/ jueves 23 de mayo de 2019

Violencia y más violencia

A estas alturas del problema es repetitivo y hasta tedioso señalar las causas o factores, sociales e individuales, que inciden en la imparable y creciente ola de violencia. El hecho ha rebasado a esos factores sumándolos en una masa negra, obscura y venenosa. ¿Qué le toca en tales condiciones a la autoridad, en concreto al gobierno, ya sea federal o local? La situación es tan grave que hay ocasiones en que siente uno que no se la dimensiona, igual que si se la dejara pasar, suceder, en el caótico mundo de lo inevitable. Pero el monstruo de la violencia está allí.

Absurdo sería teniéndolo enfrente discernir primero acerca de él, digamos que prepararse con el análisis para enfrentarlo; nada más prepararse. En el caso la hora de la acción ha llegado desde hace tiempo. Me refiero a la hora de hacer, al ejercicio de hacer. Por ejemplo, medidas y más medidas se han tomado en el espacio de la ley, de las modificaciones legales e incluso constitucionales para que se reflejen en la realidad social. Sin embargo la violencia sigue, aumenta. Una simple prognosis social nos tiene perfectamente definida la causa determinante y eficiente de la violencia. Y al respecto el diagnóstico es claro, o sea, que ya se tienen -en especial el gobierno- los datos suficientes que evalúan el problema y su compleja naturaleza.

Ahora bien, una simple comparación nos revela algo muy importante, a saber, que un fenómeno climático como el que llevó hace días a una declaración de contingencia ambiental en la CdMx y en otras ciudades, es previsible pero no evitable por múltiples razones: insuficiencia administrativa, falta de recursos o de conocimientos, corrupción, etc. Pero un fenómeno como la violencia presenta otro aspecto. Lo que quiero decir es que ante un hecho que cotidianamente cobra vidas y afecta la seguridad de las personas, en un clima de creciente inseguridad, es en rigor imposible la vivencia y convivencia social. Conclusión, salvo que se permita que la violencia prevalezca a costa de todo, enfrentarla debida y adecuadamente debería ser prioritario para el gobierno; lo cual se ha señalado y dicho hasta el cansancio. En otras palabras, estamos en un estado de emergencia nacional.

Ni la economía, ni la educación, ni el ejercicio político, pueden darse o crecer hundidos en un mar de inseguridad. ¿Qué pasaría, me pregunto, si los índices elevadísimos de materias contaminantes subieran y subieran sin cesar? De plano paralizar la capital del país y otras ciudades, habida cuenta de una contingencia inevitable e incontrolable. Parálisis total o semitotal. Doy por descontado que toda clase de recursos, de cualquier naturaleza, se destinarían a enfrentar dicha terrible situación.

Y me pregunto -otra vez- por qué no se hace cosa similar con la violencia. Nada vale, nada cuenta; nada es socialmente posible, ni el progreso económico en sus distintas facetas, ni la política; nada es posible si se vive y convive en un estado donde a diario se burla el derecho y se desconoce el valor de la justicia. es algo que se puede remediar, por lo menos en principio, a costa de un enorme sacrificio. es como si se dijera: en esta casa, inundada de ratas rabiosas, es imposible vivir hasta que no se las elimine. no se trata de un huracán ni de una crisis de contaminación ambiental. no se pide lo imposible, a pesar del sacrificio enorme.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

A estas alturas del problema es repetitivo y hasta tedioso señalar las causas o factores, sociales e individuales, que inciden en la imparable y creciente ola de violencia. El hecho ha rebasado a esos factores sumándolos en una masa negra, obscura y venenosa. ¿Qué le toca en tales condiciones a la autoridad, en concreto al gobierno, ya sea federal o local? La situación es tan grave que hay ocasiones en que siente uno que no se la dimensiona, igual que si se la dejara pasar, suceder, en el caótico mundo de lo inevitable. Pero el monstruo de la violencia está allí.

Absurdo sería teniéndolo enfrente discernir primero acerca de él, digamos que prepararse con el análisis para enfrentarlo; nada más prepararse. En el caso la hora de la acción ha llegado desde hace tiempo. Me refiero a la hora de hacer, al ejercicio de hacer. Por ejemplo, medidas y más medidas se han tomado en el espacio de la ley, de las modificaciones legales e incluso constitucionales para que se reflejen en la realidad social. Sin embargo la violencia sigue, aumenta. Una simple prognosis social nos tiene perfectamente definida la causa determinante y eficiente de la violencia. Y al respecto el diagnóstico es claro, o sea, que ya se tienen -en especial el gobierno- los datos suficientes que evalúan el problema y su compleja naturaleza.

Ahora bien, una simple comparación nos revela algo muy importante, a saber, que un fenómeno climático como el que llevó hace días a una declaración de contingencia ambiental en la CdMx y en otras ciudades, es previsible pero no evitable por múltiples razones: insuficiencia administrativa, falta de recursos o de conocimientos, corrupción, etc. Pero un fenómeno como la violencia presenta otro aspecto. Lo que quiero decir es que ante un hecho que cotidianamente cobra vidas y afecta la seguridad de las personas, en un clima de creciente inseguridad, es en rigor imposible la vivencia y convivencia social. Conclusión, salvo que se permita que la violencia prevalezca a costa de todo, enfrentarla debida y adecuadamente debería ser prioritario para el gobierno; lo cual se ha señalado y dicho hasta el cansancio. En otras palabras, estamos en un estado de emergencia nacional.

Ni la economía, ni la educación, ni el ejercicio político, pueden darse o crecer hundidos en un mar de inseguridad. ¿Qué pasaría, me pregunto, si los índices elevadísimos de materias contaminantes subieran y subieran sin cesar? De plano paralizar la capital del país y otras ciudades, habida cuenta de una contingencia inevitable e incontrolable. Parálisis total o semitotal. Doy por descontado que toda clase de recursos, de cualquier naturaleza, se destinarían a enfrentar dicha terrible situación.

Y me pregunto -otra vez- por qué no se hace cosa similar con la violencia. Nada vale, nada cuenta; nada es socialmente posible, ni el progreso económico en sus distintas facetas, ni la política; nada es posible si se vive y convive en un estado donde a diario se burla el derecho y se desconoce el valor de la justicia. es algo que se puede remediar, por lo menos en principio, a costa de un enorme sacrificio. es como si se dijera: en esta casa, inundada de ratas rabiosas, es imposible vivir hasta que no se las elimine. no se trata de un huracán ni de una crisis de contaminación ambiental. no se pide lo imposible, a pesar del sacrificio enorme.

@RaulCarranca

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