/ sábado 23 de abril de 2022

UNAM, números que ¿significan?

El desplegado que cada año se publica con las cuentas de la UNAM, debería ir más allá del puro cumplimiento. Al hacerlo de esa manera, se pierde la oportunidad de dialogar sobre las implicaciones del ejercicio presupuestal. También la de profundizar en la transparencia que implican los más de 48 mil millones de pesos de que dispuso en 2021 la universidad.

Para tener una dimensión del calado, esa cifra es prácticamente lo equivalente a todos los donativos del país en 2020. Y como se sabe de sobra, es mucho más de lo que reciben varios estados de la república.

Los muchos pesos que se gastan en las inserciones de prensa, bien podrían ir acompañados por un diseño que invite a comprender los alcances del dictamen del auditor externo. A su vez, destacar en una campaña los logros del buen manejo de las finanzas, como es justamente el que todos vean a grandes rasgos cómo se gasta el dinero, que la casa de estudios no acumula deudas y los pasivos son normales.

En la confianza de una gestión honesta y empeñosa de la UNAM, sus números ponen en relieve los grandes problemas y desafíos. Los de siempre, dirán los expertos del tema, así como los irresueltos o sin esperanzas de verse superados, agregarán los pesimistas.

Por ejemplo, el gigantismo de la institución no es, desde hace tiempo, un motivo de goyas: tener una población escolar mayor a los habitantes de varias entidades federativas y municipios, la suma de 366 mil 930 personas, es cada día más inmanejable. Si se ve como camino sin retorno ¿entonces hasta el infinito?

De esa comunidad, la mayoría, 226 mil 575, son estudiantes de licenciatura; con respecto al año 2020, el aumento fue de 8 mil 767. En la frialdad, los críticos dirán que las posibilidades de ingreso es ridículo para la demanda, por lo cual hay que ampliarla a como de lugar.

En otro renglón, sigue siendo bajísima la matriculación de posgrado, lo cual indica el enorme desperdicio de conocimientos e infraestructura, tanto como la incapacidad de alcanzar otros niveles de madurez intelectual: en 2020 eran 30 mil 634, en 2021 sólo creció en 158 personas, es decir se contaron 30 mil 792.

Las cuentas no entregan ni el número ni la distinción necesaria: saber cuántos trabajadores son sindicalizados y de confianza. El desplegado indica la categoría de personal académico, que pasó en un año de 50 mil 468 a 50 mil 794, un aumento de 326 personas.

De ellos, ninguna novedad, 32 mil 736 son profesores por asignatura, en tanto que investigadores son 2 mil 727. Este dato es por lo demás, escalofriante: del 2020 al 2021 alcanzaron tal distinción 37 académicos. A ver ¿qué pasa ahí? Nadie sugiere que “hacer” investigadores es como fabricar licenciados pero ¿cómo es posible tan bajo crecimiento en esta especialización?

Para investigación la UNAM destinó en 2021 el 26.9% del presupuesto, alrededor de 12 mil millones de pesos, lo cual puede significar mucha liquidez por proyecto y académico. Ahora bien ¿cuántos ingresos extraordinarios tuvo la universidad, que es el capítulo donde pueden caer las “ventas” de conocimiento? Fueron 2 mil 887,372 pesos, es decir ¿poco, mucho, más o menos y por qué?

El escenario es el mismo, como ¿debe ser?: el subsidio representa el 90.7% de la liquidez del territorio puma, los ingresos propios son del 9.3%, el 79.9% va a sueldos y prestaciones, el 14.7% a gastos de operación y las inversiones en 5.4%. La actividad sustantiva de extensión universitaria (cultura y deportes) tuvo una participación del 7.9%, alrededor de 3 mil millones de pesos, una cuarta parte del presupuesto de la Secretaría de Cultura federal.

Los números significan: las solicitudes de transparencia fueron 2 mil 037, es decir, en promedio 5 por día. Significar es una suerte de rugido del elefante.

