/ miércoles 28 de marzo de 2018

Viejas fórmulas, nuevas ocurrencias

El llamado desarrollo estabilizador dejó de existir en México como política económica cuando, tres meses antes de tomar posesión, el entonces presidente electo Luis Echeverría pidió a su antecesor Gustavo Díaz Ordaz cambiar al secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena por Hugo B. Margain. El desarrollo estabilizador había cumplido en 20 años una serie de programas y planes que la nueva administración consideraba del pasado.

El desarrollo estabilizador no fue una corriente ideológica o económica y su aplicación, principalmente en México y algunos países de América Latina, cumplió algunos de sus propósitos en la época de la guerra fría, en la que la sustitución de importaciones correspondía a una muy relativa apertura, siempre selectiva, a los mercados internacionales. A partir de 1989, con la caída del bloque socialista, el mundo cambió. Países como China, Corea del Norte, Vietnam o la Cuba revolucionaria abandonaron el control total del Estado, se han abierto a la economía de mercado. Es la realidad ineludible del mundo globalizado.

La izquierda de hoy ha abandonado las propuestas de la desaparición de la empresa privada y la dictadura del proletariado. El papel de la izquierda es corregir debilidades y efectos perversos de la globalización y la economía del mercado, para dar un sentido humano, social, de justicia e igualdad al liberalismo que impera en el mundo. Una vuelta al pasado, además de impracticable es una quimera que no puede constituir una bandera de una corriente política o económica por más progresista que quiera aparecer.

El candidato de la coalición encabezada por Morena, Andrés Manuel López Obrador, invoca al viejo desarrollo estabilizador y a las notas escritas en su época por Antonio Ortiz Mena como su guía para un imposible retorno a viejas formas que dejaron de ser operantes en el mundo. Seguramente, alguien de su amorfo y disparatado equipo habló a López Obrador del desarrollo estabilizador, que él, sin experiencia en el manejo de las finanzas públicas ni estudios o preparación académica que lo demuestren, desconoce. Su invocación a las notas de Ortiz Mena es parte de las ocurrencias que en estos días previos al comienzo de las campañas político electorales lo llevan a plantear, finalmente, algunas ideas y propuestas como la cancelación de los contratos internacionales para la explotación de los recursos petroleros, así como los que se han firmado para la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, obra que rechaza por considerarla de la actual administración y por tanto condenada a la desaparición. Si Andrés Manuel López Obrador se hubiera encontrado en una situación similar a la actual en los años del desarrollo estabilizador, con la misma ignorancia de hoy habría atacado esa política como obra de la “mafia del poder”, cuando se impulsó el desarrollo industrial de México. La misma cerrazón, pretendido nacionalismo, quiere implantar Donald Trump frente al mundo. López Obrador pasaría a la historia como Porfirio Díaz o Antonio López de Santa Ana si cumpliera sus empeños de anclar en el pasado el futuro del país.

Srio28@prodigy.net.mx

El llamado desarrollo estabilizador dejó de existir en México como política económica cuando, tres meses antes de tomar posesión, el entonces presidente electo Luis Echeverría pidió a su antecesor Gustavo Díaz Ordaz cambiar al secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena por Hugo B. Margain. El desarrollo estabilizador había cumplido en 20 años una serie de programas y planes que la nueva administración consideraba del pasado.

El desarrollo estabilizador no fue una corriente ideológica o económica y su aplicación, principalmente en México y algunos países de América Latina, cumplió algunos de sus propósitos en la época de la guerra fría, en la que la sustitución de importaciones correspondía a una muy relativa apertura, siempre selectiva, a los mercados internacionales. A partir de 1989, con la caída del bloque socialista, el mundo cambió. Países como China, Corea del Norte, Vietnam o la Cuba revolucionaria abandonaron el control total del Estado, se han abierto a la economía de mercado. Es la realidad ineludible del mundo globalizado.

La izquierda de hoy ha abandonado las propuestas de la desaparición de la empresa privada y la dictadura del proletariado. El papel de la izquierda es corregir debilidades y efectos perversos de la globalización y la economía del mercado, para dar un sentido humano, social, de justicia e igualdad al liberalismo que impera en el mundo. Una vuelta al pasado, además de impracticable es una quimera que no puede constituir una bandera de una corriente política o económica por más progresista que quiera aparecer.

El candidato de la coalición encabezada por Morena, Andrés Manuel López Obrador, invoca al viejo desarrollo estabilizador y a las notas escritas en su época por Antonio Ortiz Mena como su guía para un imposible retorno a viejas formas que dejaron de ser operantes en el mundo. Seguramente, alguien de su amorfo y disparatado equipo habló a López Obrador del desarrollo estabilizador, que él, sin experiencia en el manejo de las finanzas públicas ni estudios o preparación académica que lo demuestren, desconoce. Su invocación a las notas de Ortiz Mena es parte de las ocurrencias que en estos días previos al comienzo de las campañas político electorales lo llevan a plantear, finalmente, algunas ideas y propuestas como la cancelación de los contratos internacionales para la explotación de los recursos petroleros, así como los que se han firmado para la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, obra que rechaza por considerarla de la actual administración y por tanto condenada a la desaparición. Si Andrés Manuel López Obrador se hubiera encontrado en una situación similar a la actual en los años del desarrollo estabilizador, con la misma ignorancia de hoy habría atacado esa política como obra de la “mafia del poder”, cuando se impulsó el desarrollo industrial de México. La misma cerrazón, pretendido nacionalismo, quiere implantar Donald Trump frente al mundo. López Obrador pasaría a la historia como Porfirio Díaz o Antonio López de Santa Ana si cumpliera sus empeños de anclar en el pasado el futuro del país.

Srio28@prodigy.net.mx