/ viernes 22 de octubre de 2021

San Ildefonso, laboratorio experimental del arte mural

El equipo curatorial del Antiguo Colegio de San Ildefonso prepara una exposición para el segundo semestre del 2022 sobre los 100 años de esta vanguardia mexicana

Si bien se fecha el inicio del muralismo en México en 1921, sería más preciso datar el nacimiento de la vanguardia artística en 1922. Es el año en que José Vasconcelos, en su función de secretario de Educación Pública por designación del presidente Álvaro Obregón, invitó a un grupo de pintores a “decorar” los muros de la entonces Escuela Nacional Preparatoria.

Las paredes del Antiguo Colegio de San Ildefonso en pocos meses se convirtieron en un laboratorio de creación estética; en el epicentro de la pintura mural que revolucionó el arte del siglo XX en el país y el extranjero, y se convirtió en la única vanguardia artística con alcances mundiales nacida en México.

El inmueble marcado con el número 16 de la calle Justo Sierra, en el Centro Histórico, fue el corazón del muralismo. Foto: www.sanildefonso.org.mx

Señalar que el inmueble marcado con el número 16 de la calle Justo Sierra, en el Centro Histórico, fue el corazón del muralismo no es una exageración. De 1922 a 1926, la escuela tuvo en sus pasillos a los más grandes artistas de México. La lista inicia con Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, pero se extiende a Fermín Revueltas, Jean Charlot, Fernando Leal y Ramón Alva de la Canal quienes abandonaron la faceta del artista de estudio para convertirse en obreros del fresco.

➡️El Muro, un lienzo más que una barrera fronteriza

En este breve periodo, el Colegio de San Ildefonso se hizo de su mayor acervo: una treintena de pinturas murales que se acerca a cien años de vida. Obras que respondieron a la construcción de una nueva identidad mexicana y que recogen la tradición prehispánica y la tradición española para convertirse en símbolos históricos.

“Es el inicio de una explosión pictórica. Hay que decir que antes del estallido de la Revolución ya se hablaba de decorar los muros y había una corriente en Europa de pintar los grandes anfiteatros de las universidades y se había enseñado la posibilidad de pintar muros, y eso da cierto antecedente, pero sin duda San Ildefonso fue ese momento en que el muralismo se construye como la gran vanguardia mexicana”, refiere en entrevista Eduardo Vázquez Martín, coordinador Ejecutivo del Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Vázquez Martín detalló que se considera este espacio como cuna del muralismo, o laboratorio artístico, porque ya meses antes se habían dado intentos de producción mural, pero fue la primera vez que José Vasconcelos consiguió reunir al mayor grupo de artistas quienes comprendieron la trascendencia del proyecto no sólo por sus resonancias en el extranjero, sino por el significado para la construcción del México moderno.

RAÍCES Y PROPUESTAS

En una lectura general, los murales de San Ildefonso están anclados a cuatro raíces históricas, y que muy probablemente en su tiempo los artistas las asimilaron como evidentes en medio de un contexto social y político que todavía olía a pólvora.

“Cuando Vasconcelos les da los muros no es que él interrumpa de manera inoportuna en su trabajo, sino que los artistas mexicanos de entonces llevaban años con una batalla profunda que era contra la Academia de San Carlos que seguía trayendo yesos de Europa para pintar las ideas clásicas de la belleza occidental y en ese movimiento de pintura local, ya no de rostros europeos sino de fenotipos nacionales, se fundan las escuelas de pintura al aire libre donde se buscaba que los jóvenes pintores dejaran de replicar una pintura de fuera y observaran a su nación, de esa tradición venían la mayoría de los artistas que llegan a San Ildefonso”, explicó Vázquez Martín.

Así, precisa, el primer elemento de los murales es la raíz indígena en un sentido de recuperar la cultura prehispánica luego de un periodo de colonización. A esto responden los murales Masacre en el Templo Mayor o La Conquista de Tenochtitlan (1922-1923) de Jean Charlot (1898-1979), donde revalora la masacre de los pueblos indígenas.

Sigue el elemento colonial, entendido como periodo importante en la creación del México moderno a partir de la evangelización que ésta no hubiera sido imposible sin la pintura de los muros de las iglesias. De ello da cuenta en su obra El desembarco de los españoles y la cruz plantada en tierras nuevas (1922-1923) de Ramón Alva de la Canal (1898-1985).

También los muralistas dan un lugar importante a la cultura popular y ello se nota más en la pieza de Fermín Revueltas quien tenía un aprecio especial por los rotulistas y mercados populares. Su obra en San Ildefonso es Alegoría de la Virgen de Guadalupe (1922-1923).

Finalmente, la entrada del modernismo al país no puede negarse. Mucho menos con la creación de grupos obreros, la llegada de la industria, los primeros vuelos en avión hacia el extranjero y con ello una esperanza por el futurismo tras la gesta revolucionaria. Ello lo hace visible David Alfaro Siqueiros en El espíritu de Occidente o Los elementos (1923), su primera obra mural que hizo con la técnica de encáustica sobre el techo de la escalera del recinto. Esta es una mujer con los cuatro elementos del origen de la vida.

Mención especial merece José Clemente Orozco quien proyecta el pensamiento de los artistas de la época. En una primera etapa, el artista ocupó los muros norte de los tres niveles del patio con una narración visual sobre la revolución y la sociedad, pero cuando regresó de un viaje por Orizaba decidió modificar las obras. Pintó encima una visión más crítica del movimiento; retiró sus elementos optimistas y esbozó una realidad cruda.

➡️ Vasconcelos y La Triada: Narrar a México

Con una mirada crítica ante su propia comunidad propone una reflexión sobre la libertad y la justicia en juerga, y lo hace en los 24 murales que pintó entre 1923 y 1926. De estos destaca Maternidad, el único panel que queda de la etapa inicial del trabajo del artista en el museo, y El banquete de los ricos, una crítica social que recurre a las caricaturas de la prensa.

Sin duda, el más conocido es La creación (1922) de Diego Rivera el cual representa el inicio en el muralismo para el artista. Fue su primer fresco y ocupa el interior del Anfiteatro Simón Bolívar. Representa las virtudes de las bellas artes a partir de las figuras de mujeres.

“El acervo del museo es su memoria histórica que resguarda ese patrimonio que nos ayuda a entender el pasado y cuestionar el presente. El muralismo en este caso es el movimiento artístico mexicano del que más se ha escrito en la historia del arte; es la gran vanguardia artística, plástica que se crea en América, no hay otro movimiento de vanguardia de una proporción global nacida en México, y más aún que se gesta en estas paredes con esta historia y esa presencia”, refirió el director del museo universitario.

EFECTO EXPLOSIVO

No es exagerado afirmar que a partir del trabajo en San Ildefonso el muralismo, conocido como tal, tuvo un efecto expansivo tanto en la Ciudad de México y sus decenas de edificios públicos como la Secretaría de Educación Pública, el Palacio Nacional e incluso la Universidad Nacional Autónoma de México, sin olvidar escuelas y mercados públicos.

Pero aún más, el muralismo mexicano llegó hasta el extranjero como Detroit, Washington, Nueva York, Houston y Los Ángeles, en Estados Unidos; Brasil y Chile a cargo de artistas como Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. “Se da una metástasis que llega a Chicago, Detroit, Panamá, Buenos Aires, una experiencia de carácter mundial e incluso diría que el arte chicano y el muralismo tienen un vínculo”, refirió

A partir de una investigación profunda sobre las implicaciones del muralismo mexicano, el equipo curatorial del Antiguo Colegio de San Ildefonso prepara una exposición para el segundo semestre del 2022 sobre los 100 años de esta vanguardia mexicana. Será, adelantó el director del recinto, una revisión exhaustiva del nacimiento del muralismo y su impacto global, además de un análisis de cada uno de los murales.

La exhibición, integrada por documentos, pinturas y fotografías, estará acompañada por un libro con ensayos de investigadores especializados en el tema. De manera paralela, se presentará una muestra individual de Rafael Cauduro, y otra de Vladimir Kibalchich Russakov, mejor conocido como Vlady, es un destacado pintor de la segunda mitad del siglo XX e integrante del núcleo duro de la Generación de la Ruptura.

A ello se suma un trabajo de limpieza y conservación de los murales, además de un rediseño de la iluminación y las cédulas de cada obra. “Queremos contar esta historia a detalle, documentarla con un capítulo para los antecedentes, otro para la propuesta de Vasconcelos y para revalorar cada uno de los murales y superar esa idea de los tres grandes que nos impide ver la diversidad de artistas muralistas”.

Si bien se fecha el inicio del muralismo en México en 1921, sería más preciso datar el nacimiento de la vanguardia artística en 1922. Es el año en que José Vasconcelos, en su función de secretario de Educación Pública por designación del presidente Álvaro Obregón, invitó a un grupo de pintores a “decorar” los muros de la entonces Escuela Nacional Preparatoria.

Las paredes del Antiguo Colegio de San Ildefonso en pocos meses se convirtieron en un laboratorio de creación estética; en el epicentro de la pintura mural que revolucionó el arte del siglo XX en el país y el extranjero, y se convirtió en la única vanguardia artística con alcances mundiales nacida en México.

El inmueble marcado con el número 16 de la calle Justo Sierra, en el Centro Histórico, fue el corazón del muralismo. Foto: www.sanildefonso.org.mx

Señalar que el inmueble marcado con el número 16 de la calle Justo Sierra, en el Centro Histórico, fue el corazón del muralismo no es una exageración. De 1922 a 1926, la escuela tuvo en sus pasillos a los más grandes artistas de México. La lista inicia con Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, pero se extiende a Fermín Revueltas, Jean Charlot, Fernando Leal y Ramón Alva de la Canal quienes abandonaron la faceta del artista de estudio para convertirse en obreros del fresco.

➡️El Muro, un lienzo más que una barrera fronteriza

En este breve periodo, el Colegio de San Ildefonso se hizo de su mayor acervo: una treintena de pinturas murales que se acerca a cien años de vida. Obras que respondieron a la construcción de una nueva identidad mexicana y que recogen la tradición prehispánica y la tradición española para convertirse en símbolos históricos.

“Es el inicio de una explosión pictórica. Hay que decir que antes del estallido de la Revolución ya se hablaba de decorar los muros y había una corriente en Europa de pintar los grandes anfiteatros de las universidades y se había enseñado la posibilidad de pintar muros, y eso da cierto antecedente, pero sin duda San Ildefonso fue ese momento en que el muralismo se construye como la gran vanguardia mexicana”, refiere en entrevista Eduardo Vázquez Martín, coordinador Ejecutivo del Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Vázquez Martín detalló que se considera este espacio como cuna del muralismo, o laboratorio artístico, porque ya meses antes se habían dado intentos de producción mural, pero fue la primera vez que José Vasconcelos consiguió reunir al mayor grupo de artistas quienes comprendieron la trascendencia del proyecto no sólo por sus resonancias en el extranjero, sino por el significado para la construcción del México moderno.

RAÍCES Y PROPUESTAS

En una lectura general, los murales de San Ildefonso están anclados a cuatro raíces históricas, y que muy probablemente en su tiempo los artistas las asimilaron como evidentes en medio de un contexto social y político que todavía olía a pólvora.

“Cuando Vasconcelos les da los muros no es que él interrumpa de manera inoportuna en su trabajo, sino que los artistas mexicanos de entonces llevaban años con una batalla profunda que era contra la Academia de San Carlos que seguía trayendo yesos de Europa para pintar las ideas clásicas de la belleza occidental y en ese movimiento de pintura local, ya no de rostros europeos sino de fenotipos nacionales, se fundan las escuelas de pintura al aire libre donde se buscaba que los jóvenes pintores dejaran de replicar una pintura de fuera y observaran a su nación, de esa tradición venían la mayoría de los artistas que llegan a San Ildefonso”, explicó Vázquez Martín.

Así, precisa, el primer elemento de los murales es la raíz indígena en un sentido de recuperar la cultura prehispánica luego de un periodo de colonización. A esto responden los murales Masacre en el Templo Mayor o La Conquista de Tenochtitlan (1922-1923) de Jean Charlot (1898-1979), donde revalora la masacre de los pueblos indígenas.

Sigue el elemento colonial, entendido como periodo importante en la creación del México moderno a partir de la evangelización que ésta no hubiera sido imposible sin la pintura de los muros de las iglesias. De ello da cuenta en su obra El desembarco de los españoles y la cruz plantada en tierras nuevas (1922-1923) de Ramón Alva de la Canal (1898-1985).

También los muralistas dan un lugar importante a la cultura popular y ello se nota más en la pieza de Fermín Revueltas quien tenía un aprecio especial por los rotulistas y mercados populares. Su obra en San Ildefonso es Alegoría de la Virgen de Guadalupe (1922-1923).

Finalmente, la entrada del modernismo al país no puede negarse. Mucho menos con la creación de grupos obreros, la llegada de la industria, los primeros vuelos en avión hacia el extranjero y con ello una esperanza por el futurismo tras la gesta revolucionaria. Ello lo hace visible David Alfaro Siqueiros en El espíritu de Occidente o Los elementos (1923), su primera obra mural que hizo con la técnica de encáustica sobre el techo de la escalera del recinto. Esta es una mujer con los cuatro elementos del origen de la vida.

Mención especial merece José Clemente Orozco quien proyecta el pensamiento de los artistas de la época. En una primera etapa, el artista ocupó los muros norte de los tres niveles del patio con una narración visual sobre la revolución y la sociedad, pero cuando regresó de un viaje por Orizaba decidió modificar las obras. Pintó encima una visión más crítica del movimiento; retiró sus elementos optimistas y esbozó una realidad cruda.

➡️ Vasconcelos y La Triada: Narrar a México

Con una mirada crítica ante su propia comunidad propone una reflexión sobre la libertad y la justicia en juerga, y lo hace en los 24 murales que pintó entre 1923 y 1926. De estos destaca Maternidad, el único panel que queda de la etapa inicial del trabajo del artista en el museo, y El banquete de los ricos, una crítica social que recurre a las caricaturas de la prensa.

Sin duda, el más conocido es La creación (1922) de Diego Rivera el cual representa el inicio en el muralismo para el artista. Fue su primer fresco y ocupa el interior del Anfiteatro Simón Bolívar. Representa las virtudes de las bellas artes a partir de las figuras de mujeres.

“El acervo del museo es su memoria histórica que resguarda ese patrimonio que nos ayuda a entender el pasado y cuestionar el presente. El muralismo en este caso es el movimiento artístico mexicano del que más se ha escrito en la historia del arte; es la gran vanguardia artística, plástica que se crea en América, no hay otro movimiento de vanguardia de una proporción global nacida en México, y más aún que se gesta en estas paredes con esta historia y esa presencia”, refirió el director del museo universitario.

EFECTO EXPLOSIVO

No es exagerado afirmar que a partir del trabajo en San Ildefonso el muralismo, conocido como tal, tuvo un efecto expansivo tanto en la Ciudad de México y sus decenas de edificios públicos como la Secretaría de Educación Pública, el Palacio Nacional e incluso la Universidad Nacional Autónoma de México, sin olvidar escuelas y mercados públicos.

Pero aún más, el muralismo mexicano llegó hasta el extranjero como Detroit, Washington, Nueva York, Houston y Los Ángeles, en Estados Unidos; Brasil y Chile a cargo de artistas como Rufino Tamayo, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. “Se da una metástasis que llega a Chicago, Detroit, Panamá, Buenos Aires, una experiencia de carácter mundial e incluso diría que el arte chicano y el muralismo tienen un vínculo”, refirió

A partir de una investigación profunda sobre las implicaciones del muralismo mexicano, el equipo curatorial del Antiguo Colegio de San Ildefonso prepara una exposición para el segundo semestre del 2022 sobre los 100 años de esta vanguardia mexicana. Será, adelantó el director del recinto, una revisión exhaustiva del nacimiento del muralismo y su impacto global, además de un análisis de cada uno de los murales.

La exhibición, integrada por documentos, pinturas y fotografías, estará acompañada por un libro con ensayos de investigadores especializados en el tema. De manera paralela, se presentará una muestra individual de Rafael Cauduro, y otra de Vladimir Kibalchich Russakov, mejor conocido como Vlady, es un destacado pintor de la segunda mitad del siglo XX e integrante del núcleo duro de la Generación de la Ruptura.

A ello se suma un trabajo de limpieza y conservación de los murales, además de un rediseño de la iluminación y las cédulas de cada obra. “Queremos contar esta historia a detalle, documentarla con un capítulo para los antecedentes, otro para la propuesta de Vasconcelos y para revalorar cada uno de los murales y superar esa idea de los tres grandes que nos impide ver la diversidad de artistas muralistas”.

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