El desplegado que cada año se publica con las cuentas de la UNAM, debería ir más allá del puro cumplimiento. Al hacerlo de esa manera, se pierde la oportunidad de dialogar sobre las implicaciones del ejercicio presupuestal. También la de profundizar en la transparencia que implican los más de 48 mil millones de pesos de que dispuso en 2021 la universidad.

Para tener una dimensión del calado, esa cifra es prácticamente lo equivalente a todos los donativos del país en 2020. Y como se sabe de sobra, es mucho más de lo que reciben varios estados de la república.

Los muchos pesos que se gastan en las inserciones de prensa, bien podrían ir acompañados por un diseño que invite a comprender los alcances del dictamen del auditor externo. A su vez, destacar en una campaña los logros del buen manejo de las finanzas, como es justamente el que todos vean a grandes rasgos cómo se gasta el dinero, que la casa de estudios no acumula deudas y los pasivos son normales.

En la confianza de una gestión honesta y empeñosa de la UNAM, sus números ponen en relieve los grandes problemas y desafíos. Los de siempre, dirán los expertos del tema, así como los irresueltos o sin esperanzas de verse superados, agregarán los pesimistas.

Por ejemplo, el gigantismo de la institución no es, desde hace tiempo, un motivo de goyas: tener una población escolar mayor a los habitantes de varias entidades federativas y municipios, la suma de 366 mil 930 personas, es cada día más inmanejable. Si se ve como camino sin retorno ¿entonces hasta el infinito?

De esa comunidad, la mayoría, 226 mil 575, son estudiantes de licenciatura; con respecto al año 2020, el aumento fue de 8 mil 767. En la frialdad, los críticos dirán que las posibilidades de ingreso es ridículo para la demanda, por lo cual hay que ampliarla a como de lugar.

En otro renglón, sigue siendo bajísima la matriculación de posgrado, lo cual indica el enorme desperdicio de conocimientos e infraestructura, tanto como la incapacidad de alcanzar otros niveles de madurez intelectual: en 2020 eran 30 mil 634, en 2021 sólo creció en 158 personas, es decir se contaron 30 mil 792.

Las cuentas no entregan ni el número ni la distinción necesaria: saber cuántos trabajadores son sindicalizados y de confianza. El desplegado indica la categoría de personal académico, que pasó en un año de 50 mil 468 a 50 mil 794, un aumento de 326 personas.

De ellos, ninguna novedad, 32 mil 736 son profesores por asignatura, en tanto que investigadores son 2 mil 727. Este dato es por lo demás, escalofriante: del 2020 al 2021 alcanzaron tal distinción 37 académicos. A ver ¿qué pasa ahí? Nadie sugiere que “hacer” investigadores es como fabricar licenciados pero ¿cómo es posible tan bajo crecimiento en esta especialización?

Para investigación la UNAM destinó en 2021 el 26.9% del presupuesto, alrededor de 12 mil millones de pesos, lo cual puede significar mucha liquidez por proyecto y académico. Ahora bien ¿cuántos ingresos extraordinarios tuvo la universidad, que es el capítulo donde pueden caer las “ventas” de conocimiento? Fueron 2 mil 887,372 pesos, es decir ¿poco, mucho, más o menos y por qué?

El escenario es el mismo, como ¿debe ser?: el subsidio representa el 90.7% de la liquidez del territorio puma, los ingresos propios son del 9.3%, el 79.9% va a sueldos y prestaciones, el 14.7% a gastos de operación y las inversiones en 5.4%. La actividad sustantiva de extensión universitaria (cultura y deportes) tuvo una participación del 7.9%, alrededor de 3 mil millones de pesos, una cuarta parte del presupuesto de la Secretaría de Cultura federal.

Los números significan: las solicitudes de transparencia fueron 2 mil 037, es decir, en promedio 5 por día. Significar es una suerte de rugido del elefante.