/ jueves 18 de noviembre de 2021

Vivir más años debe ser una recompensa, no un castigo 

Por Cynthia Ramírez Manríquez. Directora de comunicación de AMIIF


En el mundo la esperanza de vida ha aumentado drásticamente. Solo en México hoy se sitúa en 76 años, 28 años más que en 1950. Pero ¿tener vidas más largas significa tener vidas saludables?

La esperanza de vida saludable (HALE, por sus siglas en inglés para healthy life expectancy) es una medida resumida que combina cambios en la mortalidad y los resultados de salud no fatales. HALE puede proporcionar una instantánea más clara de la salud general de la población que la esperanza de vida por sí misma. En nuestro país la esperanza de vida saludable es de 65.8 años, esto quiere decir que, en el ocaso de sus vidas, los y las mexicanas viven cerca de diez años con una salud muy pobre. Y este dato quizá no nos parece escandaloso, pero lo es. Hemos asumido, equivocadamente, que la ganancia de años de vida está irremediablemente acompañada de una compensación que implica un aumento de enfermedades como el cáncer, las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la enfermedad de Alzheimer o la demencia, por solo mencionar algunas. Pero esto no es necesariamente cierto: envejecer sin enfermedad puede convertirse en una realidad. Sobre eso se habló la semana pasada en la Primera Cumbre Latinoamericana sobre Longevidad.

Muchos biogerontólogos creen que la rápida expansión de nuestro conocimiento científico promete que, eventualmente se descubrirán medios para reducir la velocidad del envejecimiento. Pero ¡atención!, por “reducir la velocidad del envejecimiento” no hablan de perseguir a Dorian Gray ó a Peter Pan; sino de posponer las enfermedades y trastornos relacionados con la edad y prolongar la esperanza de vida saludable.

Se estima que la desaceleración en la tasa de envejecimiento influirá en las enfermedades cardíacas, el cáncer, los derrames cerebrales y, con suerte, el Alzheimer y la demencia. Si es así, la ganancia de esperanza de vida saludable podría ser mayor de lo que vemos con la eliminación de una sola enfermedad.

Cuando el conocimiento científico llegue a esto, el mayor desafío asociado será que habrá más personas mayores saludables. Pero es, sin duda, un desafío que queremos tener. La otra opción es tener el mismo número de personas mayores, pero en pobres condiciones de salud.

Vivir más años debe ser una recompensa, no un castigo para las personas y la ciencia trabaja para lograrlo. Pero de manera paralela hay que construir sistemas adaptativos de atención social y de salud, oportunidades económicas accesibles para las personas mayores, y estructuras e instituciones sociales inclusivas. “Envejecer con gracia” solo será posible si ciencia y políticas públicas trabajan hombro con hombro.

Por Cynthia Ramírez Manríquez. Directora de comunicación de AMIIF


En el mundo la esperanza de vida ha aumentado drásticamente. Solo en México hoy se sitúa en 76 años, 28 años más que en 1950. Pero ¿tener vidas más largas significa tener vidas saludables?

La esperanza de vida saludable (HALE, por sus siglas en inglés para healthy life expectancy) es una medida resumida que combina cambios en la mortalidad y los resultados de salud no fatales. HALE puede proporcionar una instantánea más clara de la salud general de la población que la esperanza de vida por sí misma. En nuestro país la esperanza de vida saludable es de 65.8 años, esto quiere decir que, en el ocaso de sus vidas, los y las mexicanas viven cerca de diez años con una salud muy pobre. Y este dato quizá no nos parece escandaloso, pero lo es. Hemos asumido, equivocadamente, que la ganancia de años de vida está irremediablemente acompañada de una compensación que implica un aumento de enfermedades como el cáncer, las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovasculares, la enfermedad de Alzheimer o la demencia, por solo mencionar algunas. Pero esto no es necesariamente cierto: envejecer sin enfermedad puede convertirse en una realidad. Sobre eso se habló la semana pasada en la Primera Cumbre Latinoamericana sobre Longevidad.

Muchos biogerontólogos creen que la rápida expansión de nuestro conocimiento científico promete que, eventualmente se descubrirán medios para reducir la velocidad del envejecimiento. Pero ¡atención!, por “reducir la velocidad del envejecimiento” no hablan de perseguir a Dorian Gray ó a Peter Pan; sino de posponer las enfermedades y trastornos relacionados con la edad y prolongar la esperanza de vida saludable.

Se estima que la desaceleración en la tasa de envejecimiento influirá en las enfermedades cardíacas, el cáncer, los derrames cerebrales y, con suerte, el Alzheimer y la demencia. Si es así, la ganancia de esperanza de vida saludable podría ser mayor de lo que vemos con la eliminación de una sola enfermedad.

Cuando el conocimiento científico llegue a esto, el mayor desafío asociado será que habrá más personas mayores saludables. Pero es, sin duda, un desafío que queremos tener. La otra opción es tener el mismo número de personas mayores, pero en pobres condiciones de salud.

Vivir más años debe ser una recompensa, no un castigo para las personas y la ciencia trabaja para lograrlo. Pero de manera paralela hay que construir sistemas adaptativos de atención social y de salud, oportunidades económicas accesibles para las personas mayores, y estructuras e instituciones sociales inclusivas. “Envejecer con gracia” solo será posible si ciencia y políticas públicas trabajan hombro con hombro.