/ viernes 5 de marzo de 2021

Kult | Las mujeres olvidadas por la Historia del Arte

Un recuento de algunos nombres a los que la Historia del Arte no les dio su lugar

Al situarnos en el terreno de las artes, especialmente las visuales, podemos ser testigos de una constante: la representación de la mujer ha estado, durante años, encomendada al pincel de una población predominantemente masculina, que desde una óptica arraigada a la tradición de lo eurocéntrico, ha sido responsable de erigir una mitología ornamental en torno a figuras como la musa.

Las musas fueron transformadas en aquellas mujeres a las que se les había asignado el rol de inspirar, de evocar la belleza, la desnudez erótica y la sensibilidad, por lo que verlas como creadoras era inconcebible... pero las mujeres artistas existen.

Aunque hay indicios que señalan a las mujeres como responsables en la elaboración de estatuillas prehistóricas autorreferenciales, o de que Plinio el Viejo (23-79 d. C.) recogiera los nombres de varias artistas griegas y romanas entre las páginas de su Historia Natural (77 d. C.), la Historia del Arte se ha rehusado a voltearlas a ver.

Además de enfrentarse a un yugo sistemático que amenazaba con excluirlas, ignorarlas, e incluso borrarlas, se les prohibió trabajar en talleres, participar en academias, sociedades artísticas, y certámenes, estudiar cursos de arte, y exponer su obra.

Fue hasta el siglo XVI que la vida conventual las “privilegió” con cierto acceso a la cultura, abriéndoles las puertas para convertirse en artistas, tal como sucedió con Catalina Vigri y Plautilla Neli. En su juventud, Catalina aprendió latín, se acercó a las artes liberales, y una vez parte del cuerpo monástico, se le permitió continuar con la elaboración de miniaturas.

A diferencia de ella, Plautilla Neli no contó con formación plástica, aproximándose al arte devocional desde lo autodidacta, y creando, además, obras de gran formato. Ambas monjas fueron, sin ser reconocidas en su momento, precursoras en la transformación de la producción plástica femenina, con una actitud que, aún en su sutileza, amenazó con replantear la preservación de los valores estéticos occidentales.

Durante el Renacimiento se dio un giro con El Cortesano (1528) de Baltasar Castiglione, publicación con la que se buscó fortalecer la educación aristocrática y artística tanto en hombres como en mujeres.

A su vez, personajes como Giorgio Vasari fueron los encargados de separar al artesano del artista, así como de plasmar las palabras que más tarde identificarían a estos últimos como "grandes genios", y a sus obras como "maestras".

En Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550), una exhaustiva recopilación biográfica a cargo de Vasari, apenas fueron mencionadas algunas artistas, quienes continuaron sometidas a prohibiciones como asistir a clases presenciales, viéndose obligadas a aprender a escondidas con la instrucción de pintores, o experimentando en solitario. Aún con semejante esfuerzo, tales mujeres fueron opacadas por una jerarquía de personalidades que va desde Cimabue hasta Miguel Ángel.

Las primeras en disfrutar mayor prestigio en el ámbito artístico fueron las italianas Artemisia Gentileschi y Elisabetta Sirani, promotoras imperdibles del Barroco, continuando con la ejecución de representaciones desprendidas de pasajes bíblicos e implementando escenarios históricos, alegóricos, y hasta biográficos en sus cuadros.

Orazio Gentileschi, padre de Artemisia y pintor aclamado por su comunidad, encomendó a Agostino Tassi tomar a su hija como aprendiz. El evento que se desencadenó de este vínculo influyó en la vida y obra de Artemisia, quien fue violada por Tassi, y sometida a un juicio largo, tortuoso, y humillante.

En Judit decapitando a Holofernes, la pintora plasmó la crudeza de esta experiencia desde la denuncia, el rencor y la venganza, poniendo en tela de juicio el dominio patriarcal en la esfera artística y privada, resignificando la obra a pesar de su carácter sacro. Posteriormente, sus obras cobraron popularidad, siendo admitida en la Academia de Arte y Diseño de Florencia, y convirtiéndose en el sostén de su familia.

Por otra parte, Elisabetta, con obras dramáticas cargadas de dinamismo, se aseguró de convertirse en un éxito rotundo. Pese a perecer a temprana edad debido a causas naturales, dejó detrás suyo un legado de nuevas artistas cuando fundó una academia de arte exclusiva para mujeres.

