/ lunes 27 de marzo de 2017

Exposición numismática narra antecedentes del primer Banco Central de México

Pocos objetos como las monedas devienen en signos de una época, su circularidad es metáfora de la sucesión de tiempos aciagos y prósperos. Hace un siglo, la intención de Venustiano Carranza de organizar la economía de un país en guerra, parecía una empresa cuesta arriba; las casi 200 piezas numismáticas que integran la exposición “Moneda e historia. A 100 años de la Constitución de 1917”, son testimonio de que “en la palma de la mano” siempre cabe la esperanza de un futuro mejor.

La muestra presente en el Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, fue organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Banco de México (Banxico) para conmemorar uno de los grandes logros del restablecimiento de la legalidad, en específico de lo dispuesto en el Artículo 28 constitucional que regula los monopolios: la fundación de un solo banco estatal de emisiones y billetes.

En representación de Diego Prieto Hernández, director general del INAH, el historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia, inauguró la exhibición cuya colección —envidia de cualquier numismático que se precie— refleja por un lado la variedad de billetes y monedas que circularon a lo largo de la Revolución Mexicana, así como la intención de una sola fuente de emisión de estos instrumentos de intercambio y la conmemoración del centenario de nuestra Carta Magna.

Hace un siglo, lo establecido en el Artículo 28 constitucional implicaba “la desaparición del abanico de bancos estales emisores de sus propios billetes, extremando peligrosamente la idea de la soberanía estatal y de la autonomía federal”, explicó Salvador Rueda.

“El resultado tocaría realidades que parecían extrañas: por ejemplo, la obligación de pagar los salarios con moneda de acuñación oficial —con lo que se cumplía, además, el precepto del Artículo 123. Pero incluso apuntó hacia los bordes de la marginalidad de las economías arcaicas y los mercados elementales, al quitar toda validez al pago en monedas de cuño local, de cartones sellados, ‘bilimbiques’, ‘revalidados’, billetes regionales, falsificados y demás instrumentos de intercambio sin soporte real”.

Lo anterior, junto con la posterior Reforma Agraria, “dieron el tranco decisivo a la desaparición de las haciendas de cuño casi feudal y al dibujo de una geografía económica nacional moderna, cada vez más integrada”.

Alejandro Alegre Rabiela, director general de Emisión del Banxico, reconoció la estrecha relación que ha entablado esta institución con el INAH, particularmente a través del Museo Nacional de Historia, un espacio idóneo para mostrar los valiosos acervos del Banco de México que ascienden a casi 120 mil piezas numismáticas, de ahí que las expuestas en “Moneda e historia”, representan una mínima parte de sus colecciones.

“En un esfuerzo junto con instancias como el Museo Nacional de Historia, el Banco de México comparte con los mexicanos parte de la cultura. En los billetes, monedas y medallas está plasmada buena parte de la historia del país; eso es lo que observarán los visitantes en esta exhibición”.

Juan Cristóbal Díaz Negrete, jefe técnico de la Oficina de Acervo Numismático del Banxico, explicó que “Moneda e historia. A 100 años de la Constitución de 1917” se compone de tres apartados. En las primeras vitrinas puede observarse el dinero del Porfiriato; en las subsecuentes, monedas y billetes que circularon durante la Revolución Mexicana, y por último, los instrumentos de intercambio surgidos en el Gobierno constitucionalista.

En la primera parte destacan los billetes de bancos privados que fueron emitidos por instituciones establecidas en distintas entidades del país, y cuya circulación estaba limitada a dicho territorio. En estos billetes sobresalía la leyenda: “El banco tal pagará a la vista al portador X cantidad de pesos”, porque eran canjeables en las ventanillas de los bancos.

También sobresalen las monedas del Porfiriato con la leyenda “República Mexicana” y en las que continuó el diseño de resplandores alrededor del gorro frigio, propio de los gobiernos liberales. En la muestra, estas monedas conviven con los denominados “tlacos”, fichas emitidas por minas y haciendas —entre ellas henequeneras de Yucatán y cafetaleras de Chiapas— que eran canjeables en tiendas de raya, por lo que se ejercía una serie de abusos sobre los trabajadores.

Con el estallido de la Revolución Mexicana, la variedad de billetes y monedas fue tan variopinta como las propias facciones. Díaz Negrete reparó en un caso revelador de nuestra historia, los emitidos por el Gobierno provisional de México:

“La primera emisión la ordenó el Gobierno constitucionalista, el Gobierno provisional encabezado por Venustiano Carranza en la Ciudad de México, en noviembre de 1914. Al mes siguiente, Carranza sale expulsado por las fuerzas convencionistas y se va a Veracruz, pero se lleva la imprenta para hacer los billetes y realiza una segunda emisión, solo que estos dicen ‘Veracruz’.

