/ lunes 25 de enero de 2021

Vacunas, papa caliente que se avienta a gobernadores

El presidente de México no es responsable que el COVID-19 esté en todo el planeta. Ningún mandatario o mandataria lo es. Pero de lo que sí es responsable López Obrador es sobre las decisiones que ha tomado para enfrentarlo. Todo el mundo sabía que la epidemia en China, se convertiría en una pandemia. Pero desde que llega a México y para sorpresa inaudita de todas y todos, comienzan a imponerse, una tras otra, las más graves decisiones sanitarias buscando invertir lo menos posible.


Una de esas decisiones fue no involucrar a los gobiernos estatales y a la iniciativa privada, quienes desde el principio le solicitaron al gobierno federal, ser partícipes en la atención y apoyo, entre ellas la compra de pruebas, y después de vacunas.


Quedará en la historia las pésimas decisiones que derivó hasta hoy, en la trágica muerte de 150,000 personas y que en datos reales serían 450,000 fallecimientos, muchos prevenibles, si no se hubiese politizado la Secretaría de Salud, afectando a todo el sistema nacional de salud.


La lista de errores es larga: no seguir las recomendaciones de la OMS en primerísimo lugar; pruebas y seguimiento de los casos para detener los contagios; ser ejemplo para toda la población con el uso del cubrebocas. Si el responsable desde la Secretaría de Salud para atender la pandemia dice que el Presidente no necesita hacerse ninguna prueba porque “la fuerza del presidente es moral, no de contagio” (marzo 2020) y culpa a las enfermedades crónicas como vulnerabilidad de los decesos por covid, pues ya estábamos empezando mal.


La hacienda pública debió financiar como prioridad las recomendaciones de la OMS para detener el contagio y lograr la prevención de las muertes; pero lo que se hizo fue desinformar sobre la pandemia. Muchas personas murieron en sus casas porque no creían fuese tan grave la enfermedad por el ejemplo que recibían del propio presidente. La información maquillada sobre la disponibilidad de camas en cada entidad, ha sido la constante, hasta que las dificultades para conseguir una cama comienza a hacerse públicas y alguien muere en la calle después de ir de una clínica a otra.


A López Obrador se le hizo agua el engrudo y en plena crisis, ahora si, autoriza que los gobernadores compren vacunas. Los mandatarios de la oposición le reclaman con razón, lo tardía de la decisión y alertan pueda ser engañosa; hay que buscar las vacunas que no ha comprado el gobierno federal. Exigen no participen los “servidores de la nación” en la vacunación.


Lamentable se desprecian las voces, incluso de personalidades que votaron por López Obrador, quienes reiteradamente han expresado su preocupación respecto de las decisiones para atender la pandemia por parte del doctor Hugo López-Gatell. Ha salido a la luz el libro “Un daño irreparable” de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del laboratorio de genética molecular de la facultad de odontología de la UNAM; hay que leerlo para identificar uno por uno, los errores de quienes debieron actuar desde la ciencia -y no desde la política- para salvar el mayor número de personas con covid19. Una política equivocada que seguirá cobrando más víctimas prevenibles si no se corrige por el jefe de López-Gatell; no, no me refiero al Dr. Alcocer, sino a Andrés Manuel López Obrador.

El presidente de México no es responsable que el COVID-19 esté en todo el planeta. Ningún mandatario o mandataria lo es. Pero de lo que sí es responsable López Obrador es sobre las decisiones que ha tomado para enfrentarlo. Todo el mundo sabía que la epidemia en China, se convertiría en una pandemia. Pero desde que llega a México y para sorpresa inaudita de todas y todos, comienzan a imponerse, una tras otra, las más graves decisiones sanitarias buscando invertir lo menos posible.


Una de esas decisiones fue no involucrar a los gobiernos estatales y a la iniciativa privada, quienes desde el principio le solicitaron al gobierno federal, ser partícipes en la atención y apoyo, entre ellas la compra de pruebas, y después de vacunas.


Quedará en la historia las pésimas decisiones que derivó hasta hoy, en la trágica muerte de 150,000 personas y que en datos reales serían 450,000 fallecimientos, muchos prevenibles, si no se hubiese politizado la Secretaría de Salud, afectando a todo el sistema nacional de salud.


La lista de errores es larga: no seguir las recomendaciones de la OMS en primerísimo lugar; pruebas y seguimiento de los casos para detener los contagios; ser ejemplo para toda la población con el uso del cubrebocas. Si el responsable desde la Secretaría de Salud para atender la pandemia dice que el Presidente no necesita hacerse ninguna prueba porque “la fuerza del presidente es moral, no de contagio” (marzo 2020) y culpa a las enfermedades crónicas como vulnerabilidad de los decesos por covid, pues ya estábamos empezando mal.


La hacienda pública debió financiar como prioridad las recomendaciones de la OMS para detener el contagio y lograr la prevención de las muertes; pero lo que se hizo fue desinformar sobre la pandemia. Muchas personas murieron en sus casas porque no creían fuese tan grave la enfermedad por el ejemplo que recibían del propio presidente. La información maquillada sobre la disponibilidad de camas en cada entidad, ha sido la constante, hasta que las dificultades para conseguir una cama comienza a hacerse públicas y alguien muere en la calle después de ir de una clínica a otra.


A López Obrador se le hizo agua el engrudo y en plena crisis, ahora si, autoriza que los gobernadores compren vacunas. Los mandatarios de la oposición le reclaman con razón, lo tardía de la decisión y alertan pueda ser engañosa; hay que buscar las vacunas que no ha comprado el gobierno federal. Exigen no participen los “servidores de la nación” en la vacunación.


Lamentable se desprecian las voces, incluso de personalidades que votaron por López Obrador, quienes reiteradamente han expresado su preocupación respecto de las decisiones para atender la pandemia por parte del doctor Hugo López-Gatell. Ha salido a la luz el libro “Un daño irreparable” de la doctora Laurie Ann Ximénez-Fyvie, jefa del laboratorio de genética molecular de la facultad de odontología de la UNAM; hay que leerlo para identificar uno por uno, los errores de quienes debieron actuar desde la ciencia -y no desde la política- para salvar el mayor número de personas con covid19. Una política equivocada que seguirá cobrando más víctimas prevenibles si no se corrige por el jefe de López-Gatell; no, no me refiero al Dr. Alcocer, sino a Andrés Manuel López Obrador.