Siguiendo una genealogía periódica, llaman la atención Rachel Ruysch en el Barroco neerlandés y Rosalba Carriera en el Rococó italiano y francés, con sus homólogos masculinos manifestando un marcado ostracismo hacia ellas.

María Angélica González Dávila, "De somno et insomniis" y "Pulchra esencia" (2016), instalaciones) / Foto: Cortesía

Más tarde, con la apertura de la Académie Royale francesa (1648) y la Royal Academy británica (1768) mujeres como Angelica Kauffmann, Adélaïde Labille-Guiard, Élisabeth Louise Vigée Le Brun, y Lily Martin Spencer se distinguen por proponer distintos puntos de vista femeninos y temas como lo cotidiano, lo íntimo, y la maternidad, en concordancia con el Neoclasicismo y Naturalismo de sus correspondientes escuelas, elevando las labores femeninas en sus composiciones.

A Edmonia Lewis se le considera como la escultora nativo-americana y afrodescendiente con mayor proyección internacional, basándose en una iconografía autónoma que ponía en tensión lo blanco colonial, la desnudez y las facciones hegemónicas.

El cambio de siglo, anclado a un contexto de avances intelectuales y revoluciones estructurales dirigidas al progreso, trajo consigo una inestable variedad de movimientos artísticos simultáneos.

El pronto decadente academicismo con Elizabeth Jane Gardner como portavoz, se vio sacudido por la primera ola del feminismo y por estilos como el Impresionismo y Realismo. Artistas plásticas como Berthe Morisot, Harriet Backer, Rosa Bonheur, Camille Claudel, Mary Cassatt y Eva Gonzalès fueron de las principales en exponer su obra en salones y que recorrieron el mundo ya fueran solteras e independientes, o casadas con artistas posicionados en el giro artístico.

Sea como fuere, vieron la oportunidad de apropiarse de espacios que les eran ajenos, se opusieron a ideologías conservadoras como el modificar su apellido al contraer nupcias —se corría el riesgo de que la producción le fuera acreditada al cónyuge—, y aportaron puntos de encuentro frescos y heterogéneos entre sí.

Con un pie tambaleándose entre el postimpresionismo y otro en el modernismo, uno corre el riesgo de caer hacia el interior del universo en expansión en el que parecen gestarse las vanguardias.

Destacan: Hannah Höch y Beatrice Wood en el Dadaísmo; Tamara de Lempicka en el Art Déco; Kathe Kollwitz en el Expresionismo; Hilma Af Klint —cuya mística se adelanta a Rothko y Gottlieb— y Lee Krasner en el Expresionismo Abstracto; Suzanne Valadon y Natalia Goncharova —con programas que hacen eco con los periodos de Picasso— en el Futurismo, Cubismo, Constructivismo, y Rayonismo; Elena Huerta, Aurora Reyes, Rina Lazo en el Muralismo y Estridentismo Mexicanos; Jane Graverol, y Dorothea Tanning en el Surrealismo, y el Arte Concreto de Lygia Pape.

Anclados al despertar de la segunda y tercera ola del feminismo a mitad del siglo XX, el Arte Feminista, el Performance, y el Arte Conceptual cobraron gran fuerza, tangible en proyectos como el Programa de Arte Feminista y Womanhouse, un espacio destinado a la producción plástica femenina, encabezado de Judy Chicago y Miriam Schapiro, o Polvo de gallina negra, el primer grupo feminista en México a cargo de Mónica Mayer y Maris Bustamante.

Conjuntamente, el colectivo Guerilla Girls se ha esmerado en resaltar las injusticias de la institución del arte sobre las mujeres, su producción, y su representación.

Otras representantes son: Barbara Kruger, Jenny Holzer, Ana Mendieta —asesinada por su pareja, Carl Andre, artista reconocido—, Gina Pane, Marina Abramović, Nan Goldin —sobreviviente de abuso—, Helen Escobedo, Tania Bruguera o Lorena Wolffer, quienes se han vuelto facilitadoras, a menudo con un ethos interseccional, de posibilidades infinitas en la experimentación pictórica, material, y discursiva.

