Ubicado a tan solo 65km de la ciudad de Campeche se encuentra Pomuch, un pueblito maya enclavado en la famosa región del Camino Real. Personas amables vestidas de blanco viven en humildes viviendas conservando día a día sus tradiciones más arraigadas, como la de sacar a los muertos de sus tumbas.
Con solemnidad y respeto, los habitantes esperan ansiosos celebrar la fiesta del Día de Muertos, aunque acciones un poco distintas y, de cierta manera, extrañas, pues además de ofrecer dulces, flores, comida y bebida en el sepulcro, también sacan los restos de los fallecidos de la tumba; limpian sus huesos para convivir con ellos.
El cementerio de la localidad recibe a los visitantes con silencio y respeto, testigos de que la comunicación entre vivos y muertos no se ha perdido.
Es curioso entender cómo el difunto forma una parte del eslabón de las generaciones familiares, por eso se preservan sus restos como si estuvieran presentes, listos para platicar y hacerles saber que no los olvidan.
Esta tradición prehispánica con cientos de años de antigüedad es un ritual común que incluso los abuelos del pueblo la recuerdan como una costumbre ancestral que merece todo el compromiso y respeto de residentes y visitantes.
Todo comienza una semana antes de la fiesta de los difuntos. Las personas llegan al camposanto para preparar y limpiar los llamados osarios, lugares donde se exhiben los cráneos, tibias, costillas y demás huesos de la persona que se adelantó en el camino eterno.
Eso sí, las tumbas se pueden profanar antes de tres años de haber sido sepultado el difunto; pasado este tiempo, los familiares sacan los restos para colocarlos en una cajita y ésta en el osario o nicho en forma de casita.
Al sacar los huesos, estos se purifican con el aire y entonces los familiares podrán limpiarlos del polvo con una brocha y, si presentan humedad, los lavan y los dejan secar al sol. Mientras se hace este ritual, es válido que el familiar platique con el difunto acerca de cómo han ido las cosas en el mundo de los vivos, quizá le hablará con el mismo cariño que se le trató en vida.
La caja de madera, donde se colocan los restos se pinta de colores, se adorna con flores o velas; en el interior, se decora con manteles o servilletas bordadas con figuras mayas: flores, ángeles, animales, aves, grecas y palabras. Estos paños serán el envoltorio de los huesos del difunto.
Familiares y amigos van a ver a sus difuntos al panteón los días de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. Ahí rezarán y platicarán con ellos de lo acontecido durante el año. El lugar se verá maravilloso con velas encendidas, vasos con agua y un ambiente solemne.
Estar presente frente a este ritual, es ser testigo fiel del amor y respeto que se les tiene a los seres queridos aún después de fallecidos.
En ningún lugar del mundo hay registros de esta práctica ancestral, donde los muertos salen de sus tumbas para continuar con una tradición viva en el Día de Muertos.