El Museo Maillol de París reabrió sus puertas tras haberlas cerrado en febrero de 2015 y se llenó de grafitis y de color con la primera retrospectiva que París dedica al prolífico e inagotable artista Ben, de 81 años.
Las obras de Benjamin Vautier, nacido en Nápoles, de nacionalidad francosuiza y residente desde 1949 en Niza, en el sureste de Francia, ocupan buena parte de los mil metros cuadrados de superficie de exposición de que dispone la pinacoteca.
Esta tiene su sede en un antiguo convento del siglo XVIII, situado actualmente en el centro de París, convertido en museo en 1995 por Dina Vierny, musa y compañera del pintor y escultor Aristides Maillol (1861-1944), para exponer sus obras y las de sus colegas modernos y contemporáneos.
Los fondos permanentes del museo, las creaciones de Maillol, en particular muchos de sus celebérrimos desnudos femeninos esculpidos, dibujados o pintados, ocupan la segunda planta del edificio, salvo algunas excepciones expuestas en los espacios de circulación.
En total acuerdo con Olivier Lorquin, según dijo a Efe el presidente de la Fundación Dina Vierny, hijo de la también galerista, el Museo Maillol aspira ahora a “volver a sus orígenes” y a recibir una media de 300 mil visitantes al año.
Ben, fundador de la Escuela de Niza junto con sus amigos Yves Klein, Martial Raysse y Arman, lanzó el primer y contundente dardo en la nueva-vieja dirección, para retomar la senda abierta hace décadas con exposiciones dedicadas a Diego Rivera y Frida Kahlo, Morandi, Basquiat, Bacon, Keith Haring, Poliakoff o Bonnard.
En la planta baja, él mismo se convirtió en el comisario de su propia exhibición y reunió con la ayuda de su hija, Eva, sus últimas piezas, collages, pizarras, composiciones e instalaciones; mientras que, en la primera planta, el vicedirector del Museo Jean Tinguely de Basilea, Andrés Pardey, comisarió la parte histórica.
El conjunto, abierto al público hasta el 15 de enero, se titula “Tout est art?” (¿Todo es arte?). Una pregunta a la que Ben responde de diferentes maneras desde los años 60, siempre preocupado también por los efectos del ego y por “la vergüenza de no haber inventado nada nuevo desde hace mucho tiempo”, según dijo a Efe.