Hoy, el arte contemporáneo promete fungir como un espacio seguro en todo sentido, ya sea para espectadoras o artífices, y más allá de enfocarse en una búsqueda por ser sus propias musas, estas artistas continúan creando, alzando la voz, y escribiendo nuevas perspectivas en el arte, con la apuesta que tantas comparten por un día dejar de ser llamadas mujeres artistas para simplemente ser llamadas artistas.

Este texto es una invitación para enunciar tanto a las artistas aquí mencionadas como a las que falta por agregar; a las —pocas— fácilmente distinguibles y a las que cuesta trabajo identificar. A aquellas que produjeron, a las que producen, y a las que continuarán produciendo en el futuro.

(Re)conocerlas y (re)considerarlas, hablar y escribir sobre ellas es un acto radical de rebeldía, una deconstrucción de la norma, de lo dado por hecho, incluso del lenguaje mismo, que como piedra angular de la arquitectura de lo real, es capaz de garantizar su relevancia y permanencia en el mundo.

Saldar esa deuda se ha convertido en una tarea urgente, y nos encontramos en un momento social en el que es necesario reflexionar que la historia es de quien la escribe.


Karen Cordero Reiman*


El reconocimiento del papel de mujeres artistas en la historia del arte y su distintiva y vigorosa presencia en la escena artística contemporánea, así como las acciones, reflexiones y construcciones narrativas, teóricas y plásticas que estos procesos han desatado, han transformado el contenido, los modos de interpretación y las categorías de análisis y definición en el campo de la plástica.

Asimismo, siguen dando fruto a nuevas iniciativas, y provocando relecturas y resignificaciones del pasado desde la perspectiva de género, cuestionando la construcción binaria de la diferencia sexual, y explorando y manifestando las consecuencias de su desmontaje.

El feminismo, motor indiscutible en este proceso, ha ido cambiando y ampliando sus vertientes y propuestas a lo largo de este periodo; no se trata de una postura única ni dogmática sino de una gama de estrategias para la reconfiguración de las relaciones de género y poder en diversos ámbitos y niveles.

Con respecto al arte y su historia, ha pasado de la ampliación del canon, al desarrollo de nuevos métodos y categorías de análisis del arte a partir de una atención al papel del género en su creación y recepción, y luego a la experimentación con nuevos modos de escritura e inscripción de significados desde la perspectiva de la diferencia y a partir del borramiento de la conceptuación dicotómica de la subjetividad y la objetividad.

* Historiadora del arte y curadora

Extracto de "Nuestro museo" en MUMA Museo de Mujeres Artistas Mexicanas: https://museodemujeres.com/es/nuestro-museo

"¿Deben ir desnudas las mujeres para entrar en el Museo Metropolitano?" / Foto: Cortesía

María Cristina Ríos Espinosa*:


Miradas de mujer a través de la producción visual de tres artistas mexicanas contemporáneas


Con motivo del día Internacional de la Mujer del 8 de marzo, quiero dedicar estas líneas a dos artistas contemporáneas en el ámbito de la plástica mexicana.

Katya Mandoki, artista plástica y escultora tiene una amplia gama de producción filosófica y artística. Tiene una escultura Histograma, pieza de 16 metros de alto, que se encuentra actualmente en la plaza frente a la biblioteca de la UAM Xochimilco, ganadora del Primer Premio Nacional, en la Sección de Espacios Alternativos 1985, INBA.

Cuenta con la producción de la serie plástica llamada Concavexidades (1976-1979), una parte expuesta en el Museo Carrillo Hill en 1977, y que permiten al observador a remitir a la tela, la urdidumbre de la corporalidad femenina, centro de las existencias porque nuestro principio pre-categorial no es ser en el mundo sino ser en el cuerpo de otro, la erótica, el vínculo del amor; la urdidumbre como la constitución radical de nuestra existencia, como seres de narrativa que somos, la serie completa está en http://mandoki.estetica.org.mx/experimentacion-artistica/concavexidades.

María Angélica González ganó el Premio Bienal de Florencia en 2009, su producción se encuentra en el sitio https://www.maria-angelica-gonzalez-davila.com/. Su intervención en 2016 fue De somno et insomniis. Los procesos del sueño en Sor Juana Inés de la Cruz. Estas artistas son dignas de reconocimiento por su sensibilidad y vinculación con lo femenino, a ellas este pequeño homenaje en el Día Internacional de la Mujer.

