/ domingo 11 de marzo de 2018

Relámpagos en fuga | Sargacerías

Como si se tratara de maldiciones bíblicas, Cancún y la Riviera Maya son golpeadas por la violencia del narcotráfico, la corrupción política, la erosión de playas y, ahora, el nuevo horror lleva el nombre de sargazo, a pesar de ser el menos dañino de todas ellas.

La última semana de febrero fueron recolectadas 180 toneladas de este pastizal marino en la meca del turismo nacional porque Playa Delfines, Playa Chac Mool, Gaviota Azul, Playa del Niño lucieron colmadas de verdor cada mañana.

En Playa del Carmen unas 80 personas conformaron cuadrillas para retirar estas macroalgas planctónicas que flotan y viajan por el mar en grandes bancos de las playas El Recodo, Punta Esmeralda y aquellas que están entre Playa Mamitas y el muelle que une este destino turístico con Cozumel.

Puerto Morelos, Tulum, Akumal, lucen igual. Aunque Mahahual, hacia el sur de la entidad, es quizás el destino turístico más afectado de todos porque allá se han reportado los mayores arribamientos y también porque se cuentan con menos brigadas, apenas 12 personas, y equipos que sólo han podido recolectar unas 50 de las tantas toneladas que diario anegan playas y muelles.

Estas plantas que han recalado en el litoral caribeño de Quintana Roo han viajado miles de kilómetros desde su lugar de origen: El mar de los Sargazos que se extiende entre los meridianos 70º y 40º Oeste y los paralelos 25º a 35º Norte en el Océano Atlántico.

Durante siglos su compacta masa, a la manera de un bosque, obstaculizó los viajes de barcos de vela y se convirtió en cementerio de infinidad de buques que no pudieron franquearlo y fueron devorados por una floresta flotante gracias a una redondas vejigas de gas que marinos portugueses consideraron similares a las vides “salgazo”, de esa comparación nació el nombre de este mar único en el planeta porque estas algas suelen crecer adheridas a las rocas cercanas a la costa pero evolucionaron y se adaptaron a vivir en pleno mar con profundidades de hasta 4 mil 500 metros, en una zona sin vientos y aguas extremadamente frías que asombraron a Cristóbal Colón quien fue el primer navegante occidental en reportar su existencia y que llevó a pensar a otros hombres de mar que esos sargazos escondían el continente hundido de la Atlántida.

El intenso uso de fertilizantes en los campos de Estados Unidos, que terminan vertidos en el delta del Mississippi, son llevados por las corrientes marinas hasta este ecosistema que ha crecido con ese súbito abono, señalan algunos estudios iniciales de universidades de la Unión Americana que también estudian sus grandes desmembramientos que a pesar del formidable dique de islas caribeñas recala hasta México.

Hace tres años José Luis Martínez, dueño del Hotel Dorado Royal, diseñó el primer barco ecológico para recolectar sargazo frente a las playas de Puerto Morelos cuando otro recale masivo preocupó por igual a empresarios turísticos como a turistas que consideran a esta planta marina como una basura. La estrategia acertada de Martínez era recolectar la floresta viajera antes de que llegara a las playas, pero, maldición mexicana, el proyecto no fue apoyado por ningún político.

Mientras en otros países el sargazo es utilizado como alimento de ganado o como composta, en Quintana Roo nada más se entierra, en el mejor de los casos. Por eso estudiantes de la Universidad Politécnica de Quintana Roo, en alianza con el Instituto de Investigaciones Nucleares, presentaron hace dos años un proyecto para convertir a la planta marina en harina para procesarla en una masa similar a la plastilina y crear pelotas de plástico para ser usadas en terapias físicas. Se trata del “bioplástico”, al cual, como el barco recolector, le cayó la maldición mexicana de la ineficacia política y quedó como un proyecto más del ingenio nacional.


Como si se tratara de maldiciones bíblicas, Cancún y la Riviera Maya son golpeadas por la violencia del narcotráfico, la corrupción política, la erosión de playas y, ahora, el nuevo horror lleva el nombre de sargazo, a pesar de ser el menos dañino de todas ellas.

La última semana de febrero fueron recolectadas 180 toneladas de este pastizal marino en la meca del turismo nacional porque Playa Delfines, Playa Chac Mool, Gaviota Azul, Playa del Niño lucieron colmadas de verdor cada mañana.

En Playa del Carmen unas 80 personas conformaron cuadrillas para retirar estas macroalgas planctónicas que flotan y viajan por el mar en grandes bancos de las playas El Recodo, Punta Esmeralda y aquellas que están entre Playa Mamitas y el muelle que une este destino turístico con Cozumel.

Puerto Morelos, Tulum, Akumal, lucen igual. Aunque Mahahual, hacia el sur de la entidad, es quizás el destino turístico más afectado de todos porque allá se han reportado los mayores arribamientos y también porque se cuentan con menos brigadas, apenas 12 personas, y equipos que sólo han podido recolectar unas 50 de las tantas toneladas que diario anegan playas y muelles.

Estas plantas que han recalado en el litoral caribeño de Quintana Roo han viajado miles de kilómetros desde su lugar de origen: El mar de los Sargazos que se extiende entre los meridianos 70º y 40º Oeste y los paralelos 25º a 35º Norte en el Océano Atlántico.

Durante siglos su compacta masa, a la manera de un bosque, obstaculizó los viajes de barcos de vela y se convirtió en cementerio de infinidad de buques que no pudieron franquearlo y fueron devorados por una floresta flotante gracias a una redondas vejigas de gas que marinos portugueses consideraron similares a las vides “salgazo”, de esa comparación nació el nombre de este mar único en el planeta porque estas algas suelen crecer adheridas a las rocas cercanas a la costa pero evolucionaron y se adaptaron a vivir en pleno mar con profundidades de hasta 4 mil 500 metros, en una zona sin vientos y aguas extremadamente frías que asombraron a Cristóbal Colón quien fue el primer navegante occidental en reportar su existencia y que llevó a pensar a otros hombres de mar que esos sargazos escondían el continente hundido de la Atlántida.

El intenso uso de fertilizantes en los campos de Estados Unidos, que terminan vertidos en el delta del Mississippi, son llevados por las corrientes marinas hasta este ecosistema que ha crecido con ese súbito abono, señalan algunos estudios iniciales de universidades de la Unión Americana que también estudian sus grandes desmembramientos que a pesar del formidable dique de islas caribeñas recala hasta México.

Hace tres años José Luis Martínez, dueño del Hotel Dorado Royal, diseñó el primer barco ecológico para recolectar sargazo frente a las playas de Puerto Morelos cuando otro recale masivo preocupó por igual a empresarios turísticos como a turistas que consideran a esta planta marina como una basura. La estrategia acertada de Martínez era recolectar la floresta viajera antes de que llegara a las playas, pero, maldición mexicana, el proyecto no fue apoyado por ningún político.

Mientras en otros países el sargazo es utilizado como alimento de ganado o como composta, en Quintana Roo nada más se entierra, en el mejor de los casos. Por eso estudiantes de la Universidad Politécnica de Quintana Roo, en alianza con el Instituto de Investigaciones Nucleares, presentaron hace dos años un proyecto para convertir a la planta marina en harina para procesarla en una masa similar a la plastilina y crear pelotas de plástico para ser usadas en terapias físicas. Se trata del “bioplástico”, al cual, como el barco recolector, le cayó la maldición mexicana de la ineficacia política y quedó como un proyecto más del ingenio nacional.


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