/ jueves 14 de marzo de 2019

Ya van 100 días de gobierno

El término de los primeros “cien días” para calificar a un gobierno proviene del regreso de Napoleón Bonaparte de su exilio en Elba, hasta el inicio de la segunda restauración de Luis XVIII como rey de Francia que fue el 28 de junino de 1815. Así que se trata de un término absolutamente convencional y propio de un hecho histórico francés, mismo que se ha adoptado de manera un poco caprichosa para calificar resultados políticos inciertos y que no predicen en realidad el futuro también político.

Es una especie de “costumbre de probabilidades” con el objeto de medir, repito, lo aún incierto. Lo desconocido y lo ignorado son en rigor sus bases, porque lo cierto es que en política lo único predecible es lo impredecible.

Ahora bien, lo conjeturable, basado obviamente en indicios u observaciones, es que la llamada por el Presidente López Obrador “cuarta transformación” pretende, en primer lugar, eliminar -plan político de austeridad- los privilegios abusivos de anteriores gobiernos -de lo cual muy pocos tienen o tenemos duda- y, después, ajustar o adecuar su gobierno al espíritu de tres momentos clave en la historia de México, la Independencia, la Reforma y la Revolución. Es una empresa enorme, gigantesca, que quiere llevar a cabo pacíficamente mediante el Derecho y la Justicia. Éste es el propósito. Al respecto los pasos iniciales del Presidente han sido desconcertantes a juicio de muchos, e incluso criticables negativamente. Yo por mi parte, y reconociendo ese desconcierto, le concedo al Presidente el beneficio de la duda pues creo y sostengo que en esos pasos iniciales hay un claro propósito de utilidad y provecho para el pueblo, para el gobernado.

Y añado que cien días son un plazo muy breve con el fin de calificarlo de inepto, improvisado o incapaz de gobernar. E insisto, la tarea que el Presidente se ha echado a cuestas es enorme. Hay que esperar e ir viendo sin prejuzgar antes de tiempo. Desde luego admito en él un estilo peculiar de gobernar -el estilo personal de gobernar del que hablara Cosío Villegas- y que en López Obrador es sorprendente. Lo notable en la especie es el índice de aprobación con que cuenta, entre el 73 y el 84 por ciento. Es decir, que la gente sigue esperando de él lo que prometió.

En otros términos, ya seamos sus críticos, simpatizantes o partidarios, lo innegable es que no puede tampoco ignorar o desacatar la Constitución; la que llegado el caso podría incluso modificar o reformar por medio de mecanismos, eso sí, rigurosamente jurídicos, ya que su partido, MORENA, tiene en el país una mayoría abrumadora. La mala crítica es a mí entender la escandalosa, sólo agorera de desastres y basada en razones endebles. Tan malo es alabar a coro como a coro denostar, sin término medio alguno. Crítica que aparece a partir de meros indicios o inferencias.

EN TAL ORDEN DE IDEAS YO PREFIERO EL OPTIMISMO, DARLE AL PRESIDENTE TIEMPO DE QUE SE UBIQUE MÁS ALLÁ DE LOS FAMOSOS CIEN DÍAS Y DE QUE VAYA DESPEJANDO Y ACLARANDO EN ÉL -¡POR SUPUESTO!- Y EN LA OPINIÓN GENERAL LAS DUDAS QUE, AUNQUE NECESARIAS Y HASTA COMPRENSIBLES, NO SON TAN GRANDES COMO LA DESILUSIÓN Y LA ESPERANZA QUE HOY POR HOY CARACTERIZAN AL PUEBLO DE MÉXICO. En medio de la nubosidad hay siempre una luz que distinguen los que ven lo mediato a través de lo inmediato.

@RaulCarranca

www.facebook.com/despacho.raulcarranca

El término de los primeros “cien días” para calificar a un gobierno proviene del regreso de Napoleón Bonaparte de su exilio en Elba, hasta el inicio de la segunda restauración de Luis XVIII como rey de Francia que fue el 28 de junino de 1815. Así que se trata de un término absolutamente convencional y propio de un hecho histórico francés, mismo que se ha adoptado de manera un poco caprichosa para calificar resultados políticos inciertos y que no predicen en realidad el futuro también político.

Es una especie de “costumbre de probabilidades” con el objeto de medir, repito, lo aún incierto. Lo desconocido y lo ignorado son en rigor sus bases, porque lo cierto es que en política lo único predecible es lo impredecible.

Ahora bien, lo conjeturable, basado obviamente en indicios u observaciones, es que la llamada por el Presidente López Obrador “cuarta transformación” pretende, en primer lugar, eliminar -plan político de austeridad- los privilegios abusivos de anteriores gobiernos -de lo cual muy pocos tienen o tenemos duda- y, después, ajustar o adecuar su gobierno al espíritu de tres momentos clave en la historia de México, la Independencia, la Reforma y la Revolución. Es una empresa enorme, gigantesca, que quiere llevar a cabo pacíficamente mediante el Derecho y la Justicia. Éste es el propósito. Al respecto los pasos iniciales del Presidente han sido desconcertantes a juicio de muchos, e incluso criticables negativamente. Yo por mi parte, y reconociendo ese desconcierto, le concedo al Presidente el beneficio de la duda pues creo y sostengo que en esos pasos iniciales hay un claro propósito de utilidad y provecho para el pueblo, para el gobernado.

Y añado que cien días son un plazo muy breve con el fin de calificarlo de inepto, improvisado o incapaz de gobernar. E insisto, la tarea que el Presidente se ha echado a cuestas es enorme. Hay que esperar e ir viendo sin prejuzgar antes de tiempo. Desde luego admito en él un estilo peculiar de gobernar -el estilo personal de gobernar del que hablara Cosío Villegas- y que en López Obrador es sorprendente. Lo notable en la especie es el índice de aprobación con que cuenta, entre el 73 y el 84 por ciento. Es decir, que la gente sigue esperando de él lo que prometió.

En otros términos, ya seamos sus críticos, simpatizantes o partidarios, lo innegable es que no puede tampoco ignorar o desacatar la Constitución; la que llegado el caso podría incluso modificar o reformar por medio de mecanismos, eso sí, rigurosamente jurídicos, ya que su partido, MORENA, tiene en el país una mayoría abrumadora. La mala crítica es a mí entender la escandalosa, sólo agorera de desastres y basada en razones endebles. Tan malo es alabar a coro como a coro denostar, sin término medio alguno. Crítica que aparece a partir de meros indicios o inferencias.

EN TAL ORDEN DE IDEAS YO PREFIERO EL OPTIMISMO, DARLE AL PRESIDENTE TIEMPO DE QUE SE UBIQUE MÁS ALLÁ DE LOS FAMOSOS CIEN DÍAS Y DE QUE VAYA DESPEJANDO Y ACLARANDO EN ÉL -¡POR SUPUESTO!- Y EN LA OPINIÓN GENERAL LAS DUDAS QUE, AUNQUE NECESARIAS Y HASTA COMPRENSIBLES, NO SON TAN GRANDES COMO LA DESILUSIÓN Y LA ESPERANZA QUE HOY POR HOY CARACTERIZAN AL PUEBLO DE MÉXICO. En medio de la nubosidad hay siempre una luz que distinguen los que ven lo mediato a través de lo inmediato.

@RaulCarranca

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