* Investigadora y académica

Colegio de Arte y Cultura, Universidad del Claustro de Sor Juana

Especialista en Estética y Hermenéutica de la imagen. SNI-Conacyt, Nivel I

Lee también otros contenidos de Normal ⬇️

Al situarnos en el terreno de las artes, especialmente las visuales, podemos ser testigos de una constante: la representación de la mujer ha estado, durante años, encomendada al pincel de una población predominantemente masculina, que desde una óptica arraigada a la tradición de lo eurocéntrico, ha sido responsable de erigir una mitología ornamental en torno a figuras como la musa.

Las musas fueron transformadas en aquellas mujeres a las que se les había asignado el rol de inspirar, de evocar la belleza, la desnudez erótica y la sensibilidad, por lo que verlas como creadoras era inconcebible... pero las mujeres artistas existen.

Aunque hay indicios que señalan a las mujeres como responsables en la elaboración de estatuillas prehistóricas autorreferenciales, o de que Plinio el Viejo (23-79 d. C.) recogiera los nombres de varias artistas griegas y romanas entre las páginas de su Historia Natural (77 d. C.), la Historia del Arte se ha rehusado a voltearlas a ver.

Además de enfrentarse a un yugo sistemático que amenazaba con excluirlas, ignorarlas, e incluso borrarlas, se les prohibió trabajar en talleres, participar en academias, sociedades artísticas, y certámenes, estudiar cursos de arte, y exponer su obra.

Fue hasta el siglo XVI que la vida conventual las “privilegió” con cierto acceso a la cultura, abriéndoles las puertas para convertirse en artistas, tal como sucedió con Catalina Vigri y Plautilla Neli. En su juventud, Catalina aprendió latín, se acercó a las artes liberales, y una vez parte del cuerpo monástico, se le permitió continuar con la elaboración de miniaturas.

A diferencia de ella, Plautilla Neli no contó con formación plástica, aproximándose al arte devocional desde lo autodidacta, y creando, además, obras de gran formato. Ambas monjas fueron, sin ser reconocidas en su momento, precursoras en la transformación de la producción plástica femenina, con una actitud que, aún en su sutileza, amenazó con replantear la preservación de los valores estéticos occidentales.

Durante el Renacimiento se dio un giro con El Cortesano (1528) de Baltasar Castiglione, publicación con la que se buscó fortalecer la educación aristocrática y artística tanto en hombres como en mujeres.

A su vez, personajes como Giorgio Vasari fueron los encargados de separar al artesano del artista, así como de plasmar las palabras que más tarde identificarían a estos últimos como "grandes genios", y a sus obras como "maestras".

En Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550), una exhaustiva recopilación biográfica a cargo de Vasari, apenas fueron mencionadas algunas artistas, quienes continuaron sometidas a prohibiciones como asistir a clases presenciales, viéndose obligadas a aprender a escondidas con la instrucción de pintores, o experimentando en solitario. Aún con semejante esfuerzo, tales mujeres fueron opacadas por una jerarquía de personalidades que va desde Cimabue hasta Miguel Ángel.

Las primeras en disfrutar mayor prestigio en el ámbito artístico fueron las italianas Artemisia Gentileschi y Elisabetta Sirani, promotoras imperdibles del Barroco, continuando con la ejecución de representaciones desprendidas de pasajes bíblicos e implementando escenarios históricos, alegóricos, y hasta biográficos en sus cuadros.

Orazio Gentileschi, padre de Artemisia y pintor aclamado por su comunidad, encomendó a Agostino Tassi tomar a su hija como aprendiz. El evento que se desencadenó de este vínculo influyó en la vida y obra de Artemisia, quien fue violada por Tassi, y sometida a un juicio largo, tortuoso, y humillante.

En Judit decapitando a Holofernes, la pintora plasmó la crudeza de esta experiencia desde la denuncia, el rencor y la venganza, poniendo en tela de juicio el dominio patriarcal en la esfera artística y privada, resignificando la obra a pesar de su carácter sacro. Posteriormente, sus obras cobraron popularidad, siendo admitida en la Academia de Arte y Diseño de Florencia, y convirtiéndose en el sostén de su familia.

Por otra parte, Elisabetta, con obras dramáticas cargadas de dinamismo, se aseguró de convertirse en un éxito rotundo. Pese a perecer a temprana edad debido a causas naturales, dejó detrás suyo un legado de nuevas artistas cuando fundó una academia de arte exclusiva para mujeres.

