/ domingo 7 de abril de 2019

Bauhaus celebra 100 años entre polémica

Alemania conmemora a partir de este mes el legado de la escuela de arte, en un momento de auge nacionalista en varios países de Europa y del mundo, por lo que los festejos han dado lugar al debate

La escuela de arte Bauhaus, cuyas líneas depuradas y su "espíritu revolucionario" se aprecian hoy en los iPhone o los muebles de Ikea, celebra su centenario en Alemania, con un debate político sobre su legado como telón de fondo.

Weimar, en el este del país, puede, con sus pequeñas callejuelas adoquinadas y su coqueto casco histórico, parecer un lugar de nacimiento sorprendente para este movimiento, resueltamente moderno y minimalista, fundado el 1 de abril de 1919 por el arquitecto y diseñador alemán Walter Gropius.

Tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, "los artistas se reunieron para crear una nueva forma de arte, con ideas muy utópicas e idealistas", detalló Anke Blümm, conservadora del Bauhaus en Weimar.

Siguiendo la doctrina de "la forma sigue a la función" -lo práctico prima sobre la estética-, la Bauhaus aspiraba a crear objetos o edificios de diseño accesible para todas las clases.

Este año, Weimar, también célebre por ser la ciudad de adopción de Goethe, será el corazón de las conmemoraciones de la Bauhaus en el país, y espera atraer a turistas de todo el mundo.

Un nuevo museo abrirá sus puertas en primavera, y la Haus am Horn, primera casa blanca de techo plano -característica de la corriente Bauhaus-, construida según los principios de la escuela en 1923, abrirá de nuevo al público en mayo.

DIÁSPORA

Cuando el régimen nazi la prohibió en 1933, numerosos artistas abandonaron Alemania, fundando una diáspora que propagó la cultura de la Bauhaus por todo el mundo.

Las edificaciones con este sello más conocidas fuera de Alemania son la sede de Naciones Unidas en Nueva York, con sus líneas puras, o la Villa Blanca de Tel Aviv, inscrita en el Patrimonio Mundial de la Unesco, con sus 4 mil apartamentos de fachadas blancas y lisas y de esquinas y balcones a menudo redondeados.

También hay multitud de objetos de la vida diaria de la época, como las famosas teteras o las sillas, y los cuadros o fotografías expuestos en los museos.

Sin llevar el sello Bauhaus, las mesas del gigante sueco Ikea y la mayoría de celulares han heredado su estilo, sin lugar a dudas.

Entre sus pilares, la escuela cuenta con pintores de renombre como el ruso Vasili Kandinski y el suizo Paul Klee, una figura del surrealismo, aunque este último terminó distanciado del movimiento al considerarlo demasiado fundamentalista.

La Bauhaus se movía por una visión reformista e inspirada por los progresos tecnológicos que siguieron a la Gran Guerra.

Para el historiador Winfried Speitkamp, director de la Universidad de la Bauhaus en Weimar, que continúa enseñando los principios de la escuela en el mismo campus que antaño, el objetivo era construir, a través del arte, una nueva sociedad democrática sobre las ruinas del imperio germánico. Y eso, coincidiendo con una incipiente y frágil democracia, también nacida en Weimar.

"Querían acabar con la monarquía, muy autoritaria y muy militarista", añadió.

SU ESPÍRITU

Como la República de Weimar, la Bauhaus se convirtió rápidamente en blanco de los nazis en los años 1920. "Es algo típico de la extrema derecha considerar cualquier movimiento [...] que propague nuevas formas de cooperar y crear, una abertura y una diversidad, como algo peligroso", apuntó Speitkamp.

Y ello aunque, como matiza el semanario Die Zeit, el movimiento evitara comprometerse en contra de los poderes políticos, fueran cuales fueran, y así conservar el apoyo financiero vital del Estado. "Gropius insistía en que su Bauhaus no era ni bolchevique, ni judía ni alemana", recuerda la publicación, un tanto crítica con la presentación idílica que se hace del movimiento 100 años después.

Ahora, en un momento de auge nacionalista en varios países de Europa y del mundo, los festejos de la Bauhaus han dado lugar al debate.


"¿Queremos seguir el camino de la globalización [...] o necesitamos reforzar nuestras fronteras y definir una nación por su etnia?", declaró Speitkamp.

"De eso trata el debate en torno a la Bauhaus", sostuvo, aludiendo a una polémica ocurrida el año pasado a raíz de un concierto del grupo punk Feine Sahne Fischfilet, bestia negra de la ultraderecha en el país, en el campus de la Bauhaus en Dessau, de donde fue expulsada la escuela en 1925.

La Fundación Bauhaus anuló el concierto a última hora, mencionando amenazas de la ultraderecha y una voluntad de distanciarse de "cualquier extremismo político, de derecha, de izquierdas o de lo que sea".

La decisión le costó una lluvia de críticas, pues traicionaba las raíces del movimiento. El concierto finalmente tuvo lugar en un teatro de Dessau que, como Weimar, se encuentra en territorio de la antigua RDA, hoy un feudo del partido de ultraderecha alemán AfD.

