/ miércoles 8 de julio de 2020

Una visita infortunada

Allá va el tlatoani a rendírsele al señor Trump. Su máxima preocupación era dónde se iba a hospedar. Quiso dar la pala de que era una visita necesaria y, sobre todo, digna, cuando a los mexicanos que sí conocemos el honor, se nos cae la cara de vergüenza.

Tanto criticar a Peña Nieto, por la venida de Trump a tierra azteca –en su campaña presidencial-, espaldarazo que, sin duda, le redituó votos. En aquel entonces, incluso, escribió un libro contra el hotentote de los pelos de elote, en el que señalaba lo que se sabía: se convirtió en el presidente más antimexicano, de las últimas décadas.

La incongruencia entre su postura “ideológica” y sus acciones, es inconcebible. En una cara, el Juarismo y la constante alusión a los héroes nacionales y, por la otra, la absoluta sumisión al decadente imperio, que tiene al peor presidente de su historia (En eso, nos damos el quién vive).

Sordo a las voces académicas e intelectuales, que ven la mentada gira como un gravísimo error, cree que el ir a caravanear a quien lo ve como al último de sus súbditos, nos sacará de la gravísima crisis en la que estamos.

Lo advirtió, incluso, un hombre que representa a lo más granado de la diplomacia nacional: Bernardo Sepúlveda. Escribió una carta pública, intentando concientizarlo del error. La respuesta fue el silencio.

Un Trump, perverso hasta la médula, lo usa como a títere. En la cuerda floja, en vista de que su reelección está en duda (Su contrincante demócrata, Joe Biden, está varios puntos arriba), necesita del sufragio de los millones de connacionales que lo rechazan, por sus políticas racistas.

Se va, ajeno a la pandemia –como también lo ha sido Trump-, inocente frente a un halcón que saca el máximo provecho de México. Aquí deja un tiradero.

¿Se puede estar tan ciego, como para no valorar, en su justa dimensión, la creciente violencia? El homicidio de 26 jóvenes en un anexo de Irapuato, provocó un escándalo internacional, mayúsculo. El que se nos vea como a un pueblo de salvajes, en manos de la delincuencia organizada, se vuelve percepción global.

Sólo le importa su ego. Amenaza con “cobrarles” a los periodistas que lo critiquen, atentado contra la libertad de expresión. Intenta victimizarse, como ha sido su enfermiza costumbre, diciendo que es el “presidente más criticado de todos los tiempos”.

¿No fue él quien le gritó a Vicente Fox, el cállate chachalaca? ¿No tuvo adjetivos peyorativos para todos los ocupantes de Los Pinos, en sus largos años de campaña? ¿No leyó las inacabables críticas a otras gestiones, al entonces partido en el poder, a las familias de quienes ostentaban la máxima jerarquía?

Cree que el Temec (Nuevo Tratado de Libre Comercio) va a ser la salvación de la economía y que van a llover las inversiones. ¿Podrá haberlas cuando no para de espantarlas? Fustiga al empresariado, rechaza el rescate de las pequeñas y medianas empresas (En la quiebra) y critica acremente a los inversores extranjeros, como en el caso de Iberdrola.

Para tener credibilidad tendría que apegarse al Derecho. Truncó el aeropuerto de Texcoco, la fábrica de cerveza de Mexicali, las inversiones eólicas, lo que tuvo como consecuencia el pago de millones de dólares, que salieron de nuestros impuestos. Con este doble discurso, ahuyentó y lo seguirá haciendo, a quienes consideraban que en este país había un respeto a la ley.

Y se va a vender el alma patria, por un plato de lentejas.




catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Allá va el tlatoani a rendírsele al señor Trump. Su máxima preocupación era dónde se iba a hospedar. Quiso dar la pala de que era una visita necesaria y, sobre todo, digna, cuando a los mexicanos que sí conocemos el honor, se nos cae la cara de vergüenza.

Tanto criticar a Peña Nieto, por la venida de Trump a tierra azteca –en su campaña presidencial-, espaldarazo que, sin duda, le redituó votos. En aquel entonces, incluso, escribió un libro contra el hotentote de los pelos de elote, en el que señalaba lo que se sabía: se convirtió en el presidente más antimexicano, de las últimas décadas.

La incongruencia entre su postura “ideológica” y sus acciones, es inconcebible. En una cara, el Juarismo y la constante alusión a los héroes nacionales y, por la otra, la absoluta sumisión al decadente imperio, que tiene al peor presidente de su historia (En eso, nos damos el quién vive).

Sordo a las voces académicas e intelectuales, que ven la mentada gira como un gravísimo error, cree que el ir a caravanear a quien lo ve como al último de sus súbditos, nos sacará de la gravísima crisis en la que estamos.

Lo advirtió, incluso, un hombre que representa a lo más granado de la diplomacia nacional: Bernardo Sepúlveda. Escribió una carta pública, intentando concientizarlo del error. La respuesta fue el silencio.

Un Trump, perverso hasta la médula, lo usa como a títere. En la cuerda floja, en vista de que su reelección está en duda (Su contrincante demócrata, Joe Biden, está varios puntos arriba), necesita del sufragio de los millones de connacionales que lo rechazan, por sus políticas racistas.

Se va, ajeno a la pandemia –como también lo ha sido Trump-, inocente frente a un halcón que saca el máximo provecho de México. Aquí deja un tiradero.

¿Se puede estar tan ciego, como para no valorar, en su justa dimensión, la creciente violencia? El homicidio de 26 jóvenes en un anexo de Irapuato, provocó un escándalo internacional, mayúsculo. El que se nos vea como a un pueblo de salvajes, en manos de la delincuencia organizada, se vuelve percepción global.

Sólo le importa su ego. Amenaza con “cobrarles” a los periodistas que lo critiquen, atentado contra la libertad de expresión. Intenta victimizarse, como ha sido su enfermiza costumbre, diciendo que es el “presidente más criticado de todos los tiempos”.

¿No fue él quien le gritó a Vicente Fox, el cállate chachalaca? ¿No tuvo adjetivos peyorativos para todos los ocupantes de Los Pinos, en sus largos años de campaña? ¿No leyó las inacabables críticas a otras gestiones, al entonces partido en el poder, a las familias de quienes ostentaban la máxima jerarquía?

Cree que el Temec (Nuevo Tratado de Libre Comercio) va a ser la salvación de la economía y que van a llover las inversiones. ¿Podrá haberlas cuando no para de espantarlas? Fustiga al empresariado, rechaza el rescate de las pequeñas y medianas empresas (En la quiebra) y critica acremente a los inversores extranjeros, como en el caso de Iberdrola.

Para tener credibilidad tendría que apegarse al Derecho. Truncó el aeropuerto de Texcoco, la fábrica de cerveza de Mexicali, las inversiones eólicas, lo que tuvo como consecuencia el pago de millones de dólares, que salieron de nuestros impuestos. Con este doble discurso, ahuyentó y lo seguirá haciendo, a quienes consideraban que en este país había un respeto a la ley.

Y se va a vender el alma patria, por un plato de lentejas.




catalinanq@hotmail.com

@catalinanq