/ miércoles 9 de junio de 2021

Unir y no dividir

América Latina, vive un tiempo de efervescencia social, y de alguna manera ya se ven cambios que se vienen gestando desde hace años. La desigualdad no resuelta, francamente poco atendida, y ahora agudizada por la pandemia, ha llevado a distintas naciones a salir a las calles y reclamar un cambio.

Las demandas sociales por atender la pobreza, mejorar los servicios de salud y de educación no son nuevas. Lo que sí se siente diferente es la perspectiva ciudadana que impulsa estos cambios por todo el continente y se expresa a pesar del miedo y la inseguridad. Desde las alas progresistas que se aglutinaron contra el discurso de odio de Trump, para lograr la victoria de Biden-Harris en EUA, hasta la elección de la Constituyente chilena, se ve que encima de las alianzas políticas existe una ciudadanía que hace contrapeso al gobierno y que busca presionar a las elites para adecuar el juego político a las exigencias contemporáneas.

Un botón de muestra es el proceso transformador chileno. La sociedad, harta de las desigualdades perpetuadas por un gobierno empresarial, y azuzadas desde el discurso divisionista de Piñeira, protestó para ejercer su soberanía y reconstituir al país. Las y los candidatos electos para la Convención Constituyente, quienes tendrán la misión de redactar la Nueva Carta Magna del país, en su mayoría no son de los partidos tradicionales, ni de derecha, ni de izquierda, sino independientes o de partidos y asociaciones que surgieron de las protestas universitarias de 2011. Un nuevo pacto social emergerá de ese proceso, que busca cerrar brechas y atender desigualdades, por primera vez, en paridad.

En Colombia vemos como Duque enfrenta otro tipo de conflictos, pero en gran medida, de la misma índole. La ciudadanía, con protestas y paros nacionales exige cambios y busca frenar el autoritarismo y la represión que ha caracterizado a los gobiernos que hacen frente a las guerrillas y al narcotráfico. De igual manera, genera contrapeso ante políticas públicas enfocadas a beneficiar a unos sobre otros, principalmente a la clase empresarial.

Están pendientes los resultados de los comicios en Perú, sin embargo, también hablan de polos opuestos en la visión de la realidad desde la derecha corporativa tradicional y la izquierda popular. Los discursos de división han marcado las elecciones en todo el mundo. Se vislumbra un declive en la política tradicional y la población le apuesta a que ciudadanas y ciudadanos en la toma de decisiones resuelvan la desigualdad histórica y la pauperización de las clases medias en el continente.

Acabar con la división, con los discursos de odio, generando una voluntad política incluyente y que defienda los derechos humanos es fundamental para el desarrollo, sostenible e igualitario, en la región y abona a la anhelada paz y seguridad.

@ClauCorichi

América Latina, vive un tiempo de efervescencia social, y de alguna manera ya se ven cambios que se vienen gestando desde hace años. La desigualdad no resuelta, francamente poco atendida, y ahora agudizada por la pandemia, ha llevado a distintas naciones a salir a las calles y reclamar un cambio.

Las demandas sociales por atender la pobreza, mejorar los servicios de salud y de educación no son nuevas. Lo que sí se siente diferente es la perspectiva ciudadana que impulsa estos cambios por todo el continente y se expresa a pesar del miedo y la inseguridad. Desde las alas progresistas que se aglutinaron contra el discurso de odio de Trump, para lograr la victoria de Biden-Harris en EUA, hasta la elección de la Constituyente chilena, se ve que encima de las alianzas políticas existe una ciudadanía que hace contrapeso al gobierno y que busca presionar a las elites para adecuar el juego político a las exigencias contemporáneas.

Un botón de muestra es el proceso transformador chileno. La sociedad, harta de las desigualdades perpetuadas por un gobierno empresarial, y azuzadas desde el discurso divisionista de Piñeira, protestó para ejercer su soberanía y reconstituir al país. Las y los candidatos electos para la Convención Constituyente, quienes tendrán la misión de redactar la Nueva Carta Magna del país, en su mayoría no son de los partidos tradicionales, ni de derecha, ni de izquierda, sino independientes o de partidos y asociaciones que surgieron de las protestas universitarias de 2011. Un nuevo pacto social emergerá de ese proceso, que busca cerrar brechas y atender desigualdades, por primera vez, en paridad.

En Colombia vemos como Duque enfrenta otro tipo de conflictos, pero en gran medida, de la misma índole. La ciudadanía, con protestas y paros nacionales exige cambios y busca frenar el autoritarismo y la represión que ha caracterizado a los gobiernos que hacen frente a las guerrillas y al narcotráfico. De igual manera, genera contrapeso ante políticas públicas enfocadas a beneficiar a unos sobre otros, principalmente a la clase empresarial.

Están pendientes los resultados de los comicios en Perú, sin embargo, también hablan de polos opuestos en la visión de la realidad desde la derecha corporativa tradicional y la izquierda popular. Los discursos de división han marcado las elecciones en todo el mundo. Se vislumbra un declive en la política tradicional y la población le apuesta a que ciudadanas y ciudadanos en la toma de decisiones resuelvan la desigualdad histórica y la pauperización de las clases medias en el continente.

Acabar con la división, con los discursos de odio, generando una voluntad política incluyente y que defienda los derechos humanos es fundamental para el desarrollo, sostenible e igualitario, en la región y abona a la anhelada paz y seguridad.

@ClauCorichi