vivido durante el último semestre no es estancamiento, especialmente cuando se recuerda que el PIB del tercer trimestre retrocedió (-) 0.4% y que la tendencia del ciclo económico sigue a la baja.

En 2019, el gobierno consumirá 60 por ciento de un fondo que a este ritmo se terminará en 2020, particularmente porque su expectativa de recaudación tributaria fue realizada, nuevamente, con un pronóstico de crecimiento de dos por ciento, que será complejo de alcanzar si no hay cambios en la estrategia de política económica.

Ante este contexto, el problema es que los hogares mexicanos no tienen un fondo millonario para reponer una carencia de ingresos si pierden su empleo, un escenario que no se puede descartar ante una recesión.

Por ello era necesario evitar la desaceleración que se observó desde 2018 y que hoy se sigue profundizando. No es conveniente separar el crecimiento del desarrollo económico, ambos son necesarios para un mayor bienestar social. La estabilidad depende de generar oportunidades para los mexicanos que nacen todos los días y para aquellos que buscan un trabajo por primera vez.

Sólo el crecimiento es capaz de crear oportunidades para los nuevos ingenieros, médicos, arquitectos, periodistas y técnicos, que se gradúan cada año.

Los programas de perfil asistencial no pueden resolver las necesidades de un millón de jóvenes que se incorporan al mercado laboral buscando una oportunidad que les permita acceder a un futuro de bienestar y progreso.

El freno de la economía que se registra en 2019 sólo aumenta la enorme deuda social heredada por los gobiernos previos a la Cuarta Transformación.

El crecimiento de cero por ciento en los primeros nueve meses del año confirmó lo anticipado ante la caída en la inversión y recaudación fiscal. No es sorpresa, era una consecuencia esperada. ¿Qué sigue?

Sin un programa económico de reactivación lo que se verá es la continuidad de una precarización que ya muestra su fuerza.