En 2018 se celebrarán los 40 años de que fue hallada el monolito de la diosa Coyolxauhqui, lo cual detonó una serie de descubrimientos en el Centro Histórico que revolucionaron el conocimiento que se tenía sobre la civilización mexica y el Templo Mayor.
Ante esta situación, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma anunció que se prepara una serie de actividades, como una exposición retrospectiva sobre el resultado de los trabajos que han enriquecido el estudio de dicha cultura.
De acuerdo con información del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el investigador del Colegio Nacional impartió una conferencia sobre los últimos descubrimientos en esa zona arqueológica de la Ciudad de México, como el edificio Cuauhxicalco, una estructura circular de 16 metros de diámetro, decorado con cabezas de serpiente -que se cree fue construido entre 1469 y 1481- y cuya importancia radica en que ahí pudieron ser enterrados prominentes gobernantes como Tizoc Axayácatl o Ahuizotl, según fuentes históricas.
En la sede de esa institución, agregó que a la fecha siguen las excavaciones en su interior para ubicar los restos de esos tlatoanis, quienes, afirmó, eran incinerados y sus cenizas depositadas en vasijas de barro.
“En este momento se está trabajando y esperamos que haya buenas nuevas si se logran encontrar los restos de algunos de los gobernantes mexicas”, señaló Matos Moctezuma.
El arqueólogo anunció que ese edificio se abrirá al público próximamente, como parte del nuevo acceso al Templo Mayor; y adelantó que se mostrará un árbol que los biólogos han identificado como un encino proveniente de la zona de la cuenca, de alrededor de dos metros de altura que se ve era más alto, pero es evidente que se ha visto afectado en los últimos 500 años.
Asimismo, mencionó que recientemente se logró reconstruir el color que en su momento tuvo la Coyolxauhqui, a través del estudio microscópico de pigmentos minerales detectados en los poros de la piedra.
Finalmente, informó en casi cuatro décadas de estudio, se han encontrado cerca de 180 ofrendas, muchas de ellas contenían corales marinos, cocodrilos, conchas, caracoles y animales como serpientes tortugas, peces y aves; así como una que contenían la indumentaria de un sacerdote del culto de Tláloc, con telas de algodón decorada con plumas y aves, un pectoral con siete deidades conformado por más de 15 mil piedritas verdes.