POR IVÁN GÓMEZ | ENVIADO
Z HENGZHOU, China.- Uno de los mayores atractivos de China es el ancestral arte marcial del kung fu, y en la provincia de Henan, concretamente en la ciudad de Dengfeng, sede de varios sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se ubica el Monasterio Shaolin, cuna de esta práctica milenaria pero con gran auge entre su población.
Enclavado en la sierra, a unos kilómetros de la capital provincial, Zhengzhou, el templo está rodeado por varias escuelas donde se enseña esta técnica muy apegada al budismo y que involucra el uso del cuerpo para imitar movimientos animales y se complementa con armas como sables y látigos.
La leyenda cuenta que la práctica fue desarrollada por los monjes para evitar las complicaciones que derivaba la meditación, pues al ser una diligencia que poco activaba el cuerpo, acarreaba problemas circulatorios y enfermedades; es debido a ello que al desarrollar el sistema marcial para ejercitarse, los monjes adquirieron también experiencia para tratar males corporales y se inició la medicina Shaolin, basada en los recursos vegetales de la región.
Además, mitos como el de Bodhidharma, un maestro del templo Shaolin, explican costumbres y movimientos que perviven entre los practicantes del kung fu. Según la historia, Bodhidharma se negaba a ser tutor de Huike, discípulo que deseaba dominar el arte, quien ante ello se posó fuera de la cabaña del maestro toda la noche en medio de la nieve para mostrar su compromiso.
No obstante, a la mañana siguiente la respuesta seguía siendo negativa, y para demostrar su valía Huike cortó su brazo izquierdo y lo presentó a Bodhidharma como prueba de su fe y sinceridad, tras lo cual fue tomado como su alumno. Se dice que es debido a esto que los saludos de los guerreros se realizan únicamente con un brazo.
Hombres que soportan su peso con apenas los dedos de sus manos; cuerpos flexionados al límite; contorsiones espectaculares; saltos que imitan movimientos felinos… son solo la muestra contemporánea acompañada con música de lo que en algún tiempo creó una estirpe de guerreros que dejó, literalmente, su huella en los árboles de la región al practicar su arte.
El templo, hoy con solo alrededor de trescientos habitantes, cuenta, a través de sus paredes, pisos y vegetación, la historia de golpes que perforaban losas y cortezas, así como la cercanía de la devoción a Buda en monumentales efigies, estelas y las plegarias de quienes lo visitan envueltos en la niebla del incienso y la fe. ||OEM-INFORMEX||