/ miércoles 24 de noviembre de 2021

Una vez más los ratones verdes

Nuestros antepasados celebraban con gran seriedad y expectación el nacimiento del nuevo sol cada 52 años. Era una ceremonia de esperanza, rito religioso y de misterio. Afortunadamente siempre salía el astro rey y la nación azteca continuaba su diario acontecer. ¿Qué habría ocurrido si al término de los 52 años no hubiese renacido el sol? Misteriosamente el sol volvía a nacer y de esa forma se salvaban la nación azteca, sus habitantes, los gobernantes y la clase sacerdotal.

Algo así como 4 siglos después, un mexicano falaz nos despojó de pueblo y territorio para entregarlo a manos extranjeras. Accedió a la Presidencia de la República once veces, más o menos, e hizo llamarse Alteza Serenísima.

Ni las villanías de López de Santa Ana ni la remota posibilidad de permanecer en la oscuridad astral hubieran sido peores que la humillante derrota, hace varios años, de la selección mexicana de fútbol ante Chile, por un desastroso marcador que prefiero no reescribir, y además, las derrotas de hace unos días antes los Estados Unidos y el Canadá. Puedo decir que la Patria no se salvó.

En algún editorial anterior hice mención de la importancia sin medida que el fútbol tiene para nuestros pueblos. A pesar de que los sajones reglamentaron esta disciplina deportiva y que funciona como el pasatiempo por excelencia para los países europeos, es en nuestra latinidad donde se manifiesta como el auténtico opio del pueblo.

Dentro de los avatares que el país ha vivido en los últimos años (pandemia, guerra antinarco, inseguridad, secuestros, desempleo, pobreza extrema, devaluación, plantones, marchas, bloqueos, vandalismo, etc.) el de menor importancia es el fútbol, que también tiene lo suyo.

Es la tragedia del fútbol mexicano. Ese fútbol mexicano del que todo el mundo habla y que es el alimento espiritual del pueblo y a la vez es su karma, su pasión, su desahogo. Ese fútbol, deporte de multitudes que paraliza las actividades y que produce manifestaciones de júbilo o de desasosiego. Ese fútbol que para de cabeza a los habitantes de cualquier país que se precie de practicarlo con buen tino. Ese fútbol que llena las páginas de periódicos y revistas, y todas las señales de la televisión y de la radio.

En la tragedia del futbol mexicano resulta que todo el país estuvo pendiente de las mediocridades en que se vio envuelta nuestra Selección Nacional en las derrotas ante las Selecciones de los Estados Unidos y de Canadá. En el último encuentro, con temperaturas bajo cero, estuvieron infumables. No podemos quejarnos de la temperatura porque también afectó a los canadienses. En ambos encuentros los jugadores mexicanos estuvieron maniatados, hipnotizados por un rival que los hizo volver a sentirse “ratones verdes” (término acuñado hace más de 50 años por el periodista Manuel Seyde).

El pobre entrenador Martino tuvo que lidiar con lo que hay. ¿Dónde estuvieron los multimillonarios jugadores y máximos exponentes de nuestro fútbol que se desempeñan en Europa? Felices, seguramente, viendo por la televisión la debacle de nuestro deporte. Para llegar a Catar, México tendrá que “trepar” para calificar.

Hoy nuestra selección sigue contando con su técnica de hace cuarenta años, técnica que ya otros entrenadores y equipos la conocen. Las estrategias son el elemento básico para conformar un equipo mundialista. Las estrategias de este equipo fueron, en su momento, excepcionales, pero ya se acabaron. Es necesario renovar técnica, jugadores y entrenador; es decir, selección nueva. Si no se hace ahora no llegaremos a nada más.

Quisiera cerrar este comentario con las palabras de René Raúl Drucker Colín 1937-2017) quien fue un prestigiado científico universitario, investigador y articulista mexicano, especializado en Fisiología y Neurobiología:

“El 4 de junio de 2009, Carolina Aranda Cruz, de 11 años, estudiante de quinto de primaria, fue invitada a dar un discurso en el World Trade Center ante cientos de pediatras y del secretario de Salud. Su discurso terminó con una frase devastadora: Pobre México nuestro, tan cerca del futbol y tan lejos de la ciencia.

“Algunos extractos de su discurso son apabullantes. Carolina dice: ¿Por qué apoyar más a los futbolistas que a los científicos? ¿Son mejores personas? ¿Producen mayor riqueza? ¿Nos divierten más? No creo, gracias a los científicos también nos divertimos, ellos inventaron las computadoras, los iPods, los simuladores. Además, salvo algunos casos, los jugadores de futbol nos hacen ver muy mal mundialmente y nuestros científicos, que nadie apoya, no.

“Y en otro segmento de su discurso expone: Me da pena que nuestro gobierno y nuestros empresarios inviertan tanto en futbol y seamos tan malos. Me da pena que inviertan tan poco en ciencia y seamos tan buenos. Tenemos la mejor universidad de Hispanoamérica, según la revista Time, y cada vez le damos menos recursos a la UNAM o al IPN. ¿Por qué no apoyar a lo que ya dé resultados? Un país que no invierte en ciencia y educación siempre será un país pobre”.

¿Queremos un México pobre? ¡Qué les parece! Carolina le dio al clavo, y, por si fuerapoco, pues tiene razón.



Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx

Nuestros antepasados celebraban con gran seriedad y expectación el nacimiento del nuevo sol cada 52 años. Era una ceremonia de esperanza, rito religioso y de misterio. Afortunadamente siempre salía el astro rey y la nación azteca continuaba su diario acontecer. ¿Qué habría ocurrido si al término de los 52 años no hubiese renacido el sol? Misteriosamente el sol volvía a nacer y de esa forma se salvaban la nación azteca, sus habitantes, los gobernantes y la clase sacerdotal.

Algo así como 4 siglos después, un mexicano falaz nos despojó de pueblo y territorio para entregarlo a manos extranjeras. Accedió a la Presidencia de la República once veces, más o menos, e hizo llamarse Alteza Serenísima.

Ni las villanías de López de Santa Ana ni la remota posibilidad de permanecer en la oscuridad astral hubieran sido peores que la humillante derrota, hace varios años, de la selección mexicana de fútbol ante Chile, por un desastroso marcador que prefiero no reescribir, y además, las derrotas de hace unos días antes los Estados Unidos y el Canadá. Puedo decir que la Patria no se salvó.

En algún editorial anterior hice mención de la importancia sin medida que el fútbol tiene para nuestros pueblos. A pesar de que los sajones reglamentaron esta disciplina deportiva y que funciona como el pasatiempo por excelencia para los países europeos, es en nuestra latinidad donde se manifiesta como el auténtico opio del pueblo.

Dentro de los avatares que el país ha vivido en los últimos años (pandemia, guerra antinarco, inseguridad, secuestros, desempleo, pobreza extrema, devaluación, plantones, marchas, bloqueos, vandalismo, etc.) el de menor importancia es el fútbol, que también tiene lo suyo.

Es la tragedia del fútbol mexicano. Ese fútbol mexicano del que todo el mundo habla y que es el alimento espiritual del pueblo y a la vez es su karma, su pasión, su desahogo. Ese fútbol, deporte de multitudes que paraliza las actividades y que produce manifestaciones de júbilo o de desasosiego. Ese fútbol que para de cabeza a los habitantes de cualquier país que se precie de practicarlo con buen tino. Ese fútbol que llena las páginas de periódicos y revistas, y todas las señales de la televisión y de la radio.

En la tragedia del futbol mexicano resulta que todo el país estuvo pendiente de las mediocridades en que se vio envuelta nuestra Selección Nacional en las derrotas ante las Selecciones de los Estados Unidos y de Canadá. En el último encuentro, con temperaturas bajo cero, estuvieron infumables. No podemos quejarnos de la temperatura porque también afectó a los canadienses. En ambos encuentros los jugadores mexicanos estuvieron maniatados, hipnotizados por un rival que los hizo volver a sentirse “ratones verdes” (término acuñado hace más de 50 años por el periodista Manuel Seyde).

El pobre entrenador Martino tuvo que lidiar con lo que hay. ¿Dónde estuvieron los multimillonarios jugadores y máximos exponentes de nuestro fútbol que se desempeñan en Europa? Felices, seguramente, viendo por la televisión la debacle de nuestro deporte. Para llegar a Catar, México tendrá que “trepar” para calificar.

Hoy nuestra selección sigue contando con su técnica de hace cuarenta años, técnica que ya otros entrenadores y equipos la conocen. Las estrategias son el elemento básico para conformar un equipo mundialista. Las estrategias de este equipo fueron, en su momento, excepcionales, pero ya se acabaron. Es necesario renovar técnica, jugadores y entrenador; es decir, selección nueva. Si no se hace ahora no llegaremos a nada más.

Quisiera cerrar este comentario con las palabras de René Raúl Drucker Colín 1937-2017) quien fue un prestigiado científico universitario, investigador y articulista mexicano, especializado en Fisiología y Neurobiología:

“El 4 de junio de 2009, Carolina Aranda Cruz, de 11 años, estudiante de quinto de primaria, fue invitada a dar un discurso en el World Trade Center ante cientos de pediatras y del secretario de Salud. Su discurso terminó con una frase devastadora: Pobre México nuestro, tan cerca del futbol y tan lejos de la ciencia.

“Algunos extractos de su discurso son apabullantes. Carolina dice: ¿Por qué apoyar más a los futbolistas que a los científicos? ¿Son mejores personas? ¿Producen mayor riqueza? ¿Nos divierten más? No creo, gracias a los científicos también nos divertimos, ellos inventaron las computadoras, los iPods, los simuladores. Además, salvo algunos casos, los jugadores de futbol nos hacen ver muy mal mundialmente y nuestros científicos, que nadie apoya, no.

“Y en otro segmento de su discurso expone: Me da pena que nuestro gobierno y nuestros empresarios inviertan tanto en futbol y seamos tan malos. Me da pena que inviertan tan poco en ciencia y seamos tan buenos. Tenemos la mejor universidad de Hispanoamérica, según la revista Time, y cada vez le damos menos recursos a la UNAM o al IPN. ¿Por qué no apoyar a lo que ya dé resultados? Un país que no invierte en ciencia y educación siempre será un país pobre”.

¿Queremos un México pobre? ¡Qué les parece! Carolina le dio al clavo, y, por si fuerapoco, pues tiene razón.



Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx