/ martes 8 de octubre de 2019

Viene la caída de Trump

Siempre ha habido una profunda injusticia en la relación entre la economía y la política: los presidentes reciben tanto el crédito como la culpa por acontecimientos que suelen tener poco que ver con sus acciones de gobierno.

Ahora la economía de Estados Unidos pasa por otra caída parcial. Una vez más, la industria manufacturera se está contrayendo. También estamos viendo un impacto serio en el sector agrícola, al igual que en el de transporte. La producción general y el empleo siguen creciendo, pero, en la práctica, alrededor de una quinta parte de la economía está en recesión.

Pero a diferencia de los presidentes mencionados, quienes sólo tuvieron la mala suerte de presidir depresiones, Trump se ha hecho esto a sí mismo, en gran parte debido a su decisión de librar una guerra comercial que aseguró que sería “buena y fácil de ganar”.

El vínculo entre la guerra comercial y los problemas en el sector agrícola es evidente: los agricultores estadounidenses dependen en gran medida de los mercados de exportación, especialmente el de China. Así que, en su caso, el daño ha sido particularmente grave, a pesar de un enorme rescate financiero que ya es dos veces más grande que el rescate a la industria automotriz del gobierno de Obama.

El sector transporte también puede ser una víctima evidente cuando los aranceles reducen el comercio internacional, a pesar de que no se trata sólo de una cuestión internacional; el transporte interno también se encuentra en recesión.

El desplome de la industria manufacturera es más sorprendente. Después de todo, Estados Unidos tiene un gran déficit comercial de productos manufacturados, por lo que se podría esperar que los aranceles, al obligar a los compradores a recurrir a proveedores nacionales, serían buenos para el sector. Seguramente, eso es lo que Trump y sus asesores pensaron que sucedería. Pero así no fue como resultaron las cosas.

Resulta que a los guerreros comerciales trumpistas se les olvidaron dos cuestiones clave. La primera es que muchos fabricantes de Estados Unidos dependen en gran medida de partes y otros insumos de importación; la guerra comercial está afectando sus cadenas de suministro. Y la segunda es que la política comercial de Trump no sólo es proteccionista, es errática, dado que crea una gran incertidumbre entre las empresas, tanto aquí como en el extranjero. Y las empresas están respondiendo a esa incertidumbre aplazando los planes de inversión y creación de empleo.

Así que el tuitero en jefe ha metido la pata, provocando la caída de Trump, que, aunque no es una recesión en toda regla, al menos hasta ahora, sin duda lo va a dañar en lo político, sobre todo debido al contraste entre su discurso grandilocuente y la no tan grandilocuente realidad. Además, el daño ocasionado en la industria manufacturera parece estar golpeando particularmente fuerte a los estados indecisos que Trump ganó por un pequeño margen en 2016, y que lo llevaron a la victoria en el Colegio Electoral, a pesar de haber perdido el voto popular.

Si bien muchos presidentes se han enfrentado a la adversidad económica que causa un daño político, Trump es, como ya he dicho, singular, en el sentido de que verdaderamente se hizo esto a sí mismo.

Siempre ha habido una profunda injusticia en la relación entre la economía y la política: los presidentes reciben tanto el crédito como la culpa por acontecimientos que suelen tener poco que ver con sus acciones de gobierno.

Ahora la economía de Estados Unidos pasa por otra caída parcial. Una vez más, la industria manufacturera se está contrayendo. También estamos viendo un impacto serio en el sector agrícola, al igual que en el de transporte. La producción general y el empleo siguen creciendo, pero, en la práctica, alrededor de una quinta parte de la economía está en recesión.

Pero a diferencia de los presidentes mencionados, quienes sólo tuvieron la mala suerte de presidir depresiones, Trump se ha hecho esto a sí mismo, en gran parte debido a su decisión de librar una guerra comercial que aseguró que sería “buena y fácil de ganar”.

El vínculo entre la guerra comercial y los problemas en el sector agrícola es evidente: los agricultores estadounidenses dependen en gran medida de los mercados de exportación, especialmente el de China. Así que, en su caso, el daño ha sido particularmente grave, a pesar de un enorme rescate financiero que ya es dos veces más grande que el rescate a la industria automotriz del gobierno de Obama.

El sector transporte también puede ser una víctima evidente cuando los aranceles reducen el comercio internacional, a pesar de que no se trata sólo de una cuestión internacional; el transporte interno también se encuentra en recesión.

El desplome de la industria manufacturera es más sorprendente. Después de todo, Estados Unidos tiene un gran déficit comercial de productos manufacturados, por lo que se podría esperar que los aranceles, al obligar a los compradores a recurrir a proveedores nacionales, serían buenos para el sector. Seguramente, eso es lo que Trump y sus asesores pensaron que sucedería. Pero así no fue como resultaron las cosas.

Resulta que a los guerreros comerciales trumpistas se les olvidaron dos cuestiones clave. La primera es que muchos fabricantes de Estados Unidos dependen en gran medida de partes y otros insumos de importación; la guerra comercial está afectando sus cadenas de suministro. Y la segunda es que la política comercial de Trump no sólo es proteccionista, es errática, dado que crea una gran incertidumbre entre las empresas, tanto aquí como en el extranjero. Y las empresas están respondiendo a esa incertidumbre aplazando los planes de inversión y creación de empleo.

Así que el tuitero en jefe ha metido la pata, provocando la caída de Trump, que, aunque no es una recesión en toda regla, al menos hasta ahora, sin duda lo va a dañar en lo político, sobre todo debido al contraste entre su discurso grandilocuente y la no tan grandilocuente realidad. Además, el daño ocasionado en la industria manufacturera parece estar golpeando particularmente fuerte a los estados indecisos que Trump ganó por un pequeño margen en 2016, y que lo llevaron a la victoria en el Colegio Electoral, a pesar de haber perdido el voto popular.

Si bien muchos presidentes se han enfrentado a la adversidad económica que causa un daño político, Trump es, como ya he dicho, singular, en el sentido de que verdaderamente se hizo esto a sí mismo.