Al final, la fundación presentó sus disculpas y prometió seguir siendo "un lugar transparente, abierto e internacional para los debates de la sociedad, según el espíritu de la Bauhaus".

La escuela de arte Bauhaus, cuyas líneas depuradas y su "espíritu revolucionario" se aprecian hoy en los iPhone o los muebles de Ikea, celebra su centenario en Alemania, con un debate político sobre su legado como telón de fondo.

Weimar, en el este del país, puede, con sus pequeñas callejuelas adoquinadas y su coqueto casco histórico, parecer un lugar de nacimiento sorprendente para este movimiento, resueltamente moderno y minimalista, fundado el 1 de abril de 1919 por el arquitecto y diseñador alemán Walter Gropius.

Tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, "los artistas se reunieron para crear una nueva forma de arte, con ideas muy utópicas e idealistas", detalló Anke Blümm, conservadora del Bauhaus en Weimar.

Siguiendo la doctrina de "la forma sigue a la función" -lo práctico prima sobre la estética-, la Bauhaus aspiraba a crear objetos o edificios de diseño accesible para todas las clases.

Este año, Weimar, también célebre por ser la ciudad de adopción de Goethe, será el corazón de las conmemoraciones de la Bauhaus en el país, y espera atraer a turistas de todo el mundo.

Un nuevo museo abrirá sus puertas en primavera, y la Haus am Horn, primera casa blanca de techo plano -característica de la corriente Bauhaus-, construida según los principios de la escuela en 1923, abrirá de nuevo al público en mayo.

DIÁSPORA

Cuando el régimen nazi la prohibió en 1933, numerosos artistas abandonaron Alemania, fundando una diáspora que propagó la cultura de la Bauhaus por todo el mundo.

Las edificaciones con este sello más conocidas fuera de Alemania son la sede de Naciones Unidas en Nueva York, con sus líneas puras, o la Villa Blanca de Tel Aviv, inscrita en el Patrimonio Mundial de la Unesco, con sus 4 mil apartamentos de fachadas blancas y lisas y de esquinas y balcones a menudo redondeados.

También hay multitud de objetos de la vida diaria de la época, como las famosas teteras o las sillas, y los cuadros o fotografías expuestos en los museos.

Sin llevar el sello Bauhaus, las mesas del gigante sueco Ikea y la mayoría de celulares han heredado su estilo, sin lugar a dudas.

Entre sus pilares, la escuela cuenta con pintores de renombre como el ruso Vasili Kandinski y el suizo Paul Klee, una figura del surrealismo, aunque este último terminó distanciado del movimiento al considerarlo demasiado fundamentalista.

La Bauhaus se movía por una visión reformista e inspirada por los progresos tecnológicos que siguieron a la Gran Guerra.

Para el historiador Winfried Speitkamp, director de la Universidad de la Bauhaus en Weimar, que continúa enseñando los principios de la escuela en el mismo campus que antaño, el objetivo era construir, a través del arte, una nueva sociedad democrática sobre las ruinas del imperio germánico. Y eso, coincidiendo con una incipiente y frágil democracia, también nacida en Weimar.

"Querían acabar con la monarquía, muy autoritaria y muy militarista", añadió.

SU ESPÍRITU

Como la República de Weimar, la Bauhaus se convirtió rápidamente en blanco de los nazis en los años 1920. "Es algo típico de la extrema derecha considerar cualquier movimiento [...] que propague nuevas formas de cooperar y crear, una abertura y una diversidad, como algo peligroso", apuntó Speitkamp.

Y ello aunque, como matiza el semanario Die Zeit, el movimiento evitara comprometerse en contra de los poderes políticos, fueran cuales fueran, y así conservar el apoyo financiero vital del Estado. "Gropius insistía en que su Bauhaus no era ni bolchevique, ni judía ni alemana", recuerda la publicación, un tanto crítica con la presentación idílica que se hace del movimiento 100 años después.

Ahora, en un momento de auge nacionalista en varios países de Europa y del mundo, los festejos de la Bauhaus han dado lugar al debate.


"¿Queremos seguir el camino de la globalización [...] o necesitamos reforzar nuestras fronteras y definir una nación por su etnia?", declaró Speitkamp.

"De eso trata el debate en torno a la Bauhaus", sostuvo, aludiendo a una polémica ocurrida el año pasado a raíz de un concierto del grupo punk Feine Sahne Fischfilet, bestia negra de la ultraderecha en el país, en el campus de la Bauhaus en Dessau, de donde fue expulsada la escuela en 1925.

La Fundación Bauhaus anuló el concierto a última hora, mencionando amenazas de la ultraderecha y una voluntad de distanciarse de "cualquier extremismo político, de derecha, de izquierdas o de lo que sea".

La decisión le costó una lluvia de críticas, pues traicionaba las raíces del movimiento. El concierto finalmente tuvo lugar en un teatro de Dessau que, como Weimar, se encuentra en territorio de la antigua RDA, hoy un feudo del partido de ultraderecha alemán AfD.

Al final, la fundación presentó sus disculpas y prometió seguir siendo "un lugar transparente, abierto e internacional para los debates de la sociedad, según el espíritu de la Bauhaus".

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