/ domingo 26 de diciembre de 2021

Henry Miller el provocador de 130 años

El autor de Trópico de cáncer y Trópico de capricornio es el escritor de lo prohibido, fue acusado en tribunales de obscenidad y sus novelas fueron condenadas por años

Fue reportero, cargador, ascensorista, ciclista deportivo y hasta profesor de gimnasia. Henry Miller fue de todo en el mundo al que veía como un cáncer devorándose a sí mismo. Por eso decidía probar todo, porque un día, quizá mañana o en un año, el tiempo haría trizas todo lo que construyó. Miller creía, en una tónica que no deja de ser autodestructiva, que “el caos es la partitura en que se escribe la realidad”.

Aquella frase la escribió en las primeras páginas de Trópico de cáncer (1934), su novela insignia, su libro maldito. El mismo que arrojó la literatura a los tribunales por alentar la pornografía. La editorial que lo publicó, Grove Press, enfrentó un juicio en la Corte Suprema de Estados Unidos durante muchos años. Se acusaba a Henry Miller y al sello editorial del delito de obscenidad. El caso se aclaró hasta 1964, cuando el jurado determinó que se trataba, nada más, de una novela sobre la decadencia humana.

Hoy se cumplen 130 años del nacimiento de Henry Miller, el hombre que cultivó su gusto por la literatura prohibida desde el retrete. Allí, desde el reino de las necesidades fisiológicas, se escondía de su conservadora familia para leer a Nietzsche o a Balzac. Lo cuenta en su libro The books in my life (1952), donde deja muy claro que su idea sobre la literatura no sólo se suscribía a la disciplina –que también tenía-. Para escribirlo, decía, había que vivirlo.

Aunque Trópico de cáncer estuvo prohibido durante casi 30 años en Estados Unidos y Reino Unido, miles de ejemplares se filtraron de contrabando en las tierras anglosajonas. Miller siempre insistió en lo ridículo que resultaba que los norteamericanos no pudieran leer su novela. Él que había nacido en el Nueva York de las alcantarillas, los gángsteres y las prostitutas, no podía hablar sobre corrupción moral. Sólo Francia acogió sus perversiones.

“La crudeza o naturalidad con la que Henry Miller se refiere al sexo, la apasionada defensa del individualismo más anárquico y extremo, la predilección que siente por los malditos, por los perdedores, por lo periférico, por aquellos que desde la mediocridad y el delirio son incapaces de asumir su derrota, y todo ello narrado sin una estructura o armazón preciso, desde un aparente caos, tan coherente por otra parte con el submundo descrito, es lo que hace de Trópico de cáncer un torpedo que da exactamente en la línea de flotación de los autosatisfechos”. Así anunciaba el diario español El País una reedición de 2002 de esta novela, que no deja de imprimirse a 90 años de su publicación original.

Miller era lo que ahora se conoce como un outsider. Llegó a París huyendo de la Gran Depresión. Para él, Estados Unidos era una tierra puritana donde –así lo decía– sólo se podía defecar. Como Hemingway, viajó a Francia y allá se quedó muchos años. Llegó sin un quinto. En París, encontró la materia prima para dar rienda suelta a su sexualidad. Miller serpenteó por las calles de la París más miserable. Leer Trópico de cáncer es imaginarlo así, en tabernas vulgares con gente sin propósito ni decencia, aunque quizá con muchas ganas de vivir.

Su carrera literaria no puede entenderse sin la escritora Anaïs Nin, quien además de haber sido su amante fue su editora de alcoba. Ella, en 1939, se convirtió en la primera escritora de la historia en publicar un libro de relatos eróticos: Delta de Venus.

Tras la publicación de esa obra, Nin y Miller se dedican a escribir sobre erotismo y pornografía, un mercado mal pagado pero con clientes constantes, según consta en el libro Henry Miller. Los años en París (1975), de Gilberte Brassaï.

Decía Miller que la mejor novela es la autobiografía. Su vida, de algún modo, también trascendió a la del hombre que vivió en los más miserables rincones de París. A 130 años de su nacimiento, aún se pronuncia con una sonrisa pícara una de sus máximas: "El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación; las otras ocho no son importantes".

