/ domingo 1 de noviembre de 2020

Uniones, no matrimonios homosexuales

VER

Gran revuelo han causado unas frases del Papa Francisco, divulgadas en un documental del cineasta Evgeny Afineevsky, como si con ellas aprobara la agenda homosexual y cambiara la doctrina tradicional de la Iglesia. Estas son sus palabras: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia. Son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso. Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente. Yo defendí eso”.

En ningún momento habló de un derecho a casarse, a formar una familia adoptando niños; mucho menos a un matrimonio religioso, ni siquiera civil. Dijo: “Tienen derecho a estar en la familia… a una familia… No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso”. Esto no es algo contrario a la ley de Dios, ni la Iglesia ha exigido a los padres de un homosexual que lo despidan del hogar. Hacerlo, sería una ofensa a Dios. Como hijos de Dios, los homosexuales son personas a quienes sus padres y toda la sociedad deben atender, como a los demás. Esto no significa avalar las conductas homosexuales.

Esperamos que este asunto se aclare más, pero lo que el Papa mencionó es lo que algunos hemos sostenido varias veces en reuniones con legisladores y autoridades civiles. No estamos de acuerdo en que se aprueben civilmente los llamados matrimonios entre personas del mismo sexo, porque no son matrimonios; pero sí es conveniente que haya leyes que protejan derechos de personas tanto del mismo como de diferente sexo que conviven, sin estar casados, como el derecho a heredar, a la asistencia sanitaria, a prestaciones laborales, etc. Estas leyes serían no sólo para homosexuales, sino para personas incluso de diferente sexo, no casadas, que deciden compartir su vida y sus bienes. Proponer que se protejan esos derechos, no es legitimar uniones homosexuales. El Estado debe proteger derechos de todos los ciudadanos.

PENSAR

El Papa Francisco, en su Exhortación Amoris laetitia, fijó su postura, que no ha cambiado: “Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos… Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad… Las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad” (52).

Y en cuanto a “los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (251).


ACTUAR

Mantengámonos firmes en nuestra fe, y sepamos discernir lo que se difunde en los medios informativos. El matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer que se aman, que están abiertos a la vida y que se comprometen a ser uno para el otro durante toda la vida. Las personas homosexuales son hijos de Dios y deben ser amados como Dios los ama, pero nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados.

VER

Gran revuelo han causado unas frases del Papa Francisco, divulgadas en un documental del cineasta Evgeny Afineevsky, como si con ellas aprobara la agenda homosexual y cambiara la doctrina tradicional de la Iglesia. Estas son sus palabras: “Las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia. Son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso. Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente. Yo defendí eso”.

En ningún momento habló de un derecho a casarse, a formar una familia adoptando niños; mucho menos a un matrimonio religioso, ni siquiera civil. Dijo: “Tienen derecho a estar en la familia… a una familia… No se puede echar de la familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso”. Esto no es algo contrario a la ley de Dios, ni la Iglesia ha exigido a los padres de un homosexual que lo despidan del hogar. Hacerlo, sería una ofensa a Dios. Como hijos de Dios, los homosexuales son personas a quienes sus padres y toda la sociedad deben atender, como a los demás. Esto no significa avalar las conductas homosexuales.

Esperamos que este asunto se aclare más, pero lo que el Papa mencionó es lo que algunos hemos sostenido varias veces en reuniones con legisladores y autoridades civiles. No estamos de acuerdo en que se aprueben civilmente los llamados matrimonios entre personas del mismo sexo, porque no son matrimonios; pero sí es conveniente que haya leyes que protejan derechos de personas tanto del mismo como de diferente sexo que conviven, sin estar casados, como el derecho a heredar, a la asistencia sanitaria, a prestaciones laborales, etc. Estas leyes serían no sólo para homosexuales, sino para personas incluso de diferente sexo, no casadas, que deciden compartir su vida y sus bienes. Proponer que se protejan esos derechos, no es legitimar uniones homosexuales. El Estado debe proteger derechos de todos los ciudadanos.

PENSAR

El Papa Francisco, en su Exhortación Amoris laetitia, fijó su postura, que no ha cambiado: “Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos… Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad… Las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad” (52).

Y en cuanto a “los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (251).


ACTUAR

Mantengámonos firmes en nuestra fe, y sepamos discernir lo que se difunde en los medios informativos. El matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer que se aman, que están abiertos a la vida y que se comprometen a ser uno para el otro durante toda la vida. Las personas homosexuales son hijos de Dios y deben ser amados como Dios los ama, pero nunca se podrán aprobar los actos homosexuales, pues son intrínsecamente desordenados.