DOLORES HIDALGO. “Aquel amanecer del 16 de septiembre de 1810 el ambiente era diferente, como que algo iba a pasar…”, cuenta un dolorense a cuatro generaciones de distancia de los hechos de 1810 en el poblado que dio el primer respiro a la patria.
“Acababa de pasar la fiesta de la Virgen de Dolores, había mucha gente reunida en el pueblo esa madrugada. Mi tío cuenta que su abuelo le dijo que se escuchaba un ruido diferente, salió a la puerta de lo que era el Mesón de San Miguel y en ese instante vio cruzar al cura Hidalgo por la calle, venía de la casa del intendente y lo vio caminar con cuidado, tratando de no mojarse las botas porque había caído un aguacero aquella madrugada. Iba al atrio de la parroquia”, relata Juan José Robles García, integrante del colectivo Ciudadanos Dolorenses Unidos.
Dolores es hoy una ciudad donde las calles preservan el espíritu que Miguel Hidalgo dejó en la antaño llamada Congregación de Nuestra Señora de Dolores. Además, la tradición oral y los oficios que practicaba el cura se puede reconstruir al recordar su estancia en el pequeño poblado guanajuatense donde hoy habitan 148 mil personas, pero que en 1810 contaba apenas con mil 317, según el acta de Ayuntamiento firmada por el padre José Antonio Gallaga, primo del libertador.
No hay dolorense que no sepa alguna de las versiones que hay en torno a lo que ocurrió aquella madrugada de 1810.
“Su abuelo le platicaba a mi tío que hasta antes de caminar entre los charcos, Hidalgo había estado tomando chocolate con Ignacio Allende, quien le contaba que la conspiración había sido descubierta. Comenzó a tocar las campanas de la para pedir al pueblo que se reuniera en el atrio, pero ya había varios ahí congregados. El movimiento de Independencia era conocido por todos, por eso ya estaba la gente antes de que Hidalgo los llamara”, cuenta Robles.
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Pero Dolores no sólo guarda el espíritu combativo de Miguel Hidalgo, también preserva parte de la historia cultural y hasta laboral que dejó el Padre de la Patria. Martín Castillo Martínez, de profesión alfarero y representante de l Instituto Artes y Oficios y Fortalecimiento Económico Miguel Hidalgo y Costilla, relata que algo ignorado por muchos es que en la ciudad el cura fundó la Escuela de Artes y Oficios, por donde han pasado decenas de generaciones que han mantenido la tradición obrajera.
“Mi abuelo paterno fue obrajero, mi abuelo materno fue alfarero, igual de los oficios que dejó el cura, e igualmente, como nosotros, aún hay gente que aprendió de ese oficio seguimos transmitiendo, el de transformar el barro, los colores y los pigmentos, y hoy la alfarería de Dolores Hidalgo es una de las más socorridas en el estado y el país.
“En cada taller, por humilde que sea, está vivo el legado de Hidalgo, porque fue más que el héroe patrio que conocemos, aquí dejó un modo de vida”.