La realidad es que las escenas por las que Henry Miller fue enjuiciado hoy están al alcance de un clic. Habrá que preguntarse qué lugar tiene su obscenidad en 2021.


Fue reportero, cargador, ascensorista, ciclista deportivo y hasta profesor de gimnasia. Henry Miller fue de todo en el mundo al que veía como un cáncer devorándose a sí mismo. Por eso decidía probar todo, porque un día, quizá mañana o en un año, el tiempo haría trizas todo lo que construyó. Miller creía, en una tónica que no deja de ser autodestructiva, que “el caos es la partitura en que se escribe la realidad”.

Aquella frase la escribió en las primeras páginas de Trópico de cáncer (1934), su novela insignia, su libro maldito. El mismo que arrojó la literatura a los tribunales por alentar la pornografía. La editorial que lo publicó, Grove Press, enfrentó un juicio en la Corte Suprema de Estados Unidos durante muchos años. Se acusaba a Henry Miller y al sello editorial del delito de obscenidad. El caso se aclaró hasta 1964, cuando el jurado determinó que se trataba, nada más, de una novela sobre la decadencia humana.

Hoy se cumplen 130 años del nacimiento de Henry Miller, el hombre que cultivó su gusto por la literatura prohibida desde el retrete. Allí, desde el reino de las necesidades fisiológicas, se escondía de su conservadora familia para leer a Nietzsche o a Balzac. Lo cuenta en su libro The books in my life (1952), donde deja muy claro que su idea sobre la literatura no sólo se suscribía a la disciplina –que también tenía-. Para escribirlo, decía, había que vivirlo.

Aunque Trópico de cáncer estuvo prohibido durante casi 30 años en Estados Unidos y Reino Unido, miles de ejemplares se filtraron de contrabando en las tierras anglosajonas. Miller siempre insistió en lo ridículo que resultaba que los norteamericanos no pudieran leer su novela. Él que había nacido en el Nueva York de las alcantarillas, los gángsteres y las prostitutas, no podía hablar sobre corrupción moral. Sólo Francia acogió sus perversiones.

“La crudeza o naturalidad con la que Henry Miller se refiere al sexo, la apasionada defensa del individualismo más anárquico y extremo, la predilección que siente por los malditos, por los perdedores, por lo periférico, por aquellos que desde la mediocridad y el delirio son incapaces de asumir su derrota, y todo ello narrado sin una estructura o armazón preciso, desde un aparente caos, tan coherente por otra parte con el submundo descrito, es lo que hace de Trópico de cáncer un torpedo que da exactamente en la línea de flotación de los autosatisfechos”. Así anunciaba el diario español El País una reedición de 2002 de esta novela, que no deja de imprimirse a 90 años de su publicación original.

Miller era lo que ahora se conoce como un outsider. Llegó a París huyendo de la Gran Depresión. Para él, Estados Unidos era una tierra puritana donde –así lo decía– sólo se podía defecar. Como Hemingway, viajó a Francia y allá se quedó muchos años. Llegó sin un quinto. En París, encontró la materia prima para dar rienda suelta a su sexualidad. Miller serpenteó por las calles de la París más miserable. Leer Trópico de cáncer es imaginarlo así, en tabernas vulgares con gente sin propósito ni decencia, aunque quizá con muchas ganas de vivir.

Su carrera literaria no puede entenderse sin la escritora Anaïs Nin, quien además de haber sido su amante fue su editora de alcoba. Ella, en 1939, se convirtió en la primera escritora de la historia en publicar un libro de relatos eróticos: Delta de Venus.

Tras la publicación de esa obra, Nin y Miller se dedican a escribir sobre erotismo y pornografía, un mercado mal pagado pero con clientes constantes, según consta en el libro Henry Miller. Los años en París (1975), de Gilberte Brassaï.

Decía Miller que la mejor novela es la autobiografía. Su vida, de algún modo, también trascendió a la del hombre que vivió en los más miserables rincones de París. A 130 años de su nacimiento, aún se pronuncia con una sonrisa pícara una de sus máximas: "El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación; las otras ocho no son importantes".

La realidad es que las escenas por las que Henry Miller fue enjuiciado hoy están al alcance de un clic. Habrá que preguntarse qué lugar tiene su obscenidad en 2021.


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