Siguiendo una genealogía periódica, llaman la atención Rachel Ruysch en el Barroco neerlandés y Rosalba Carriera en el Rococó italiano y francés, con sus homólogos masculinos manifestando un marcado ostracismo hacia ellas.

María Angélica González Dávila, "De somno et insomniis" y "Pulchra esencia" (2016), instalaciones) / Foto: Cortesía

Más tarde, con la apertura de la Académie Royale francesa (1648) y la Royal Academy británica (1768) mujeres como Angelica Kauffmann, Adélaïde Labille-Guiard, Élisabeth Louise Vigée Le Brun, y Lily Martin Spencer se distinguen por proponer distintos puntos de vista femeninos y temas como lo cotidiano, lo íntimo, y la maternidad, en concordancia con el Neoclasicismo y Naturalismo de sus correspondientes escuelas, elevando las labores femeninas en sus composiciones.

A Edmonia Lewis se le considera como la escultora nativo-americana y afrodescendiente con mayor proyección internacional, basándose en una iconografía autónoma que ponía en tensión lo blanco colonial, la desnudez y las facciones hegemónicas.

El cambio de siglo, anclado a un contexto de avances intelectuales y revoluciones estructurales dirigidas al progreso, trajo consigo una inestable variedad de movimientos artísticos simultáneos.

El pronto decadente academicismo con Elizabeth Jane Gardner como portavoz, se vio sacudido por la primera ola del feminismo y por estilos como el Impresionismo y Realismo. Artistas plásticas como Berthe Morisot, Harriet Backer, Rosa Bonheur, Camille Claudel, Mary Cassatt y Eva Gonzalès fueron de las principales en exponer su obra en salones y que recorrieron el mundo ya fueran solteras e independientes, o casadas con artistas posicionados en el giro artístico.

Sea como fuere, vieron la oportunidad de apropiarse de espacios que les eran ajenos, se opusieron a ideologías conservadoras como el modificar su apellido al contraer nupcias —se corría el riesgo de que la producción le fuera acreditada al cónyuge—, y aportaron puntos de encuentro frescos y heterogéneos entre sí.

Con un pie tambaleándose entre el postimpresionismo y otro en el modernismo, uno corre el riesgo de caer hacia el interior del universo en expansión en el que parecen gestarse las vanguardias.

Destacan: Hannah Höch y Beatrice Wood en el Dadaísmo; Tamara de Lempicka en el Art Déco; Kathe Kollwitz en el Expresionismo; Hilma Af Klint —cuya mística se adelanta a Rothko y Gottlieb— y Lee Krasner en el Expresionismo Abstracto; Suzanne Valadon y Natalia Goncharova —con programas que hacen eco con los periodos de Picasso— en el Futurismo, Cubismo, Constructivismo, y Rayonismo; Elena Huerta, Aurora Reyes, Rina Lazo en el Muralismo y Estridentismo Mexicanos; Jane Graverol, y Dorothea Tanning en el Surrealismo, y el Arte Concreto de Lygia Pape.

Anclados al despertar de la segunda y tercera ola del feminismo a mitad del siglo XX, el Arte Feminista, el Performance, y el Arte Conceptual cobraron gran fuerza, tangible en proyectos como el Programa de Arte Feminista y Womanhouse, un espacio destinado a la producción plástica femenina, encabezado de Judy Chicago y Miriam Schapiro, o Polvo de gallina negra, el primer grupo feminista en México a cargo de Mónica Mayer y Maris Bustamante.

Conjuntamente, el colectivo Guerilla Girls se ha esmerado en resaltar las injusticias de la institución del arte sobre las mujeres, su producción, y su representación.

Otras representantes son: Barbara Kruger, Jenny Holzer, Ana Mendieta —asesinada por su pareja, Carl Andre, artista reconocido—, Gina Pane, Marina Abramović, Nan Goldin —sobreviviente de abuso—, Helen Escobedo, Tania Bruguera o Lorena Wolffer, quienes se han vuelto facilitadoras, a menudo con un ethos interseccional, de posibilidades infinitas en la experimentación pictórica, material, y discursiva.

Hoy, el arte contemporáneo promete fungir como un espacio seguro en todo sentido, ya sea para espectadoras o artífices, y más allá de enfocarse en una búsqueda por ser sus propias musas, estas artistas continúan creando, alzando la voz, y escribiendo nuevas perspectivas en el arte, con la apuesta que tantas comparten por un día dejar de ser llamadas mujeres artistas para simplemente ser llamadas artistas.

Este texto es una invitación para enunciar tanto a las artistas aquí mencionadas como a las que falta por agregar; a las —pocas— fácilmente distinguibles y a las que cuesta trabajo identificar. A aquellas que produjeron, a las que producen, y a las que continuarán produciendo en el futuro.

(Re)conocerlas y (re)considerarlas, hablar y escribir sobre ellas es un acto radical de rebeldía, una deconstrucción de la norma, de lo dado por hecho, incluso del lenguaje mismo, que como piedra angular de la arquitectura de lo real, es capaz de garantizar su relevancia y permanencia en el mundo.

Saldar esa deuda se ha convertido en una tarea urgente, y nos encontramos en un momento social en el que es necesario reflexionar que la historia es de quien la escribe.


Karen Cordero Reiman*


El reconocimiento del papel de mujeres artistas en la historia del arte y su distintiva y vigorosa presencia en la escena artística contemporánea, así como las acciones, reflexiones y construcciones narrativas, teóricas y plásticas que estos procesos han desatado, han transformado el contenido, los modos de interpretación y las categorías de análisis y definición en el campo de la plástica.

Asimismo, siguen dando fruto a nuevas iniciativas, y provocando relecturas y resignificaciones del pasado desde la perspectiva de género, cuestionando la construcción binaria de la diferencia sexual, y explorando y manifestando las consecuencias de su desmontaje.

El feminismo, motor indiscutible en este proceso, ha ido cambiando y ampliando sus vertientes y propuestas a lo largo de este periodo; no se trata de una postura única ni dogmática sino de una gama de estrategias para la reconfiguración de las relaciones de género y poder en diversos ámbitos y niveles.

Con respecto al arte y su historia, ha pasado de la ampliación del canon, al desarrollo de nuevos métodos y categorías de análisis del arte a partir de una atención al papel del género en su creación y recepción, y luego a la experimentación con nuevos modos de escritura e inscripción de significados desde la perspectiva de la diferencia y a partir del borramiento de la conceptuación dicotómica de la subjetividad y la objetividad.

* Historiadora del arte y curadora

Extracto de "Nuestro museo" en MUMA Museo de Mujeres Artistas Mexicanas: https://museodemujeres.com/es/nuestro-museo

"¿Deben ir desnudas las mujeres para entrar en el Museo Metropolitano?" / Foto: Cortesía

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Miradas de mujer a través de la producción visual de tres artistas mexicanas contemporáneas


Con motivo del día Internacional de la Mujer del 8 de marzo, quiero dedicar estas líneas a dos artistas contemporáneas en el ámbito de la plástica mexicana.

Katya Mandoki, artista plástica y escultora tiene una amplia gama de producción filosófica y artística. Tiene una escultura Histograma, pieza de 16 metros de alto, que se encuentra actualmente en la plaza frente a la biblioteca de la UAM Xochimilco, ganadora del Primer Premio Nacional, en la Sección de Espacios Alternativos 1985, INBA.

Cuenta con la producción de la serie plástica llamada Concavexidades (1976-1979), una parte expuesta en el Museo Carrillo Hill en 1977, y que permiten al observador a remitir a la tela, la urdidumbre de la corporalidad femenina, centro de las existencias porque nuestro principio pre-categorial no es ser en el mundo sino ser en el cuerpo de otro, la erótica, el vínculo del amor; la urdidumbre como la constitución radical de nuestra existencia, como seres de narrativa que somos, la serie completa está en http://mandoki.estetica.org.mx/experimentacion-artistica/concavexidades.

María Angélica González ganó el Premio Bienal de Florencia en 2009, su producción se encuentra en el sitio https://www.maria-angelica-gonzalez-davila.com/. Su intervención en 2016 fue De somno et insomniis. Los procesos del sueño en Sor Juana Inés de la Cruz. Estas artistas son dignas de reconocimiento por su sensibilidad y vinculación con lo femenino, a ellas este pequeño homenaje en el Día Internacional de la Mujer.

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