Pocos objetos como las monedas devienen en signos de una época, su circularidad es metáfora de la sucesión de tiempos aciagos y prósperos. Hace un siglo, la intención de Venustiano Carranza de organizar la economía de un país en guerra, parecía una empresa cuesta arriba; las casi 200 piezas numismáticas que integran la exposición “Moneda e historia. A 100 años de la Constitución de 1917”, son testimonio de que “en la palma de la mano” siempre cabe la esperanza de un futuro mejor.

La muestra presente en el Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec, fue organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Banco de México (Banxico) para conmemorar uno de los grandes logros del restablecimiento de la legalidad, en específico de lo dispuesto en el Artículo 28 constitucional que regula los monopolios: la fundación de un solo banco estatal de emisiones y billetes.

En representación de Diego Prieto Hernández, director general del INAH, el historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia, inauguró la exhibición cuya colección —envidia de cualquier numismático que se precie— refleja por un lado la variedad de billetes y monedas que circularon a lo largo de la Revolución Mexicana, así como la intención de una sola fuente de emisión de estos instrumentos de intercambio y la conmemoración del centenario de nuestra Carta Magna.

Hace un siglo, lo establecido en el Artículo 28 constitucional implicaba “la desaparición del abanico de bancos estales emisores de sus propios billetes, extremando peligrosamente la idea de la soberanía estatal y de la autonomía federal”, explicó Salvador Rueda.

“El resultado tocaría realidades que parecían extrañas: por ejemplo, la obligación de pagar los salarios con moneda de acuñación oficial —con lo que se cumplía, además, el precepto del Artículo 123. Pero incluso apuntó hacia los bordes de la marginalidad de las economías arcaicas y los mercados elementales, al quitar toda validez al pago en monedas de cuño local, de cartones sellados, ‘bilimbiques’, ‘revalidados’, billetes regionales, falsificados y demás instrumentos de intercambio sin soporte real”.

Lo anterior, junto con la posterior Reforma Agraria, “dieron el tranco decisivo a la desaparición de las haciendas de cuño casi feudal y al dibujo de una geografía económica nacional moderna, cada vez más integrada”.

Alejandro Alegre Rabiela, director general de Emisión del Banxico, reconoció la estrecha relación que ha entablado esta institución con el INAH, particularmente a través del Museo Nacional de Historia, un espacio idóneo para mostrar los valiosos acervos del Banco de México que ascienden a casi 120 mil piezas numismáticas, de ahí que las expuestas en “Moneda e historia”, representan una mínima parte de sus colecciones.

“En un esfuerzo junto con instancias como el Museo Nacional de Historia, el Banco de México comparte con los mexicanos parte de la cultura. En los billetes, monedas y medallas está plasmada buena parte de la historia del país; eso es lo que observarán los visitantes en esta exhibición”.

Juan Cristóbal Díaz Negrete, jefe técnico de la Oficina de Acervo Numismático del Banxico, explicó que “Moneda e historia. A 100 años de la Constitución de 1917” se compone de tres apartados. En las primeras vitrinas puede observarse el dinero del Porfiriato; en las subsecuentes, monedas y billetes que circularon durante la Revolución Mexicana, y por último, los instrumentos de intercambio surgidos en el Gobierno constitucionalista.

En la primera parte destacan los billetes de bancos privados que fueron emitidos por instituciones establecidas en distintas entidades del país, y cuya circulación estaba limitada a dicho territorio. En estos billetes sobresalía la leyenda: “El banco tal pagará a la vista al portador X cantidad de pesos”, porque eran canjeables en las ventanillas de los bancos.

También sobresalen las monedas del Porfiriato con la leyenda “República Mexicana” y en las que continuó el diseño de resplandores alrededor del gorro frigio, propio de los gobiernos liberales. En la muestra, estas monedas conviven con los denominados “tlacos”, fichas emitidas por minas y haciendas —entre ellas henequeneras de Yucatán y cafetaleras de Chiapas— que eran canjeables en tiendas de raya, por lo que se ejercía una serie de abusos sobre los trabajadores.

Con el estallido de la Revolución Mexicana, la variedad de billetes y monedas fue tan variopinta como las propias facciones. Díaz Negrete reparó en un caso revelador de nuestra historia, los emitidos por el Gobierno provisional de México:

“La primera emisión la ordenó el Gobierno constitucionalista, el Gobierno provisional encabezado por Venustiano Carranza en la Ciudad de México, en noviembre de 1914. Al mes siguiente, Carranza sale expulsado por las fuerzas convencionistas y se va a Veracruz, pero se lleva la imprenta para hacer los billetes y realiza una segunda emisión, solo que estos dicen ‘Veracruz’.

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