/ martes 6 de octubre de 2020

Vacunas o tiburones

Por: Ana Gabriela González Alcalá

*Coordinadora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Diariamente somos bombardeados con titulares relacionados con la pandemia de la COVID-19 y sus terribles consecuencias, esperando ansiosamente la feliz noticia de una milagrosa vacuna que pueda salvarnos de esta cuarentena convertida en un estado permanente alrededor del mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) los países que llevan la ventaja en la creación de la vacuna son: Rusia, China, Gran Bretaña y Estados Unidos al presentar casi 40 vacunas en proceso de evaluación clínica y otras 140 en proceso de evaluación.

Sin embargo, detrás de esta carrera por las vacunas, subyace un tema muy delicado, por el que varios grupos ambientalistas levantan la voz ante la comunidad internacional; algunas de estas posibles vacunas incluyen el uso de “escualeno”. De acuerdo con la OMS, ésta es una substancia de origen natural que se extrae del aceite de pescado, en concreto del hígado de tiburón, y que tras un proceso de purificación se utiliza en farmacéuticos y vacunas. Científicos de la misma organización resaltan dos aspectos: por un lado, el escualeno tiene dentro de sus cualidades la mejora en la respuesta inmunitaria, que se ha comprobado en diferentes vacunas antigripales, en dosis de 10mg por vacuna y afortunadamente no existen registros de posibles consecuencias negativas en la salud de las personas; por otro lado, desafortunadamente, tampoco se mencionan las terribles consecuencias que se tendría en el ecosistema marino.

De acuerdo con la organización Shark Allies con base en California, Estados Unidos; se estima que la cantidad de escualeno que se requiere para crear una vacuna que inmunice a cada persona del mundo contra la COVID-19, se traduce en al menos la muerte de 250,000 tiburones. Esto sería un suicidio ecológico.

Bajo el marco del “Día mundial de los animales” que se celebra cada 4 de octubre, cuyo objetivo es generar una solución al problema de las especies en peligro de extinción; recordemos que los tiburones son los principales depredadores del océano, por lo tanto forman un rol importante en la cadena alimenticia y el control natural del ecosistema marino. Actualmente se estima que más de 100 millones de tiburones mueren al año, y 17 especies de tiburones han sido agregadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como animales en peligro de extinción. En los últimos 75 años, los tiburones, una especie que tiene más 400 millones de años en el planeta, ha disminuido su población en casi 60%. Además de tener un proceso natural de reproducción complicado, la matanza de tiburones por sus aletas, cartílago y ahora por el hígado, podría implicar una amenaza mayor para esta especie, dejándola al borde de la extinción.

Ante esta pandemia y la evolución o posible aparición de nuevos virus, surgen muchas cuestiones acerca de los procesos de seguridad ambiental y bioseguridad. La urgencia de una vacuna no puede ignorar las consecuencias ambientales negativas que la creación de la misma puede significar. El camino no es fácil, pero se tienen que tomar las mejores decisiones; es decir, aquellas que involucren también la sostenibilidad del planeta. La urgencia no puede cegarnos ante otros temas importantes como la conservación de las especies y, por lo tanto, “vacunas o tiburones”, no es una opción.

*Coordinadora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Por: Ana Gabriela González Alcalá

*Coordinadora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

Diariamente somos bombardeados con titulares relacionados con la pandemia de la COVID-19 y sus terribles consecuencias, esperando ansiosamente la feliz noticia de una milagrosa vacuna que pueda salvarnos de esta cuarentena convertida en un estado permanente alrededor del mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) los países que llevan la ventaja en la creación de la vacuna son: Rusia, China, Gran Bretaña y Estados Unidos al presentar casi 40 vacunas en proceso de evaluación clínica y otras 140 en proceso de evaluación.

Sin embargo, detrás de esta carrera por las vacunas, subyace un tema muy delicado, por el que varios grupos ambientalistas levantan la voz ante la comunidad internacional; algunas de estas posibles vacunas incluyen el uso de “escualeno”. De acuerdo con la OMS, ésta es una substancia de origen natural que se extrae del aceite de pescado, en concreto del hígado de tiburón, y que tras un proceso de purificación se utiliza en farmacéuticos y vacunas. Científicos de la misma organización resaltan dos aspectos: por un lado, el escualeno tiene dentro de sus cualidades la mejora en la respuesta inmunitaria, que se ha comprobado en diferentes vacunas antigripales, en dosis de 10mg por vacuna y afortunadamente no existen registros de posibles consecuencias negativas en la salud de las personas; por otro lado, desafortunadamente, tampoco se mencionan las terribles consecuencias que se tendría en el ecosistema marino.

De acuerdo con la organización Shark Allies con base en California, Estados Unidos; se estima que la cantidad de escualeno que se requiere para crear una vacuna que inmunice a cada persona del mundo contra la COVID-19, se traduce en al menos la muerte de 250,000 tiburones. Esto sería un suicidio ecológico.

Bajo el marco del “Día mundial de los animales” que se celebra cada 4 de octubre, cuyo objetivo es generar una solución al problema de las especies en peligro de extinción; recordemos que los tiburones son los principales depredadores del océano, por lo tanto forman un rol importante en la cadena alimenticia y el control natural del ecosistema marino. Actualmente se estima que más de 100 millones de tiburones mueren al año, y 17 especies de tiburones han sido agregadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como animales en peligro de extinción. En los últimos 75 años, los tiburones, una especie que tiene más 400 millones de años en el planeta, ha disminuido su población en casi 60%. Además de tener un proceso natural de reproducción complicado, la matanza de tiburones por sus aletas, cartílago y ahora por el hígado, podría implicar una amenaza mayor para esta especie, dejándola al borde de la extinción.

Ante esta pandemia y la evolución o posible aparición de nuevos virus, surgen muchas cuestiones acerca de los procesos de seguridad ambiental y bioseguridad. La urgencia de una vacuna no puede ignorar las consecuencias ambientales negativas que la creación de la misma puede significar. El camino no es fácil, pero se tienen que tomar las mejores decisiones; es decir, aquellas que involucren también la sostenibilidad del planeta. La urgencia no puede cegarnos ante otros temas importantes como la conservación de las especies y, por lo tanto, “vacunas o tiburones”, no es una opción.

*Coordinadora de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.